
El novelista norteamericano Mark Twain (1835-1910) nos traslada, con su obra Las aventuras de Huckleberry Finn (1884), a un ecosistema natural como es el río Mississippi. A los protagonistas de esta novela, el pequeño Huck y el esclavo Jim, les suceden situaciones difíciles que, sin embargo, ven compensadas por los felices momentos que pasan en el río. Como expresa el joven protagonista, «es maravilloso vivir en una balsa», ya que gracias a ella se puede disfrutar de la soledad y del contacto directo con la naturaleza.
Traemos hasta aquí el siguiente pasaje seleccionado de la novela, con el que Mark Twain nos relata un día de vida en el río, al natural:
«Más adelante nos metíamos en el río a nadar un rato, para lavarnos y refrescarnos; después nos sentábamos en la arena del fondo, donde el agua llegaba hasta la rodillas, y esperábamos a que llegara la luz del día. No se oía ni un ruido por ninguna parte, todo estaba en el más absoluto silencio, como si el mundo entero se hubiera dormido, salvo quizás a veces el canto de las ranas. Lo primero que se veía, si se miraba por encima del agua, era una especie de línea borrosa que eran los bosques del otro lado; no se distinguía nada más; después un punto pálido en el cielo y más palidez que iba apareciendo; y luego el río, como blando y lejano, que ya no era negro sino gris; se veían manchitas negras que bajaban a la deriva allá a lo lejos, chalanas y otras barcas, y rayas largas y negras que eran balsas; a veces se oía el chirrido de un remo, o voces mezcladas en medio del silencio, que hacía que se oyeran los ruidos desde muy lejos. Y al cabo de un rato se veía una raya en el agua, y por el color se sabía que allí había una corriente bajo la superficie que la rompía y que era lo que hacía aparecer aquella raya; y entonces se ve la niebla que va flotando al levantarse del agua y el oriente se pone rojo, y el río, y se ve una cabaña de troncos al borde del bosque, allá en la ribera del otro lado del río, que probablemente es un aserradero, y al lado, los montones de madera con separaciones hechas por unos vagos, de forma que puede pasar un perro por el medio; después aparece una bonita brisa que le abanica a uno del otro lado, fresca y suave, que huele muy bien porque llega del bosque y de las flores; pero a veces no es así porque alguien ha dejado peces muertos tirados, lucios y todo eso, y huelen mucho, y después llega el pleno día y todo sonríe al sol, y los pájaros se echan a cantar».
Para leer más:
Mark Twain: Las aventuras de Huckleberry Finn. Editorial Salvat, Barcelona, 2020.