La sierra de Guadarrama, en el verso de Antonio Machado

Ruta Puerto de Cotos_Laguna Grande de Peñalara

El escritor Antonio Machado (1875-1939) nos legó una extensa obra poética de singular calidad.  Como dejó escrito, empleó muchas horas de su vida para elaborar rimas que son producto de sus meditaciones sobre «los enigmas del hombre y del mundo». También nos confiesa su profundo amor a la Naturaleza: «en mí supera infinitamente al del Arte».

La maestría literaria de Antonio Machado queda plasmada en múltiples poemas en los que apreciamos la gran admiración que tenía por la belleza natural, como es el caso, por ejemplo, de Campos de Castilla (1907-1917). De esta obra destacamos aquí un pequeño poema que dedicó a la Sierra de Guadarrama. Este espacio natural protegido español, que Machado visitaba en su época de estudiante, fue declarado Parque Nacional en 2013.

   ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?
   Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Para leer más:

Antonio Machado: Poesías completas. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1998.

Anuncio publicitario

El crecimiento económico: una cita con Max-Neef

_Z0B0479x500

La meta del crecimiento económico sigue permaneciendo en distintos ámbitos de la sociedad (político, técnico, académico, medios de comunicación…) como una cuestión central para el desarrollo de los países y el bienestar de las personas. Crecimiento económico, recordemos, que se traduce en el aumento de la producción de bienes y servicios que un país o territorio ha de procurar año a año, independientemente de la composición y tipología de esa cesta de productos.

Lo esencial, se arguye, es que la actividad económica se incremente cuanto más mejor y durante más tiempo mejor, quedando sintetizada en un indicador básico: el Producto Interior Bruto (o Producto Nacional Bruto).

Sin embargo, esta concepción del desarrollo es reduccionista y tiene serias limitaciones, como las que expone el economista chileno Manfred Max-Neef (1932-2019) en el siguiente fragmento:

«Debería reconocerse de una vez por todas que una medida tan abstracta como el PNB (Producto Nacional Bruto) es un indicador engañoso del nivel y calidad de vida, ya que cubre cualquier actividad sin considerar si es beneficiosa o no para la sociedad. Por otra parte, ya existe evidencia poderosa de que la mejora del estándar de vida (necesidades básicas y suntuarios) constituye una fracción decreciente de cada unidad de aumento del PNB; el resto se gasta en los cambios estructurales requeridos por el propio crecimiento, en sus efectos secundarios y en el manejo de los desperdicios. Debería quedar en claro que el aumento constante en la escala de la actividad económica aliena a los que en ella participan y destruye el elemento humano en el marco circundante».

Para leer más:

Manfred Max-Neef: Economía herética. Icaria, Barcelona, 2017.

Los ríos en la memoria del economista Amartya Sen

Bengala, la India.

El economista indio Amartya Sen nos cuenta en su libro de memorias Un hogar en el mundo cómo, tras el transcurrir de las décadas, le ha marcado para siempre el viaje que hiciera con su familia, siendo un niño, por el Padma y otros ríos de la India. 

Los días en barco que pasó por aquella red fluvial de Bengala atraparon su curiosidad infantil a la vez que le despertaron la emoción por un mundo natural que hasta entonces desconocía.

“Cuando estaba a punto de cumplir nueve años, mi padre me contó que estaba haciendo los arreglos para que pasáramos un mes de las vacaciones de verano en una casa flotante (con un pequeño motor) y recorriéramos una red fluvial. Pensé que se acercaba uno de los grandes acontecimientos de mi vida, y efectivamente así fue. Los días que pasamos en aquel barco que se movía lentamente fueron tan emocionantes como había esperado. Primero recorrimos el Padma, y después otros ríos, como el cautivadoramente manso Dhaleshwari y el magnífico Meghna. Todo era impresionante. Las plantas no solo se encontraban en los márgenes del río, sino también bajo la superficie del agua, eran lo más extraño que había visto en mi vida. Los pájaros que volaban en círculos sobre nuestra cabeza o se posaban en el barco me llamaban poderosamente la atención y podía alardear delante de Manju, que entonces tenía cinco años, de identificar a algunos por sus nombres. El sonido constante del agua se extendía a nuestro alrededor, completamente distinto al de nuestro tranquilo jardín de Daca. En los días ventosos, las olas rompían ruidosamente en los flancos del barco.

