El escritor José Saramago (1922-2010) nos descubre en su obra El cuaderno del año del Nobel, quién fue el hombre más sabio que conoció.
«El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas cuya fertilidad se alimentaban él y su mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del destete eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia de Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos el uno y el otro. En invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama. Bajo las ásperas mantas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de helarse y los salvaba de una muerte segura. Aunque fueran gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar más de lo indispensable».
Para leer más:
José Saramago: El cuaderno del año del Nobel. Alfaguara, Madrid, 2018.