El pintor español Joaquín Sorolla (1863-1923) nos legó una fructífera obra en la que valoramos su maestría para mostrar espontaneidad, emotividad y la fugacidad de la luz en las escenas y los momentos que sus retinas captaban. Fue el pintor de la luz, el trabajador del natural.
Sorolla percibe en los colores de sus escenas del natural infinitos matices. En palabras del propio pintor «el color es todo en la vida».
Pero su amor a la pintura no puede entenderse sin su pasión por la naturaleza. Así lo reflejó por escrito en 1918 con estas palabras extraídas de las cartas personales que mantuvo con Clotilde García, su esposa:
«Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque después de unas horas como hoy, me siento deshecho, agotado, no puedo con tanto placer, no lo resisto como antes, es que la pintura cuando se siente es superior a todo; he dicho mal, es el natural lo que es hermoso».
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