Entre los peces había especies que nunca había visto, y mi padre, que al parecer sabía todo sobre el tema, trataba de ayudarme a distinguir sus rasgos. También había pequeños delfines de río que se alimentaban de otros peces -en bengalí, el nombre es shushuk (el nombre científico: Platanista gangetica)-, eran negros y brillantes, subían a la superficie para respirar y después hacían largas inmersiones. Disfrutajba de su dinamismo y elegancia de lejos, no me animaba a acercarme por miedo a que confundieran los dedos de mis pies con algún pez desconocido”.

Para leer más:

Sen, A.: Un hogar en el mundo. Memorias. Ed. Taurus, Barcelona, 2021.

El divorcio entre el hombre y la naturaleza, en palabras de Max-Neef

_mg_7585-x500

El economista chileno Manfred Max-Neef (1932-2019), defensor de una economía alternativa a la actualmente imperante, que prioriza el crecimiento, nos legó unas interesantes reflexiones sobre la necesidad de reorientar la educación hacia la solución de problemas concretos del mundo real.

Max-Neef nos propone una educación de la economía que procure la integración sinérgica entre el mundo humano y el mundo natural; una educación que tenga presente la importancia de conservar la integridad de la Tierra porque, a fin de cuentas, nuestro bienestar depende del bienestar de ella. La respuesta pasa por avanzar hacia el ineludible enfoque transdisciplinar.

«Todos los grandes problemas que estamos destinados a enfrentar en este nuevo siglo, tales como: disponibilidad de agua, migraciones forzosas, pobreza, violencia y  terrorismo, agotamiento de recursos, extinción de especies y de culturas, desastres ambientales, y otros, son todos el resultado del largamente mantenido divorcio entre lo humano y lo distinto a lo humano. Hoy nos toca pagar la cuenta de esa artificial pero poderosa discontinuidad impuesta por la revolución científica del siglo XVII. Pero hay algo más que, si adecuadamente tratado, puede servirnos para orientar nuestra acción. Todos los problemas enumerados son, además, indiscutiblemente transdisciplinarios. Vale decir, que ninguno de ellos puede ser abordado en plenitud a partir de disciplinas específicas e individuales».

Para leer más:

Manfred Max-Neef: Economía herética. Icaria, Barcelona, 2017.

El dinero en palabras de Albert Einstein

1. Londres_Natural History Museum y The National Gallery_2019.04.27
The National Gallery, Londres

El célebre científico Albert Einstein (1879-1955) nos dejó un importante legado en el mundo de la física. Sin embargo, sus aportaciones como humanista, que no son tan conocidas, han resultado ser igualmente valiosas en campos tan diversos como la ética, la paz, la política, la educación, la economía

Sus reflexiones sobre el dinero y el progreso de la humanidad llevaron a Albert Einstein a escribir en 1934 estas palabras:

«Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo que pueda ayudar a la humanidad a progresar, ni siquiera en manos del más devoto partidario de tal causa. Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. El dinero sólo apela al egoísmo e invita irresistiblemente al abuso.

¿Puede alguien imaginarse a Moisés, Jesús o Gandhi armados con las bolsas de dinero de Carnegie

Para leer más:

Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Antoni Bosch, Barcelona, 2011.

 

 

Economía y planificación, en palabras del físico Albert Einstein

_MG_8363

Albert Einstein (1879-1955), además de célebre científico, fue un gran humanista preocupado por el porvenir de la sociedad. No sólo se ocupó de la ciencia sino que, como plasmó en sus escritos, la curiosidad intelectual lo llevó a reflexionar sobre temas diversos, entre ellos, la economía,  el progreso y la justicia social.

Como expresó en el discurso que pronunció ante una asamblea de estudiantes pacifistas alemanes hacia el año 1930, la planificación es necesaria si queremos resolver el problema de la pobreza y alcanzar una sociedad más justa.

«Hoy podemos producir, con muchísimas menos horas de trabajo, el suministro necesario de alimentos y bienes de consumo. En cambio, se ha hecho mucho más difícil el problema de la distribución del trabajo y de los bienes manufacturados. Todos creemos que el libre juego de las fuerzas económicas, el afán individual incontrolado de riqueza y de poder, ya no conducen automáticamente a una solución aceptable de estos problemas. Hay que organizar la producción, el trabajo y la distribución, siguiendo un plan definido, para evitar que se pierdan valiosas energías productivas y que grandes sectores de la población se empobrezcan y desmoralicen».

