José Saramago: una cita con la belleza volcánica de Timanfaya

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El novelista José Saramago (1922-2010) escribió su sexto diario personal en 1998, que permanecería inédito durante veinte años hasta que, finalmente, pudo ver la luz bajo el título de El cuaderno del año del Nobel.

Tras uno de sus viajes a Portugal, Saramago regresa a la isla canaria de Lanzarote (España), donde reside. Allí, el día 28 de abril de 1998 su hábil pluma le dedica unas memorables líneas al paisaje volcánico del Parque Nacional de Timanfaya, que tanta huella dejó en su espíritu.

«No me imaginaba que la más profunda emoción estética de mi vida, aquel inolvidable estremecimiento que un día, hace muchos años, me sacudió de la cabeza a los pies cuando me encontré ante la puerta que Miguel Ángel dibujó para la Biblioteca Laurenciana, en Florencia, no me imaginaba entonces que esa sacudida de todo mi ser repitiera alguna vez, mucho menos ante un paisaje natural, por más bello y dramático que fuese, y por nada admitiría que la impresión que pudiera causarme fuese tan arrebatadora como la que había sentido, en un instante mágico de deslumbramiento, por la virtud de la que desde ese día -no una escultura, no una cúpula, una simple puerta- había pasado a ser, para mí, la obra maestra de Buonarroti. Y, sin embargo, así fue. Cuando mis ojos, atónitos y maravillados, vieron por primera vez Timanfaya; cuando recorrieron y acariciaron el perfil de sus cráteres y la paz casi angustiante de su valle de la Tranquilidad; cuando mis manos tocaron la aspereza de la lava petrificada; cuando desde las alturas de la Montaña Rajada pude entender el esfuerzo demente de los fuegos subterráneos del globo como si los hubiese encendido yo mismo para romper y dilacerar con ellos la piel atormentada de la tierra; cuando vi todo esto, cuando sentí todo esto, creí que debería agradecerle a la suerte, al azar, a la aventura, a ese no sé qué, no sé quién, a esa especie de predestinación que va conduciendo nuestros pasos, el privilegio de haber contemplado en mi vida, no una, sino dos veces, la belleza absoluta».

Para leer más:

José Saramago: El cuaderno del año del Nobel. Alfaguara, 2018.

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Una cita de César Manrique sobre Timanfaya

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Parque  Nacional de Timanfaya, Lanzarote (Islas Canarias)

César Manrique (1919-1992) fue pintor, arquitecto, escultor, urbanista, proyectista… Sin embargo, le molestaban las etiquetas; prefería definirse como artista.

Sintiéndose ciudadano del mundo, amó su isla natal. Para César Manrique la naturaleza volcánica de Lanzarote posee una belleza única, con Timanfaya como protagonista determinante del paisaje que le inspiró para desarrollar su arte y vivir en armonía y libertad.

El paisaje volcánico del parque nacional de Timanfaya, cuyas últimas erupciones tuvieron lugar entre 1730 y 1736, y en 1824, dio pie a que Manrique escribiera las siguientes palabras:

“El estar inmerso y en contacto directo con los magmas calcinados de Timanfaya produce una inquietud de absoluta libertad, y se siente una extraña sensación de claro presentimiento sobre el tiempo y el espacio”.

Para leer más:

César Manrique (1988): Escrito en el fuego.