La sierra de Guadarrama, en el verso de Antonio Machado

Ruta Puerto de Cotos_Laguna Grande de Peñalara

El escritor Antonio Machado (1875-1939) nos legó una extensa obra poética de singular calidad.  Como dejó escrito, empleó muchas horas de su vida para elaborar rimas que son producto de sus meditaciones sobre «los enigmas del hombre y del mundo». También nos confiesa su profundo amor a la Naturaleza: «en mí supera infinitamente al del Arte».

La maestría literaria de Antonio Machado queda plasmada en múltiples poemas en los que apreciamos la gran admiración que tenía por la belleza natural, como es el caso, por ejemplo, de Campos de Castilla (1907-1917). De esta obra destacamos aquí un pequeño poema que dedicó a la Sierra de Guadarrama. Este espacio natural protegido español, que Machado visitaba en su época de estudiante, fue declarado Parque Nacional en 2013.

   ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?
   Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Para leer más:

Antonio Machado: Poesías completas. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1998.

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La casa de la diosa Calipso, en palabras de Homero

Durante el largo viaje de regreso a su patria, la anhelada Ítaca, Ulises se ve arrastrado por los dioses hasta la isla de Ogigia. Aquí vive “la artera Calipso nacida de Atlante, la de hermosos cabellos, terrible deidad”, que lo retuvo en su casa durante siete años persuadiéndolo infructuosamente con la inmortalidad y la eterna juventud.

Con las siguientes palabras describe Homero en la Odisea la casa de la diosa Calipso que conoció Ulises en aquella bella isla:

“A la isla remota llegó finalmente y en ella tomó tierra dejando las aguas violáceas; derecho caminó hacia la cueva espaciosa, mansión de la ninfa de trenzados cabellos. Allí estaba ella, un gran fuego alumbraba el hogar, el olor del alerce y del cedro de buen corte, al arder, aromada dejaban la isla a lo lejos. Cantaba ella dentro con voz melodiosa y tejía aplicada al telar con un rayo de oro. A la cueva servía de cercado un frondoso boscaje de fragantes cipreses, alisos y chopos, en donde tenían puesto su nido unas aves de rápidas alas, alcotanes y búhos, chillonas cornejas marinas de la raza que vive del mar trajinando en las olas.

En el mismo recinto y en torno a la cóncava gruta extendíase una viña lozana, florida de gajos. Cuatro fuentes en fila, cercanas las cuatro en sus brotes, despedían a lados distintos la luz de sus chorros; delicado jardín de violetas y apios brotaba en su torno: hasta un dios que se hubiera acercado a aquel sitio quedaría suspenso a su vista gozando en su pecho.”

Para leer más:

Homero: Odisea. Editorial Gredos, Barcelona, 2019.

La cigüeña en el verso de Rafael Alberti

El poeta español Rafael Alberti (1902-1999) dedicó con Nana de la cigüeña, perteneciente a su conocida obra Marinero en tierra, unos versos a esta ave.

En solo dos estrofas Alberti nos transmite su sensibilidad hacia el sencillo canto (el crotoreo) de las cigüeñas, que aún podemos encontrar en lo alto de los campanarios.

Que no me digan a mí
que el canto de la cigüeña
no es bueno para dormir.

Si la cigüeña canta
arriba en el campanario,
que no me digan a mi
que no es del cielo su canto.

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.

El amor al mar, en el verso de Rafael Alberti

El poeta andaluz Rafael Alberti (1902-1999) nos dejó en Marinero en tierra un profundo sentimiento de amor al mar, esa mar de la Bahía de Cádiz que lo vio nacer.

Traemos hasta aquí dos poemas de su conocida obra publicada en 1924.

EL MAR. LA MAR

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
GIMIENDO POR VER EL MAR

Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:

¡Ay mi blusa marinera!
Siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera.

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.

El olivo, en el verso de Josefina de la Torre

Aprender de la naturaleza, nos sugiere la escritora canaria Josefina de la Torre (1907-2002) con el poema Olivo incluido en su obra Marzo incompleto.

