Sentir la naturaleza: una cita con Andrés Sánchez Robayna

Sentir la naturaleza para sentir la vida.

Los rayos de sol, el follaje de los árboles, el paisaje de un pinar, el vuelo de unos pájaros, la silueta de las montañas, el sonido del agua, el silencio de las rocas… La naturaleza nos invita sabiamente a adentrarnos en ella con todos nuestros sentidos despiertos. Así nos lo sugiere el poeta español Andrés Sánchez Robayna (Islas Canarias, 1952-2025) con sus versos.

Traemos hasta aquí el siguiente fragmento de su obra Tinta, escrita entre 1978 y 1979, con el que Sánchez Robayna nos expresa su encuentro personal con la naturaleza un día cualquiera a las seis de la tarde.

«Gime la masa de los árboles. En el barranco, sacos, un círculo de piedras, el sol de las seis, la perfecta inmovilidad, el pinar en la línea curva de las últimas montañas, los ojos amarillos del gato negro. En los ojos del gato el sol sestea. La masa de los árboles, el agua estancada, ramas secas, el camino de piedras, bolsas de plástico brillante y negro movidas por el viento, arbustos displicentes, obedientes, milanos errabundos, los pájaros negros en el círculo henchido de las ramas de una palmera, eco de aguas que fluyen. En mis oídos suena el agua ronca del aire entre los platanares. El sol en una roca, la roca soleada, los actos del viento, las sombras de las piedras. Desde la ventana, todo respira y se responde: el vuelo circular de una golondrina, la tunera reseca, el cardón erecto, la sombra fugitiva de la golondrina, el arco de la pata del gato en la roca soleada -el salto sigiloso, misterioso-, las ramas secas, el murmullo cada vez más denso, las palabras que acalla el soplo ardiente, el golpear del viento de las seis de la tarde al fondo del barranco.»

Para leer más:

Andrés Sánchez Robayna: En el cuerpo del mundo. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023.

Del mar mi casa: una cita con el verso de Manuel Padorno

El poeta Manuel Padorno (1933-2002), originario de las Islas Canarias (España), nos legó una obra creativa que abandera como pocos esa conjunción de mar y luz que caracterizan a su archipiélago atlántico.

Mar y luz son dos elementos de la naturaleza que Padorno sintió profundamente como propios, pues los percibía desde la casa canaria donde habitó, a un paso de la arena de la playa que sus pies descalzos pisaban cada día.

SEXTINA del mar mi casa

Cuando bajo a la playa cada día 

curvado recipiente, el oleaje

invisible del mar, luz transparente

ocupa el exterior, vaso de luz;

la mirada se adentra por la playa

a contemplar aquel incendio azul.



Al abrir los cristales el azul

invadirá mi casa, blanco día

el espacio que media entre la playa

y el horizonte, bulle el oleaje

entre los muros, casa de la luz

la misma playa: el vaso transparente.



Y mi ventana, sima transparente

me deja ver el mar, la luz azul

pero también el árbol de la luz

(que no se ve) bullente, claro día

encima de mi casa el oleaje

de la celeste abovedada playa.



Piso el cristal tendido de la playa

en donde vivo, espejo transparente

contra los muros bate el oleaje,

luna del mediodía el techo azul,

alto cielo estrellado, pasa el día

invisibles gaviotas de la luz.



Cuando miro las llamas de la luz,

oh claridad del día de la playa,

mientras bajo descalzo cada día

a la arena, de fuego transparente

todo germina en la llanura azul

sobre la orilla dulce del oleaje.



Habitación azul del oleaje,

adentro del cristal fluye la luz,

invisible fermenta el día azul

acabado a las puertas de la playa

donde mi casa alberga transparente

la llamarada viva cada día.



En Punta Brava crece el día azul,

en la playa invisible, transparente

reside el oleaje de la luz.

Para leer más:

Manuel Padorno: Éxtasis [1973-1993]. Pre-Textos, Valencia, 1993.

