El sosiego de la naturaleza: una cita con Emilia Pardo Bazán

Entre las múltiples funciones (ecológica, social, económica…) que desempeña la naturaleza, se encuentra una que a menudo se descuida.

Cuando la crudeza de la realidad se impone, la naturaleza ofrece al ser humano un servicio valioso, que no tiene precio. La comunión estrecha con la madre naturaleza o la pura contemplación del medio natural son fuentes potenciales de sosiego para alimentar el espíritu inquieto del hombre moderno.

La literatura de la escritora Emilia Pardo Bazán (1851-1921), precursora del naturalismo en España, nos permite identificar un ejemplo esclarecedor. En la célebre novela Los Pazos de Ulloa, Julián, el joven capellán de la casa del señor marqués, se topa con la realidad cruda, no exenta de pecados, del nuevo lugar donde reside. Sin embargo, nuestro protagonista alcanza a reconocer en la madre naturaleza una respuesta tranquilizadora para sus atormentados pensamientos.

“Volvía Julián preocupado a la casa solariega, acusándose de excesiva simplicidad, por no haber reparado cosas de tanto bulto. Él era sencillo como la paloma; solo que en este pícaro mundo también se necesita ser cauto como la serpiente… Ya no podía continuar en los Pazos… ¿Cómo volvía a vivir a cuestas de su madre, sin más emolumentos que la misa? ¿Y cómo dejaba así de golpe al señorito don Pedro, que le trataba tan llanamente? ¿Y la casa de Ulloa, que necesitaba un restaurador celoso y adicto? Todo era verdad. Pero ¿y su deber de sacerdote católico?

Le acongojaban estos pensamientos al cruzar un maizal, en cuyo lindero manzanilla y cabrifollos despedían grato aroma. Era la noche templada y benigna, y Julián apreciaba por primera vez la dulce paz del campo, aquel sosiego que derrama en nuestro combatido espíritu la madre naturaleza. Miró al cielo oscuro y alto.”

Para leer más:

Emilia Pardo Bazán: Los Pazos de Ulloa. Editorial Alma, 2024.

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Autor: ECOPALABRAS

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