El árbol del olivo, como los seres humanos, experimenta a lo largo de su vida periodos de sequía y padecimientos, a la vez que no deja de perseguir viejos anhelos nunca realizados. Sin embargo, la esencia que define a este árbol, que arranca desde sus hondas raíces, permanece inquebrantable.

OLIVO.
Seco, retorcido, tronco doloroso.
Olivo.
Ni flor,
ni rama que cobija.
Angustioso querer y nunca erguirse.
Verdinegro sopor.
Olivo.
Quisieras alzarte,
elevarte, esbelto, orgulloso,
y luchas
desde las raíces de la tierra dura
hasta donde el pecho se te quiebra.
Olivo.
Tus brazos no llegan,
se quedan oscuros.
Tu rama
apenas es bella.
Pero tú, olivo,
no cambiarías tu entraña por llegar al cielo.

Para leer más:

Josefina de la Torre: Oculta palabra cierta. Antología poética. Editorial Renacimiento, Sevilla, 2020.

La importancia de los árboles, en el verso de Rafael Alberti

El poeta español Rafael Alberti (1902-1999) nos dejó en ¡A volar!, poema incluido en su célebre obra Marinero en tierra, un sentido canto por la conservación de la naturaleza.

Con estos versos Alberti nos exhorta a no deforestar. La mano del hombre, presta a talar árboles, alcanza a romper el equilibrio ecológico que se establece entre los pinos y las aves que cobijan.

LEÑADOR,
no tales el pino
que un hogar
hay dormido
en su copa.

-Señora abubilla,
señor gorrión,
hermana mía calandria,
sobrina del ruiseñor;
ave sin cola,
martín-pescador,
parado y triste alcaraván:

¡a volar,
pajaritos,
al mar!

Para leer más:

Rafael Alberti: Marinero en tierra. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1985.

La paloma, en el verso de Rafael Alberti

La paloma, como símbolo de amor, libertad o paz, forma parte de la cultura de nuestra civilización. El poeta español Rafael Alberti (1902-1999) logró escribir con pocas palabras un breve poema de gran belleza, en el que el protagonista es este animal, consiguiendo que ochenta años después siga perteneciendo a nuestra memoria colectiva.

La lectura del poema nos sugiere que está abierto a distintas interpretaciones. Tal vez el vuelo errante de la paloma de Alberti represente el rumbo equivocado del ser humano.

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)

Para leer más:

Rafael Alberti: Entre el clavel y la espada. Ediciones Orbis, Barcelona, 1984.

Pino Betancor: la tierra es nuestro hogar

La escritora española Pino Betancor (1928-2003), con su poemario Dejad crecer la hierba (2002), nos legó una sentida llamada para que el ser humano procure un mundo justo y en paz, donde no existan las guerras que amenazan la vida en la tierra que nos acoge.

A la par sus versos, dirigidos en particular a los niños, los futuros guardianes del mundo de mañana, se convierten en una abierta invitación para que no nos distanciemos del medio natural y seamos capaces de convivir armoniosamente con él. Como expresan los siguientes versos seleccionados, su poesía es un auténtico canto de amor a la Tierra:

Dejad que crezca el árbol,
que siga siendo
la casa de las aves
susurrante verdor
de los caminos.

Dejad crecer la hierba,
que los campos no dejen
de ser mares de espigas,
alfombras de olivos verde-gris,
tapices de rosados almendros.

Dejad crecer la hierba…!

Que el agua saltarina de los ríos
vuelva a ser lecho puro
donde vivan los peces,
líquida agua marina
entre los labios.

Dejad crecer la hierba…!

En este mundo nuestro,
planeta azul y verde,
pudiera de repente apagarse la vida.

Pudiera ser tan solo
un cascarón vacío,
convertido en ceniza,
polvo y muerte.

La tierra es nuestro hogar,
y es para todos.

Los pueblos son estancias
de un único edificio
que debéis preservar de la ruina.

 

Para leer más:

Betancor, Pino: Nada más que esa luz. Ediciones La Palma, Madrid, 2016.