Girasoles, en el verso de Gutiérrez Albelo

El poeta Emeterio Gutiérrez Albelo (1904-1969), originario de las Islas Canarias (España), publicó en 1930 Campanario de la primavera, su primera obra.

Se trata de un libro de poemas que rompe con el modernismo y se acerca a las vanguardias artísticas. Este poemario, que reúne colorismo, sensualidad y momentos evocadores, destila también compromiso con la vida y la naturaleza.

Traemos hasta aquí estos versos dedicados a los girasoles:

GIRASOLES

-Decidme qué hora es,
áureos relojes de la primavera.

Para leer más:

Emeterio Gutiérrez Albelo: Campanario, Romanticismo y Enigma del invitado. Gobierno de Canarias, Madrid, 1989.

El árbol, la nube, el mar…, en el verso de Andrés Sánchez Robayna

Cómo reunir en sólo dos estrofas, magistrales, seis cosas esenciales para la vida humana: árbol, casa, vista, manos, nubes, mar…

Traemos hasta aquí el fragmento XLIX perteneciente al poemario titulado El libro, tras la duna que el poeta español Andrés Sánchez Robayna (Islas Canarias, 1952) escribió durante los años 2000-2001.

Los versos de este poeta insular nos pueden sugerir una invitación a sentir con plena conciencia el valor de lo fundamental. Su ausencia es abocarnos al vacío, a la nada, al desconocimiento…

Sé el árbol, sé la casa
sé el huésped que la habita,
dispone a la ceguera para ver,
niega tus manos para ser el tacto.

Oh nube ilimitada
del no saber, suspensa
sobre la mutación, sobre los mares,
habite el ser tu ser, pueble tu nada.

Para leer más:

Andrés Sánchez Robayna: En el cuerpo del mundo. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023.

La palmera, en el verso de Nicolás Guillén

El poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989), que obtuvo entre otros reconocimientos el Premio Nacional de Literatura, destacó por una amplia obra literaria que abarca asuntos de claro contenido social. Además, su pluma lírica también fue sensible a la naturaleza que le rodeaba. Como ejemplo nos ha llegado hasta hoy un pequeño poema que dedicó a un árbol: la palmera, la palma, que tan familiar resulta en su patria antillana.

En 1947 Guillén escribió el poema Palma sola, perteneciente a su obra El son entero. Se trata de una poesía sencilla y honda a la vez con la que el autor nos transmite la idea de fortaleza para perseguir la libertad, aunque reine la más absoluta soledad. Así lo hizo en un patio cubano aquella solitaria palma que soñaba con alcanzar las nubes mientras no dejaba de crecer bajo la luz del sol y la luna.

La palma que está en el patio
nació sola;
creció sola;
bajo la luna y el sol,
vive sola.

Con su largo cuerpo fijo,
palma sola;
sola en el patio sellado,
siempre sola,
guardián del atardecer,
sueña sola.

La palma sola soñando,
palma sola,
que va libre por el viento,
libre y sola,
suelta y sola;
cazadora de las nubes, 
palma sola,
palma sola,
palma.

Para leer más:

Nicolás Guillén: El libro de los sones. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001.

La selva, en el verso de José Martí

La selva no es solamente ese espacio natural de rica biodiversidad que desempeña un papel esencial en el equilibrio ecológico del planeta. También es capaz de transmitir belleza e inspirar a los creadores de las artes.

En el campo de las letras, uno de esos creadores fue el poeta cubano José Martí (1853-1895), precursor del modernismo literario hispanoamericano, cuya obra lírica incluye un poema que intituló «La selva es honda…». Con estos versos Martí nos devuelve toda la hondura de la selva que percibió tanto físicamente, con sus árboles de largas raíces y plantas trepadoras, como sensorialmente, a la par que la humaniza para hacérnosla más cercana.