Igualmente, sensibilizado como estaba con el grave problema del paro que sacudía a Estados Unidos en los años 30 del siglo pasado, Albert Einstein llegó a pronunciar las siguientes palabras:

«Pero el libre juego de las fuerzas económicas no vencerá por sí solo automáticamente estas dificultades. La comunidad ha de aplicar normas que impongan una distribución razonable del trabajo y de los bienes de consumo entre todos los seres humanos. Sin esto, la asfixia alcanzará hasta a los habitantes del país más rico. El hecho es que, dado que el volumen de trabajo necesario para cubrir las necesidades de todos es menor gracias a la mejora de los métodos técnicos, el libre juego de las fuerzas económicas ya no genera una situación en la que pueda encontrar empleo todo el trabajo disponible. Son necesarias una organización y una legislación adecuadas para que los resultados del progreso técnico beneficien a todos».

Para leer más:

Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Antoni Bosch, Barcelona, 2011.

El asombro de José Saramago

_Z0B5612

José Saramago (1922-2010) escribió su último diario personal en 1998, el año en que fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura.

Unas pocas palabras quedaron recogidas en su cuaderno el día 10 de julio; estaban marcadas por el asombro.

«Asombro. El Ayuntamiento de Madrid me propone para el Nobel. En Lanzarote, el taxista que me ha traído del aeropuerto me cuenta que el terreno donde ahora se levanta mi casa había pertenecido a su familia y recordó que cuando tenía diez años labró esta tierra pobre con un camello…»

Para leer más:

José Saramago: El cuaderno del año del Nobel. Alfaguara, Madrid, 2018.

 

 

El hombre en sociedad, una cita con Albert Einstein

4. Antsirabe_Ambositra_18km Ambohimahasoa_2018.08.06

Albert Einstein (1879-1955), además de célebre científico, fue un gran humanista preocupado por el progreso y el porvenir del ser humano. No sólo se ocupó de la ciencia sino que, como plasmó en sus escritos, la curiosidad intelectual lo llevó a reflexionar sobre temas tan diversos como ética, paz, política, economía, filosofía, educación…

Traemos hasta aquí el siguiente fragmento de un texto que Albert Einstein escribió en 1934, con el que nos quiere transmitir el verdadero valor que ha de apreciar el ser humano por vivir junto con sus semejantes en sociedad, en la gran comunidad humana:

«Cuando revisamos nuestras vidas y afanes, pronto advertimos que casi todas nuestras acciones y deseos están ligados a la existencia de otros seres humanos. Percibimos que nuestro carácter es muy parecido al de los animales sociales. Comemos alimentos que otros han producido, vestimos ropas que otros han hecho, vivimos en casas que han construido otros. La mayor parte de nuestros conocimientos y creencias nos han sido comunicados por otras personas por medio de un lenguaje que otros han creado. Nuestra capacidad mental sería pobre, en verdad, sin el idioma; sería comparable a la de los animales superiores. Hemos de admitir, en consecuencia, que debemos nuestra principal ventaja sobre los animales al hecho de vivir en sociedad. Si se dejase solo al individuo desde el nacimiento, se mantendría en un estado primitivo similar al de los animales, en sus pensamientos y sentimientos, hasta un grado difícilmente imaginable. El individuo es lo que es y tiene la importancia que tiene no tanto en virtud de su individualidad como en virtud de su condición de miembro de una gran comunidad humana, que dirige su existencia espiritual y material de la cuna al sepulcro».

Para leer más:

Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Antoni Bosch, Barcelona, 2011.

Garoé, el mítico árbol de El Hierro, en la obra de Viera y Clavijo

Camino Árbol Garoé_2015.04.02. El Hierro

Hace más de 400  existió en la pequeña isla de El Hierro (Canarias) un árbol mítico al que sus habitantes, los bimbaches, llamaron Garoé. El secreto que encerró este árbol estaba estrechamente relacionado con su gran capacidad para abastecer de agua a la población isleña. Cómo se producía dicha proeza natural es una cuestión que conocemos varios siglos después gracias a los escritos de los historiadores.

Uno de esos testimonios históricos que confirman la existencia de este árbol santo al que tanto veneraban los isleños es el texto procedente de la pluma de Juan de Abreu Galindo tras haber visitado el lugar, que recogió el ilustrado Viera y Clavijo en su célebre Historia General de las Islas Canarias.