El cocodrilo, en el verso de Pino Betancor

Con el poema El viejo cocodrilo (2001), la escritora española Pino Betancor (1928-2003) dedicó su pluma en verso a un animal salvaje que vive en los grandes ríos verdes de nuestro planeta. Hasta que un día la mano utilitaria del hombre lo caza y le cambia su destino…

Hace cien años fue
un animal salvaje.
Los grandes ríos verdes
le lamieron la piel
y la selva encendida

puso su luz en ella.
Un día le cazaron,
y con su piel hicieron
un gran bolso de viaje.
Subió a los grandes barcos,

recorrió los andenes,
conoció mil países
aquel lujoso bolso.
Su oscura piel brillante
ocultaba el pasado

del animal salvaje
a quien todos temían.
El animal que supo
de lluvias torrenciales
y amaneceres rojos.

Cuando me lo entregaron
ya era un pequeño bolso
para ir al teatro,
o llevar a una cena.
Su destino ya no era

los lejanos viajes fabulosos
Ahora que el mundo es otro,
que mi alma viajera se ha perdido
y oscurece en mi vida
lentamente.

Ahora casi nunca lo saco del armario,
al viejo cocodrilo.

Para leer más:

Betancor, Pino: Nada más que esa luz. Ediciones La Palma, Madrid, 2016.

La Isla de La Palma en el verso de Pedro García Cabrera

La Palma, Islas Canarias

A La Palma, isla atlántica de las Canarias, dedicó el escritor Pedro García Cabrera (1905-1981) uno de los 37 romances que componen su poemario Vuelta a la isla, publicado en 1968.

Es un sentido homenaje a la isla palmera con el que el poeta, más allá de la descripción geográfica, consigue entrelazar naturaleza y humanismo, conformando un único paisaje.

La esencia de esta realidad singular se vuelve verso después de que el escritor haya pisado suelo palmero “viviendo su actualidad, pensando sus noches y respirando sus días, conversando con las gentes y el aire que las rodea”.

Con este poema las retamas, los pinares, los mares, las cumbres, los volcanes de la Isla de La Palma se funden con la identidad, la libertad, la sabiduría, la lucha y la fortaleza que poseen sus gentes.

La sombra que esta retama

de la mirada desprende

me lleva en su catalejo

hasta oír cantar las preces

de pinares a La Palma,

abarloada al poniente.

La Palma no es soledad.

Es la cabeza de puente

que sobre los océanos

tendieron los continentes.

Para ella no hay fronteras,

no emigra nunca ni puede;

mar y tierra son caminos

y andarlos le pertenece.

Casi con forma de pez

no cae nunca en las redes

de hacer su patria en veredas

que no partan de sus sienes.

Y no es que cierre los ojos

y al desamor alimente.

Es que en la cuna aprendió

que los volcanes no duermen,

trabajándose en las cumbres

silencio que el fuego enciende.

Es que desde su niñez

ve que los días florecen

la noche del horizonte

y las agonías mueren.

Y así a su vida da fuerza

la juventud de la muerte.

Selváticas intuiciones

racionalizan su mente.

Jamás vacilan sus pasos,

van escritos en su frente

y en los muros del hogar

bien a las claras los tiene.

No digo que son columnas,

sí digo que son paredes

para que el sol y la lluvia

sus esponsales celebren,

en cueros como los niños

y en alto como las fuentes.

La Palma, yo soy La Palma

abarloada al poniente.

Por la borda las nostalgias,

mi raíz es Taburiente

y si lo quiero mayor

lo multiplico por nueve.

No me digáis que conquiste,

esos son otros belenes,

siendo dueña de mí misma

todo lo tengo con creces.

Y así me llevo conmigo

a dondequiera que fuere,

que soy La Palma, La Palma

abarloada al poniente.

Para leer más:

García Cabrera, P.: Diez poemas. Gobierno de Canarias, 2005.

García Cabrera, P.: Vuelta a la isla. Fundación Pedro García Cabrera, Santa Cruz de Tenerife, 2005.