La selva es honda. Corpulenta flora,
Como densa muralla, el aire fresco
Con sus perfumes penetrantes carga,−
Y el tronco gris, y el ramo verde vierten
Guirnaldas de moradas hipomeas.
Lamiendo el tronco,
Luengas raíces, de la azul laguna
Las anchas ondas perezosas besan,
Como mujer que, en ademán de ensueño,
Los senos recios adelante echando
Los brazos tiende al amador tardío.
Las verdes hojas prometiendo amores,
Murmuran; y en las ondas se reflejan,
Como los vivos que en la tierra corren
La dicha viendo, sin hallarla nunca,
Y las raíces, de su tronco esclavas,
Como el espíritu carnal arreo,
Con desperado aliento se sacuden;
Y, como el alma en los espacios mueve
Un ala, en tanto que en el tronco gime
El ala esposa, gemidora esclava,−
Al árbol alto reciamente juntos
Los blandos hilos en las ondas flotan.

Para leer más:

José Martí: Poesía completa. Alianza editorial, Madrid, 2013.

La cigüeña en el verso de Rafael Alberti

El poeta español Rafael Alberti (1902-1999) dedicó con Nana de la cigüeña, perteneciente a su conocida obra Marinero en tierra, unos versos a esta ave.

En solo dos estrofas Alberti nos transmite su sensibilidad hacia el sencillo canto (el crotoreo) de las cigüeñas, que aún podemos encontrar en lo alto de los campanarios.

Que no me digan a mí
que el canto de la cigüeña
no es bueno para dormir.

Si la cigüeña canta
arriba en el campanario,
que no me digan a mi
que no es del cielo su canto.

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.

El amor al mar, en el verso de Rafael Alberti

El poeta andaluz Rafael Alberti (1902-1999) nos dejó en Marinero en tierra un profundo sentimiento de amor al mar, esa mar de la Bahía de Cádiz que lo vio nacer.

Traemos hasta aquí dos poemas de su conocida obra publicada en 1924.

EL MAR. LA MAR

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
GIMIENDO POR VER EL MAR

Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:

¡Ay mi blusa marinera!
Siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera.

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.

El olivo, en el verso de Josefina de la Torre

Aprender de la naturaleza, nos sugiere la escritora canaria Josefina de la Torre (1907-2002) con el poema Olivo incluido en su obra Marzo incompleto.

El árbol del olivo, como los seres humanos, experimenta a lo largo de su vida periodos de sequía y padecimientos, a la vez que no deja de perseguir viejos anhelos nunca realizados. Sin embargo, la esencia que define a este árbol, que arranca desde sus hondas raíces, permanece inquebrantable.

OLIVO.
Seco, retorcido, tronco doloroso.
Olivo.
Ni flor,
ni rama que cobija.
Angustioso querer y nunca erguirse.
Verdinegro sopor.
Olivo.
Quisieras alzarte,
elevarte, esbelto, orgulloso,
y luchas
desde las raíces de la tierra dura
hasta donde el pecho se te quiebra.
Olivo.
Tus brazos no llegan,
se quedan oscuros.
Tu rama
apenas es bella.
Pero tú, olivo,
no cambiarías tu entraña por llegar al cielo.

Para leer más:

Josefina de la Torre: Oculta palabra cierta. Antología poética. Editorial Renacimiento, Sevilla, 2020.

La importancia de los árboles, en el verso de Rafael Alberti

El poeta español Rafael Alberti (1902-1999) nos dejó en ¡A volar!, poema incluido en su célebre obra Marinero en tierra, un sentido canto por la conservación de la naturaleza.

Con estos versos Alberti nos exhorta a no deforestar. La mano del hombre, presta a talar árboles, alcanza a romper el equilibrio ecológico que se establece entre los pinos y las aves que cobijan.

LEÑADOR,
no tales el pino
que un hogar
hay dormido
en su copa.

-Señora abubilla,
señor gorrión,
hermana mía calandria,
sobrina del ruiseñor;
ave sin cola,
martín-pescador,
parado y triste alcaraván:

¡a volar,
pajaritos,
al mar!

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.