«El lugar y término donde está este árbol se llama Tigulahe y es una cañada que va por el valle arriba desde la mar a dar a un frontón de risco, donde está nacido el árbol santo, que dicen llamarse en su lengua Garoé, el cual por tantos años se ha conservado sano, entero y fresco; cuyas hojas destilan tanta y continua agua, que da de beber a la isla toda, habiendo proveído la naturaleza esta milagrosa fuente a la sequedad. Y necesidad de la misma tierra. Está de la mar como legua y media y no se sabe qué especie de árbol sea, mas que quieren decir es tilo, sin que de su especie haya otro árbol allí. El tronco tiene de circuito y grosor doce palmos, y de ancho cuatro palmo, y de alto tiene cuarenta desde el pie hasta lo más alto, y la copa en redondo ciento veinte pies de torno. Las ramas muy extendidas y coposas, muy altas de la tierra. Su fruta es como bellota con su capillo, y fruto como piñón, gustoso al comer, aromático, aunque más blando. Jamás pierde este árbol la hoja, la cual es como la hoja de laurel, aunque más grande, ancha y encorvada, con verdor perpetuo; porque la hoja que se seca se cae luego, y queda siempre la verde. Está abrazada a este árbol una zarza que coge y cierra muchas de sus ramas. Cerca de este árbol, en su contorno, hay algunas hayas, brezos y zarzas. Desde su tronco o planta a la parte del norte están dos tanques o pilas grandes, cada una de ellas de veinte pies de cuadrado y de hondura de diez y seis palmos, hechas de piedra tosca que las divide, para que gastada el agua del uno se puede limpiar, sin que le estorbe el agua del otro.

La manera que tiene de destilar el agua este árbol santo o Garoé, es que todos los días por la mañana se levanta una nube o niebla de la mar cerca de este valle, la cual va subiendo con el viento sur o levante por la marina la cañada arriba hasta dar en el frontón; y, como halla allí a este árbol espeso de muchas hojas, asiéntase en él la nube o niebla y recógela en sí y se va deshaciendo y destilando el agua que recogió; y lo mismo hacen los brezos que están en aquel contorno cerca del árbol, sino que, tienen la hoja más diminuta, no recogen tanta agua como el tilo, que es muy ancha, y esa que recogen también la aprovechan, aunque es poca, que solo se hace caudal del agua que destila el Garoé, la cual es bastante a dar para los vecinos y ganados, juntamente con la que queda del invierno, recogida por los charcos de los barrancos; y, cuando el año es de muchos levantes, hay aquel año mayor copia de agua, porque con este viento levante son mayores las nieblas y las destilaciones más abundantes. Cógense cada día más de veinte botas de agua».

Transcurría el año 1610 cuando, escribe Viera y Clavijo, «un recio huracán robó a los herreños y a todas las Canarias aquella preciosa posesión». Pero nos queda en la memoria la constatación de que «la bebida de los antiguos herreños corría en cierto modo por cuenta de una providencia poco común, y que isleños circunvecinos debían mirarlos como a unos hombres favorecidos por la naturaleza».

Camino Árbol Garoé_2015.04.02. El Hierro

Para leer más:

José de Viera y Clavijo (1772): Historia General de las Islas Canarias. (Libro Segundo, capítulo 7: Digresión sobre el árbol de El Hierro).

Albert Einstein y las motivaciones vitales del hombre

_Z0B8428

Más allá de sus teorías científicas, Albert Einstein (1879-1955) nos legó valiosas ideas y opiniones sobre múltiples aspectos -filosóficos, éticos, políticos, económicos- que inciden en el porvenir del ser humano.

En 1918 pronunció un discurso en la Sociedad de Física de Berlín en el que expone sus reflexiones sobre los principios que llevan al hombre a dedicar su tiempo a construir el «templo de la ciencia». De dicho discurso extraemos aquí el siguiente fragmento en el que Einstein describe por qué el ser humano siente como motivación vital el arte y la ciencia.

«En principio, creo, junto con Schopenhauer, que una de las más fuertes motivaciones de los hombres para entregarse al arte y a la ciencia es el ansia de huir de la vida de cada día, con su dolorosa crudeza y su horrible monotonía, el deseo de escapar de las cadenas con que nos atan nuestros deseos siempre cambiantes. Una naturaleza de fino temple anhela huir de la vida personal para refugiarse en el mundo de la percepción objetiva y el pensamiento. Este deseo puede ser comparado con el ansia que experimenta el hombre de la ciudad por escapar de un entorno ruidoso y estrecho y dirigirse hacia el silencio de las altas montañas, donde los ojos pueden vagar en el aire tranquilo y puro y apreciar el paisaje sereno que parece hecho de eternidad».

Para leer más:

Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Antoni Bosch, Barcelona, 2011.