El canto a la palmera de Miguel Hernández

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En 1933 el poeta español Miguel Hernández (1910-1942) publicó este poema con el que, a modo de acertijo para el lector, canta a la palmera de su tierra natal para convertirla en la protagonista.

«ANDA, columna; ten un desenlace

de surtidor. Principia por espuela.

Pon a la luna un tirabuzón. Hace

el camello más alto de canela

Resuelta en claustro viento esbelto pace,

oasis de beldad a toda vela

con gargantillas de oro en la garganta:

fundada en ti se iza la sierpe, y canta».

Para leer más:

Miguel Hernández (1933): Perito en lunas

Cita con la naturaleza y la filosofía a través de la palabra de Emilio Lledó

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El profesor de filosofía y académico Emilio Lledó nos regala, en forma de palabra escrita, unos diálogos enriquecedores que mantiene con el también profesor Manuel Cruz.

Entre los temas que tratan ambos estudiosos de la filosofía, la admiración por la naturaleza queda reflejada desde la primera página del libro «Pensar es conversar», cuando Emilio Lledó recibe la pregunta inicial: «¿Por qué decidió estudiar la carrera de Filosofía?».

Esta es la respuesta sabia que nos devuelve el gran pensador:

«EMILIO LLEDÓ: Es una buena pregunta. Porque de niño, como es natural, yo desconocía qué era filosofía, pero sí me daba cuenta, durante los años de la enseñanza media, de que había una serie de temas que me interesaban como adolescente: el no engañar, qué era la verdad, qué es el mundo y cómo se presenta.

Me llamaba mucho la atención, por ejemplo, que a los árboles en el invierno se les cayeran las hojas y que a la llegada de la primavera el verde explotase. Eso me sorprendía tanto que aún ahora, cuando acaba el invierno, continúa asombrándome el contemplar los árboles de mi calle sin hojas y, de pronto, un día, al asomarme a la ventana, descubrir que hay un intenso verdor en ellos. Y me maravillo como si tuviera quince años, y pienso en lo que es la naturaleza -ese descubrimiento en los orígenes de la filosofía griega- y en el abandono en que la tenemos sumida, porque estamos habituados a olvidarnos de lo que es esa fuerza prodigiosa que nos circunda y, también, de lo asombroso que es nuestra propia naturaleza, nuestro cuerpo, porque somos iguales a esos árboles; solo que carecemos de un tronco y unas ramas que nos hagan florecer aunque, como estos, nosotros también nacemos, crecemos y después desaparecemos».

Y en unas páginas más adelante nos vuelve a descubrir la esencia del ser humano:

«Y es que la sustancia verdadera de lo que somos es la tierra, el agua, el fuego o, sin ir más lejos, el aire que respiramos, porque solo con que faltara un único día en nuestro mundo, adiós a todos; porque lo que somos en realidad es naturaleza».

Para leer más: 

Emilio Lledó y Manuel Cruz (2015): «Pensar es conversar. Diálogo entre dos filósofos».

La naturaleza en el «mundo feliz» de Aldous Huxley

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El escritor inglés Aldous Huxley (1894-1963) publicó en 1932 su obra «Un mundo feliz». En este clásico de la literatura del siglo XX se dibuja un mundo en el que priman los dioses de la comodidad, la producción y el consumo sobre los valores humanos.

En el «mundo feliz» de Aldous Huxley transcurría el año 632 después de Ford. El director de incubación y condicionamiento de la central de Londres acompaña a los nuevos alumnos en su visita a los diversos departamentos, mientras les explica las técnicas que se aplican a los niños para que en el futuro logren «el secreto de la felicidad y la virtud».

«Las prímulas y los paisajes, explicó, tienen un grave defecto: son gratuitos. El amor a la naturaleza no da trabajo a las fábricas. Se decidió abolir el amor a la naturaleza, al menos entre las castas más bajas, pero no la tendencia a consumir transporte. Porque era esencial que siguieran deseando ir al campo aunque lo odiaran. El problema residía en hallar una razón económica más poderosa para que utilizaran los transportes que la mera afición a las prímulas y los paisajes. Y lo encontraron.

-Condicionamos a las masas de modo que odien el campo -concluyó el director-. Pero simultáneamente las condicionamos para que adoren los deportes campestres. Al mismo tiempo, velamos para que todos los deportes al aire libre entrañen el uso de artilugios sofisticados. Así, además de utilizar transportes, consumen artículos manufacturados. De ahí estas descargas eléctricas.

-Comprendo -dijo el estudiante, y, presa de admiración, guardó silencio».

¿Ciencia ficción o vaticinio? En cualquier caso, estas inquietantes palabras, que con ironía mordaz escribe Aldous Huxley allá por el año 1932, resuenan hoy en nuestra mente por alertarnos sobre el devenir de nuestro «mundo moderno», en el que atestiguamos dos hechos: la expansión del mercado, que trata de incorporar recursos vitales como la propia naturaleza, y la tendencia del ser humano a buscar su bienestar, entendido como comodidad, a través de medios artificiales.

Para leer más:

Aldous Huxley (1932): Un mundo feliz.

Una cita con la naturaleza en la obra de Hemann Hesse

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«Lo visible es expresión, la naturaleza es imagen, lenguaje y jeroglífico en color. Actualmente, a pesar de una ciencia natural altamente desarrollada, no estamos bien formados para lo que es la auténtica visión, y nos encontramos más bien en pie de guerra con la naturaleza. Otros tiempos, tal vez todos los tiempos, todas las épocas anteriores a la conquista de la tierra por la técnica y la industria, han poseído una sensibilidad y un entendimiento para el lenguaje mágico de la naturaleza y han sabido interpretarla en una forma más pura e inocente que nosotros. Esta sensibilidad no era una actitud sentimental, la relación sentimental del hombre con la naturaleza es de fecha bastante reciente, y tal vez haya nacido sólo de nuestra mala conciencia frente a la naturaleza».

Fuente: Hermann Hesse: «Sobre mariposas». Artículo publicado en 1935 y compilado en el libro Pequeñas alegrías (2010).