René Vernau y el viejo pastor

El antropólogo francés René Vernau (1852-1938) fue un gran amante de las Islas Canarias (España), a las que consagró varios años de su vida. Interesado por la cultura de los guanches, los antiguos canarios que habitaban el Archipiélago antes de ser conquistado por los europeos en el siglo XV, conoció de primera mano las siete islas donde vivió cinco años.

Durante su estancia en la isla de Tenerife, en busca de cuevas, yacimientos y todo tipo de legado de los antiguos aborígenes, se acercó en cierta ocasión a las pequeñas aldeas próximas a Icod de los Vinos. Allí coincidió con varios lugareños, entre ellos un viejo pastor con el que entabló una conversación de la que extraería alguna enseñanza o, al menos, le envolvería en la duda científica.

«Un poco más arriba encontré en una cabaña un tipo más curioso que la vieja. Era un viejo pastor, vestido con un simple calzón corto y con unos andrajos que debían haber sido un camisa. Las piernas las tenía cubiertas con unas polainas de piel de cabra; en los pies llevaba sandalias del mismo material, y en la cabeza una especie de gorro que se había hecho él mismo con la lana de sus ovejas. Si no hubiese sido por el calzón y los restos de la camisa, hubiera podido creerme en presencia de un viejo guanche que no había tenido nunca relaciones con los europeos. Me invitó a entrar en su vivienda y me ofreció leche. ¡Cuál sería mi sorpresa al ver el mobiliario! En una esquina una cama de helechos; al lado, un molino guanche y una vasija basta, completamente iguales a los que usaban los viejos insulares. Una flauta de caña, una escudilla de madera y un saco de piel de cabra lleno de gofio, completaban el mobiliario. No podía creer a mis ojos y examinaba atentamente la vasija y el molino. Viendo mi asombro, el anciano me explicó que los había encontrado en una cueva habitada antiguamente por «los guanches» y que los utilizaba desde hacía mucho tiempo. No pude convencerle para que se deshiciera de estos objetos tan interesantes. A mis ofertas de dinero respondía que no tenía necesidad de nada para el poco tiempo que le quedaba de vida.

Volvía a Icod todo soñador, pensando en el viejo guanche contento de su suerte en medio de su miseria, y me preguntaba si realmente la civilización hace la felicidad del hombre».

Para leer más:

René Vernau: Cinco años de estancia en las Islas Canarias. Ed. J. A.D. L., La Orotova, 1992 (4ª edición en español).

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Autor: ECOPALABRAS

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