Miguel Mihura: La Naturaleza es asombrosa

La capacidad de asombro ante la Naturaleza es una de las facultades que pueden enriquecer la calidad de vida del ser humano. Se puede experimentar al natural, en vivo y en directo, pero también gracias a la ficción literaria.

El dramaturgo español Miguel Mihura (1905-1977), reconocido en tres ocasiones con el Premio Nacional de Teatro, escribió en 1932 la conocida obra Tres sombreros de copa, estrenada 20 años después. Esta pieza teatral, impregnada del personal humor agridulce de su autor, se detiene en las inquietudes de sus protagonistas por abrirse el camino hacia la felicidad, en medio de una sociedad en la que se enfrentan dos mundos de moralidades irreconciliables.

Toda la trama de la obra se desarrolla en la habitación de un hotel. Sin embargo, Mihura, con su humor lúcido, hace mención a la Naturaleza, la que se puede contemplar desde el balcón. En aquella habitación de hotel de segundo orden en una capital de provincias, se encuentran el propietario del hospedaje, don Rosario, y el nuevo huésped, el joven Dionisio, entre los que se entabla la siguiente conversación:

DON ROSARIO: Es la mejor habitación, don Dionisio. Y la más sana. El balcón da al mar. Y la vista es hermosa (Yendo hacia el balcón). Acérquese. Ahora no se ve bien porque es de noche. Pero, sin embargo, mire usted allí las lucecitas de las farolas del puerto. Hace un efecto muy lindo. Todo el mundo lo dice. ¿Las ve usted?

DIONISIO: No. No veo nada.

DON ROSARIO: Parece usted tonto, don Dionisio.

DIONISIO: ¿Por qué me dice usted eso, caramba?

DON ROSARIO: Porque no ve las lucecitas. Espérese. Voy a abrir el balcón. Así las verá usted mejor.

DIONISIO: No. No, señor. Hace un frío enorme. Déjelo. (Mirando nuevamente.) ¡Ah! Ahora me parece que veo algo. (Mirando a través de los cristales.) ¿Son tres lucecitas que hay allá a lo lejos?

DON ROSARIO: Sí. ¡Eso!

DIONISIO: ¡Es precioso! Una es roja ¿verdad?

DON ROSARIO: No. Las tres son blancas. No hay ninguna roja.

DIONISIO: Pues yo creo que una de ellas es roja. La de la izquierda.

DON ROSARIO: No. No puede ser roja. Llevo quince años enseñándoles a todos los huéspedes, desde este balcón, las lucecitas de las farolas del puerto, y nadie me ha dicho nunca que hubiese ninguna roja.

DIONISIO: Pero ¿usted no las ve?

DON ROSARIO: No. Yo no las veo. Yo, a causa de mi vista débil, no las he visto nunca. Esto me lo dejó dicho mi papá. Al morir mi papá me dijo: “Oye, niño, ven. Desde el balcón de la alcoba rosa se ven tres lucecitas blancas del puerto lejano. Enséñaselas a los huéspedes y se pondrán todos muy contentos…” Y yo siempre se las enseño…

DIONISIO: Pues hay una roja, yo se lo aseguro.

DON ROSARIO: Entonces, desde mañana, les diré a mis huéspedes que sen ven tres lucecitas: dos blancas y una roja… Y se pondrán más contentos todavía. ¿Verdad que es una vista encantadora? ¡Pues de día es aún más linda!…

DIONISIO: ¡Claro! De día se verán más lucecitas…

DON ROSARIO: No. De día las apagan.

DIONISIO: ¡Qué mala suerte!

DON ROSARIO: Pero no importa, porque en su lugar se ve la montaña, con una vaca encima muy gorda que, poquito a poco, se está comiendo toda la montaña…

DIONISIO: ¡Es asombroso!

DON ROSARIO: Sí. La Naturaleza toda es asombrosa, hijo mío.

Para leer más:

Miguel Mihura: Tres sombreros de copa. El País, Madrid, 2005.