Naturaleza y progreso técnico, en palabras del Dalai Lama

El pensamiento del líder espiritual tibetano Tenzin Gyatso, más conocido como Dalai Lama, llega a alcanzar reflexiones esenciales sobre los verdaderos cimientos del desarrollo de los países y la calidad de vida de las personas. Preocupado por el bienestar de la humanidad y el lugar donde habitamos, nos advierte de que el progreso técnico es importante pero siempre que no descuidemos el equilibrio ecológico del planeta.

En paralelo a los avances de la ciencia y la tecnología, el mundo moderno se encuentra fuertemente amenazado por la degradación de los ecosistemas, de los cuales depende nuestra subsistencia. En nuestras manos está revertir esta situación.

Así nos lo expresa con pocas palabras el Dalai Lama en los dos fragmentos siguientes de uno de sus libros autobiográficos:

“En mis numerosos viajes por el mundo, tanto en países ricos como en países pobres, en Oriente y Occidente, he visto gentes que disfrutaban de todos los placeres y otras que sufrían. Los avances de la ciencia y de la tecnología no parecen desembocar sino en una mejora lineal y cuantitativa del desarrollo, el cual debería representar más que unas cuantas casas suplementarias en las nuevas ciudades. En consecuencia, el equilibrio ecológico, base de nuestra vida en la Tierra, se ha visto enormemente afectado.

En otro tiempo, el pueblo tibetano tenía una vida feliz en medio de una naturaleza a salvo de toda contaminación. En la actualidad, en todo el mundo e incluso en el Tíbet, la degradación ecológica nos alcanza a gran velocidad. Estoy completamente convencido de que la falta de un esfuerzo concertado entre todos y de una toma de conciencia de nuestra responsabilidad universal harán que asistamos a la destrucción progresiva de los ecosistemas frágiles, fuentes de nuestra subsistencia, y ello provocará la degradación irreversible del planeta Tierra”.

“La ciencia y el progreso técnico son esenciales para mejorar la calidad de vida en el mundo actual. Más importante aún es que nos habituemos a conocer mejor y a apreciar nuestro entorno natural, ya seamos adultos o niños. Si nos preocupamos realmente por los demás y nos negamos a actuar de manera desconsiderada, seremos capaces de cuidar de la Tierra. Aprendamos a compartirla, en lugar de querer poseerla, destruyendo así la belleza de la vida”.

Para leer más:

Dalai Lama: Mi biografía espiritual. Editorial Planeta, Barcelona, 2010.

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Albert Einstein y las motivaciones vitales del hombre

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Más allá de sus teorías científicas, Albert Einstein (1879-1955) nos legó valiosas ideas y opiniones sobre múltiples aspectos -filosóficos, éticos, políticos, económicos- que inciden en el porvenir del ser humano.

En 1918 pronunció un discurso en la Sociedad de Física de Berlín en el que expone sus reflexiones sobre los principios que llevan al hombre a dedicar su tiempo a construir el «templo de la ciencia». De dicho discurso extraemos aquí el siguiente fragmento en el que Einstein describe por qué el ser humano siente como motivación vital el arte y la ciencia.

«En principio, creo, junto con Schopenhauer, que una de las más fuertes motivaciones de los hombres para entregarse al arte y a la ciencia es el ansia de huir de la vida de cada día, con su dolorosa crudeza y su horrible monotonía, el deseo de escapar de las cadenas con que nos atan nuestros deseos siempre cambiantes. Una naturaleza de fino temple anhela huir de la vida personal para refugiarse en el mundo de la percepción objetiva y el pensamiento. Este deseo puede ser comparado con el ansia que experimenta el hombre de la ciudad por escapar de un entorno ruidoso y estrecho y dirigirse hacia el silencio de las altas montañas, donde los ojos pueden vagar en el aire tranquilo y puro y apreciar el paisaje sereno que parece hecho de eternidad».

Para leer más:

Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Antoni Bosch, Barcelona, 2011.

¿Importa realmente la extinción de especies?

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Durante el diálogo que mantienen sobre la situación medioambiental del planeta Tierra, un padre le pregunta a su hijo por la importancia de la extinción de especies. El primero se llama Miguel Delibes, el reputado novelista español, académico y Premio Cervantes de Literatura; el segundo, Miguel Delibes de Castro, reconocido científico, gran conocedor de los problemas ecológicos y Premio Nacional de Medio Ambiente.

«-Pero ¿no crees que ante problemas tan graves como el calentamiento de la Tierra, la escasez de agua dulce o el agujero de ozono, la extinción de unas cuantas especies tal vez no resulte demasiado preocupante? Nuestros coetáneos pueden lamentar que desaparezcan los osos pandas, pero una vez perdidos nadie va a echarlos de menos, y en cambio sí que sufrirán en sus carnes, cada día, la sed, la violencia de los tornados o la subida del nivel de mar.

-Entenderlo así es comprensible desde una perspectiva humana, pero radicalmente equivocado. Supongamos que mientras volamos en avión a once kilómetros de altura nos anuncian que está a punto de agotarse el combustible y que se han soltado algunos remaches del aparato. Probablemente la mayoría de los pasajeros se preocupará casi exclusivamente de la primera información, pues quedarse sin queroseno en pleno vuelo parece un peligro inmediato e irreparable. Al fin y al cabo, pueden pensar, ¿qué nos importan en estos momentos dramáticos unas tuercas de más o de menos? Pero es una cuestión de plazos y de proporciones. Si las tuercas y los remaches que se sueltan son tantos que algunas piezas esenciales del aparato se caen o dejan de funcionar, llegará un momento en que la segunda amenaza será tan grave, o más, que la primera. Los animales, las plantas, los hongos y los microorganismos, todo eso que hoy se conoce con el nombre de biodiversidad, son como las tuercas y los tornillos de la maquinaria de la vida. Trillones de individuos de millones de especies, interactuando de múltiples maneras entre sí y con el soporte físico de la Tierra, hacen que las condiciones del Planeta sean favorables para la vida, de tal manera que su ausencia pone en peligro nuestra propia supervivencia. Aunque no te lo parezca, es un problema gravísimo».

Miguel Delibes de Castro, citando al conocido científico Edward Wilson, nos recuerda que se están extinguiendo muchísimas especies, a un ritmo de 27.000 especies cada año,  lo que supone 72 diarias y 3 cada hora.

Para leer más:

Miguel Delibes y Miguel Delibes de Castro (2005): La Tierra herida. ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos.