La paloma de Kant

10. Gdansk. Polonia

La naturaleza siempre ha sido una rica fuente de inspiración para los grandes pensadores. El filósofo Immanuel Kant (1724-1804) prestó su atención al vuelo de una paloma para  exponer su pensamiento.

De la conocida parábola de la paloma de Kant se hizo eco Antonio Machado (1875-1939) en su libro «Juan de Mairena», publicado en 1936, con las siguientes palabras:

«Si leyerais a Kant -en leer y comprender a Kant se gasta mucho menos fósforo que en descifrar tonterías sutiles y en desenredar marañas de conceptos ñonos- os encontraríais con aquella famosa parábola de la paloma que, al sentir en las alas la resistencia que le opone el aire, sueña que podría volar mejor en el vacío. Así ilustra Kant su argumento más decisivo contra la metafísica dogmática, que pretende elevarse a lo absoluto por el vuelo imposible del intelecto discursivo en un vacío de intuiciones. Las imágenes de los grandes filósofos, aunque ejercen una función didáctica, tienen un valor poético indudable, y algún día nos ocuparemos de ellas. Conste ahora, no más, que existe -creo yo- una paloma lírica que suele eliminar el tiempo para mejor elevarse a lo eterno y que, como la kantiana, ignora la ley de su propio vuelo».

Y leyendo a Immanuel Kant nos encontramos con la original metáfora de la paloma que emplea en su célebre obra «Crítica de la razón pura»:

«La ligera paloma, que siente la resistencia del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún sin un espacio vacío. De esta misma forma abandonó Platón el mundo de los sentidos, por imponer límites tan estrechos al entendimiento. Platón se atrevió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas de las ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba nada, ya que no tenía punto de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el entendimiento. Pero suele ocurrirle a la razón humana que termina cuanto antes su edificio en la especulación y no examina hasta después si los cimientos tienen el asentamiento adecuado».

Para leer más:

Antonio Machado (1936): Juan de Mairena.

Immanuel Kant (1787): Crítica de la razón pura.

Autor: ECOPALABRAS

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