La ciudad de Bangkok: una cita con Joseph Conrad

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La ciudad de Bangkok, capital tailandesa de más de diez millones de habitantes en la actualidad, dista mucho de lo que era hace un siglo. Le debemos a Joseph Conrad (1857-1924), el célebre escritor inglés de origen polaco, una descripción envolvente del pasado de esa ciudad gracias a su novela La línea de sombra que escribió hacia 1915.

A través del protagonista de esta obra, un primerizo capitán que decide afrontar la gran responsabilidad del mando de un buque anclado en Bangkok para poner rumbo a Singapur, Conrad consigue que viajemos hasta un asentamiento humano de Oriente para sentirnos como si nos encontráramos realmente en él.

Es una ciudad que se baña con el agua del río sobre la que se asienta y con los rayos del sol que la impregnan. En ella no están ausentes los contrastes, que aún nos interpelan, entre las numerosas casas de construcción humilde y los grandes edificios y suntuosos templos.

“Anchamente, se extendía ante mí sobre las dos riberas, aquella capital oriental que todavía no ha sufrido la conquista de los blancos: una sucesión de casas oscuras, hechas de bambú, de esterillas, de hojas, toda una arquitectura vegetal que brotaba de la tierra oscura, sobre las riberas del río cenagoso. Asombraba el pensar que en aquellos millares de habitaciones humanas no había entrado sin duda más de media docena de libras de clavos. Algunas de aquellas casas, hechas de ramas y de hierbas, como los nidos de una especie acuática, se adherían a las riberas bajas. Otras, parecían haber surgido del agua misma, y las había también que flotaban en largas filas ancladas en medio del mismo río. Aquí y allá, dominando la masa tupida de techos oscuros y bajos, se levantaban grandes edificios de cal y canto, el Palacio del Rey, templos suntuosos y deteriorados, que se desmoronaban poco a poco bajo la luz vertical del sol, luz abrumadora, palpable casi, que parecía penetrar en nuestros pechos por la aspiración de nuestras narices e infiltrarse en nuestros miembros por todos los poros de nuestra piel”.

Para leer más:

Joseph Conrad: La línea de sombra. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2024.

El mar: una cita con Joseph Conrad

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El mar, el medio natural más generoso del planeta azul, ha sido siempre fuente de inspiración para los creadores de la palabra escrita.

Traemos hasta aquí el caso de Joseph Conrad (1857-1924), el célebre escritor inglés de origen polaco, que llegó a ejercer como oficial de la marina mercante británica, lo que le permitió conocer muy bien diversos mares.

Algunas de las sensaciones que el mar le gratificó a Conrad como oficial y capitán durante sus múltiples viajes han llegado hasta nosotros precisamente a través de su literatura. Como muestra, el siguiente pasaje de la novela La línea de sombra, que escribió hacia 1915:

“Aquella misma mañana, cuando me hubo relevado un poco más tarde el segundo, me arrojé sobre mi litera y durante tres horas logré encontrar un poco de olvido. Un olvido tan completo que, al despertarme, me pregunté dónde me hallaba. Al pensar que me hallaba a bordo de mi barco, una inmensa sensación de alivio descendió sobre mí. ¡En el mar! ¡En el mar!

A través del portillo vi un horizonte tranquilo, inundado de sol. El horizonte de un día sin brisa. Pero su mera extensión bastó para la sensación de una evasión dichosa y la pasajera alegría de la libertad”.

Para leer más:

Joseph Conrad: La línea de sombra. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2024.

Una cita con el río en la obra de Joseph Conrad

El literato inglés de origen polaco Joseph Conrad (1857-1924) narró como pocos la envolvente fuerza natural de un río: el río Congo. Traemos hasta aquí estas expresivas palabras pertenecientes a su reputada novela «El corazón de las tinieblas»:

«Remontar aquel río fue como retroceder hasta los orígenes más tempranos del mundo, cuando la vegetación dominaba la tierra y los grandes árboles eran los reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, un bosque impenetrable. El aire era cálido, denso, pesado, lento. No había ninguna alegría en el brillo del sol. Los largos tramos del canal seguían corriendo, desiertos, hasta la penumbra de la ensombrecida lejanía. En bancos de arena plateados, hipopótamos y caimanes tomaban juntos el sol. Las aguas ensanchadas fluían a través de una aglomeración de islas boscosas; uno se perdía en aquel río como lo haría en un desierto, y se chocaba todo el día contra bajíos, tratando de encontrar el canal, hasta que uno se creía hechizado y aislado para siempre de todo lo que había conocido alguna vez…, en algún lugar…, muy lejos…, en otra existencia tal vez».

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Casa donde en 1861 vivió Joseph Conrad. Varsovia, Polonia

Para leer más:

Joseph Conrad (1899): El corazón de las tinieblas.