
La vida del escritor español Miguel de Unamuno (1864-1936) atravesó, bajo la Dictadura de Primo de Rivera, un episodio de forzado confinamiento en la isla canaria de Fuerteventura.
Llegó a la «fuerteventurosa isla africana» un 10 de marzo de 1924.
A pesar de perder su cátedra en la Universidad de Salamanca y tener que cumplir con el obligado destierro, la pesadumbre no le hizo abandonar su libertad de pensamiento y la creación literaria. En la «bendita isla rocosa de Fuerteventura» nos cuenta Unamuno que pasó «los días más entrañados y más fecundos de mi vida de luchador por la verdad».
La isla majorera le aportó, además, algunos descubrimientos vitales. Fue en Fuerteventura donde descubrió la mar, «y eso que nací y me crié muy cerca de ella», escribe el escritor vasco.
«Es en Fuerteventura donde he llegado a conocer a la mar, donde he llegado a una comunión mística con ella, donde he sorbido su alma y su doctrina. Y le llamo ‘la mar’ y no ‘el mar’ porque los mares son el Mediterráneo, el Adriático, el Rojo, el Indico, el Báltico, etc.
Sino -y sirva para en adelante- es el signo o conjunción de planetas y estrellas bajo que nace uno y que se cree determina su suerte toda».
Para leer más:
Miguel de Unamuno: De Fuerteventura a París. Diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos. Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias, 1989.