
Existe un lugar en la isla de Tenerife (España) donde sus valores naturales toman un especial protagonismo. Se llama Aguamansa y está localizado dentro del espacio natural protegido actualmente denominado Parque Natural de la Corona Forestal.
Este rincón insular atrajo la atención del escritor Benito Pérez Armas (1871-1937), originario de las Islas Canarias, que lo insertó en su obra La vida, juego de naipes, allá por el año 1925.
Un día los protagonistas de esta novela preparan una excursión a caballo hasta Aguamansa y al llegar se encuentran, en palabras de Pérez Armas, con un medio paradisíaco:
“Llegábamos a Aguamansa y nos detuvimos a contemplar aquel admirable rincón. Los manantiales más caudalosos que fertilizan el Valle de Taoro corrían a nuestros pies cantando en sus acequias; los altos cerros de Los Órganos, hieráticos y terribles, se alzaban a la izquierda; el barranco de Pedro Gil, de márgenes rojizas, mudos testigos de ígneas formaciones, lo teníamos frente a frente; y la cordillera central, cubierta de bosque, lucía diáfana hasta la gran plataforma en que el Teide se levanta, coronado de nubes, como digno remate de la jornada en que el fuego, la piedra y el mar, libraron su contienda de siglos… Las últimas tierras de labor, exornadas de viejos castaños, las fuentes rumorosas, el sosiego y la soledad de aquel retiro, invitaban a sumergirse en el alma de las cosas, y a pensar en que si es cierto que hubo faunos sestearían por allí, junto a las consoladas ninfas, siempre que les enervase el sol o les rindiera el cansancio…”
Para leer más:
Pérez Armas, B.: La vida, juego de naipes. Edición de Pablo Quintana, Gobierno de Canarias, 1990.