Son múltiples las crisis que atraviesa el actual sistema económico, conocido como capitalismo, que toman la forma de burbujas especulativas, desempleo, desigualdades, cambio climático o déficit democrático y de valores.
Ante esta realidad nace una alternativa, el modelo de Economía del Bien Común (EBC), que fue presentado por el economista austriaco Christian Felber en 2009. Los inicios del movimiento del bien común arrancan por aquel entonces con un pequeño grupo de empresas de Attac y ha ido extendiéndose a cada vez más empresas y ámbitos institucionales.
La esencia de la EBC se encuentra en la recuperación del verdadero concepto de la economía y su finalidad última. Ya Aristóteles diferenció claramente la oikonomía, cuyo objetivo es la “buena vida”, de la crematística, en la que la ganancia de dinero se convierte en el fin. Además, como queda expresamente recogido en las actuales Constituciones de los países democráticos, como las de España o Baviera, la riqueza y la actividad económica están supeditadas al interés general y han de servir al bien común.
En consecuencia, se hace necesario redefinir el concepto de éxito económico. El dinero no es el objetivo de la economía sino solo el medio. Ya no se trata de que las empresas persigan únicamente aumentar sus ganancias sino de que contemplen otras dimensiones no crematísticas.
Bajo el modelo de ECB, el nuevo objetivo de las empresas pasa a ser el bien común. Ello no impide que pueda existir un nexo entre beneficio y bien común ni tampoco implica que las empresas pasen a tener pérdidas. La novedad estriba en que ahora su balance financiero se convierte en balance de bien común. Se propone que la actividad de las empresas quede orientada por su contribución a los siguientes cinco puntos centrales, que definen el bien común:
- Dignidad.
- Solidaridad.
- Sostenibilidad ecológica.
- Justicia social.
- Participación democrática y transparencia.
Así, en la ECB se valora no solo si una empresa tiene beneficios financieros sino también, por ejemplo, aspectos como:
- La utilidad de sus productos o servicios.
- las condiciones laborales de sus trabajadores.
- La oferta de productos ecológicos.
- La venta ética.
- la cooperación con otras empresas.
- La distribución de los ingresos.
- La igualdad de género.
- La toma democrática de decisiones.
El paso del único balance financiero, que se mide en términos monetarios, al balance del bien común, requiere la aplicación de una nueva metodología que sustituye los conocidos indicadores de beneficio, rentabilidad y PIB por una serie de criterios e indicadores de actuación para evaluar el desempeño de las empresas en este nuevo paradigma.
Bajo el modelo de EBC, aquellas empresas que obtengan un mayor balance de bien común (que estará sujeto a auditorías) se encontrarán en disposición de disfrutar de más ventajas legales (menores impuestos, ayudas directas, aranceles más bajos…) que las que tengan menores balances.
Finalmente, hay que tener presente que en la economía del bien común seguirá existiendo la competencia, ya que no deja de ser una economía de mercado que se fundamenta en la empresa privada y el dinero como medio de cambio. Pero ahora con el modelo de EBC la cooperación ganará protagonismo: “las empresas no deben actuar unas contra otras, sino unas junto a otras, y, al hacerlo, deben al menos ser recompensadas por ello”.
Para leer más:
Christian Felber: La economía del bien común. Ediciones Deusto, Barcelona, 2015.