E. J. Mishan y los costes del desarrollo

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Shanghai, China

El economista británico Edward J. Mishan (1917-2014) afirmaba en 1969, con su obra «Growth: the price we pay», que existen serias dudas de que haya una relación positiva clara entre bienestar social y desarrollo económico. Para este autor, que no se identificaba con la escuela de pensamiento económico convencional, los economistas, por lo general, no se preguntan en voz alta si el desarrollo material en Occidente está aumentando globalmente la felicidad de la humanidad.

El «desbocado» mundo moderno en que vivimos ha evolucionado, con su rápido e implacable progreso técnico, generando unos costes sociales que se vuelven excesivos en muchos ámbitos.

Mientras, los ciudadanos nos encontramos continuamente distraídos por «las maravillas de la técnica», de modo que no tenemos «ninguna noción de la amplitud y gravedad de la situación».

Para Mishan el crecimiento económico tiene unos costes sociales -que llamó efectos de rebosamiento– que «se distinguen por cuanto, injustificadamente, no son introducidos en el cálculo desde un comienzo». Entre dichos costes destaca los siguientes:

-La congestión del tráfico en nuestras ciudades.

-La limitada soberanía del consumidor.

-Las pérdidas de tiempo y la ansiedad que genera en el consumidor la creciente producción de mercancías.

-El «cosmopolitismo uniforme».

-La destrucción de la variedad que provoca el progreso tecnológico.

-Los daños al medio ambiente.

En concreto, respecto a los costes medioambientales que conlleva el crecimiento económico, este autor resalta los siguientes:

«(…) la erosión del campo; el afeamiento de nuestras ciudades costeras; la polución de la atmósfera y de los ríos mediante los desperdicios químicos; la acumulación de petróleo en las aguas de nuestras costas; el envenenamiento de nuestras playas por las aguas residuales; la destrucción de la vida silvestre por el uso indiscriminado de los insecticidas; el cambio del sistema de cría de los animales en el campo, al sistema de granjas industriales; y, lo que resulta evidente para todo quien tenga ojos para ver, la irreflexiva destrucción de una rica herencia de bellezas naturales, una herencia que no podrá restaurarse en vida de nuestra generación».

Para Mishan, pues, las principales fuentes del bienestar social no han de buscarse en el crecimiento económico per se, sino en una forma más selectiva de desarrollo. A modo de ejemplo, expone las siguientes sentencias:

«Resulta perfectamente posible arreglar las cosas de forma que se produzcan muchos menos bienes superfluos y, en cambio, se pueda disfrutar de un mayor tiempo libre».

«Podemos reducir la publicidad en los periódicos y, a cambio, conservar nuestros bosques».

«Podemos decidir reducir la lucha por la competencia y optar por una vida más fácil y reposada».

«Devolver la tranquilidad y dignidad a nuestras ciudades y hacer posible que la gente pueda vagar sin verse molestada por el tráfico y pueda gozar de nuevo del encanto de los pueblos y ciudades históricos».

«(…) Preservar para la posteridad aquellos recursos naturales limitados que, en ausencia de una legislación prohibitiva o en ausencia de controles, seguirían siendo deteriorados y malgastados».

Para leer más:

E. J. Mishan (1969): Growth: the price we pay. (En español: E. J. Mishan: Los costes del desarrollo económico. Oikos-tau, Barcelona, 1989, 2ª edición).

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