
Le debemos al escritor Herman Hesse (1877-1962), merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1946, una extensa obra. De ella podemos extraer valiosas enseñanzas.
En su artículo Sobre mariposas, publicado en 1935, Hesse nos revela que existen pocos caminos ancestrales que puedan llevar al hombre a la felicidad o a la sabiduría. Uno de ellos es “el camino del asombro ante la naturaleza y de la atenta escucha de su lenguaje”. Empatizar con la naturaleza, tratando de sentir su bello lenguaje, nos aleja de la codicia y del afán de explotación que terminan por cegar al ser humano.
«El asombro comienza y acaba en sí mismo, y sin embargo el asombro no es un camino estéril. El que yo me asombre ante un musgo, un cristal, una flor, un coleóptero dorado, o ante un cielo de nubes, un mar con el sereno y gigantesco respirar de sus mareas, un ala de mariposa con el orden de sus estrías cristalinas, el corte y las cenefas coloreadas de sus bordes, los múltiples caracteres y adornos de su dibujo y las infinitas, tenues y mágicas gradaciones y tonalidades de los colores… siempre que abordo con el ojo o con otro sentido corporal un trozo de naturaleza, si me siento atraído y encantado por él y me abro por un momento a su ser y a su revelación, en ese momento he olvidado toda esa zona ciega y codiciosa del ansia humana, y en lugar de pensar o imperar, en lugar de conquistar y explotar, de combatir u organizar, no hago otra cosa que “asombrarme” como Goethe, y con ese asombro no sólo me hago hermano de Goethe y demás poetas sabios, sino que me hago hermano de todo aquello que me asombra y que yo siento como mundo viviente: de la mariposa, del escarabajo, de la nube, del río y el monte, pues por la vía del asombro he escapado momentáneamente al mundo de las separaciones y he ingresado en el mundo de la unidad…».
Para leer más:
Hermann Hesse: Pequeñas alegrías. Alianza Editorial, Madrid, 2010.

