Las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE (1990-2018)

Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que generan los países de la UE-27 se han cuantificado en 3.764 millones de toneladas de CO2 equivalentes en el año 2018. Ello supone un descenso del -2,3% respecto a 2017, por lo que se retoma la senda descendente que se vio interrumpida en 2015 y 2017 cuando las emisiones registraron incrementos del 1,4% y 0,7%, respectivamente.

En un análisis temporal más amplio, se constata que desde el año 1990, cuando los GEI generadores del cambio climático emitidos a la atmósfera ascendieron 4.958 millones de toneladas, se ha producido una reducción total de las emisiones del 22,5% en el conjunto de la UE.

Las principales causas que explican la reducción de las emisiones de GEI  en la UE son diversas: el aumento de la participación del uso de las energías renovables, el menor uso de los combustibles fósiles, mejoras en la eficiencia energética, cambios económicos estructurales y la recesión económica, como señala el informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente.

En un análisis por sectores, la reducción de emisiones de GEI ha sido casi generalizada, con la significativa excepción del transporte y la refrigeración y aire acondicionado. Los mayores descensos se han observado en la industria manufacturera, la construcción, la producción de electricidad y calor, la producción de hierro y acero y la combustión residencial.

Los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera son en su mayoría gases de dióxido de carbono (CO2), que representan el 81,2% del total de GEI de la UE-27 en 2018. Las emisiones de estos gases CO2 han disminuido entre 1990 y 2018 un 21,1%%. También se han reducido las emisiones de otros GEI como el metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbono (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Por el contrario, se han incrementado las emisiones de hidrofluorocarbono (HFC) y de trifluoruro de nitrógeno (NF3).

En un análisis por países, en el año 2018 dos tercios (el 65,8%) del total de emisiones de GEI de la UE-27 procedían de cinco países: Alemania (22,8%), Francia (11,8%), Italia (11,4%), Polonia (11,0%) y España (8,9%).

Durante el periodo 1990-2018 la mayoría de los países de la Unión han reducido sus emisiones de GEI, contabilizándose las disminuciones absolutas más importantes en los dos Estados miembros más emisores, Alemania (391.090 Mt menos) y Francia (103.511), y en Rumanía (131.879).

En términos porcentuales, entre 1990 y 2018 las mayores reducciones se han registrado en Lituania (-57,8%), Letonia (-55,5%), Rumanía (-53,2%) y Estonia (-50,4%).

Por el contrario, son cinco los países de la Unión Europea los que han aumentado sus emisiones de CO2 durante el periodo 1990-2018: Chipre (55,0%), España (15,5%), Portugal (15,0%), Irlanda (9,9%) y, en menor medida, Austria (0,6%).

De cara al futuro, los últimos objetivos asumidos por la UE en el Pacto Verde Europeo apuntan a proseguir por la senda de continuada reducción de las emisiones de GEI, de modo que se alcance una disminución de al menos un 50% en 2030 y se logre la neutralidad climática en 2050.

Para más información:

EEA: Annual European Union greenhouse gas inventory 1990–2018 and inventory report 2020

Eurostat

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Siete respuestas a la situación del medio ambiente en Europa (2020)

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Como expresa la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) en su informe El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020, Europa ha logrado avances significativos durante las dos últimas décadas en el ámbito medioambiental. Sin embargo, nos advierte de que la UE no alcanzará un futuro próspero y sostenible dentro de los límites ecológicos del planeta si continúa con sus mismas tendencias medioambientales y económicas. Son múltiples los desafíos que los europeos tienen por delante en materia de medio ambiente y sostenibilidad, entre ellos, la contaminación atmosférica, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, que están vinculados intrínsecamente a las actividades económicas y los estilos de vida .

Ante los retos medioambientales en Europa el informe de AEMA identifica siete ámbitos importantes en los que es necesario que la política europea actúe a partir de ahora para facilitar durante los próximos diez años la transición hacia una economía hipocarbónica:

1. Aplicar al máximo todo el potencial de las políticas medioambientales vigentes.

Europa adolece de carencias en la aplicación de su política medioambiental. No ha conseguido aplicar en su totalidad su legislación vigente, lo que está suponiendo un coste estimado para la sociedad de 30-80 de euros billones al año. Es necesario fortalecer la aplicación de la política medioambiental europea vigente, mediante el aumento de la financiación, haciendo partícipes de la misma a empresas y ciudadanos, y mejorando la coordinación de las autoridades nacionales, regionales y locales.

Según AEMA es esencial una mejor integración de los objetivos medioambientales en todas las políticas sectoriales. Así, por ejemplo, en el sector agrícola, la integración de la variable ambiental en la Política Agrícola Común (PAC) ha dado frutos limitados, puesto que no ha evitado la pérdida continua de biodiversidad y la degradación medioambiental.

Desde un punto de vista más global, la integración de los objetivos medioambientales en la toma de decisiones económicas debiera plasmarse en el uso de una contabilidad ambiental y económica integrada y de indicadores de progreso social que van más allá del Producto Interior Bruto.

Finalmente, otro aspecto relacionado con la aplicación de las políticas es la necesidad de mejorar su coherencia para lograr mayores avances. Por ejemplo, tenemos unos objetivos ambiciosos en materia de energía limpia y cambio climático, pero, sin embargo, persisten aún importantes subsidios a la energía basada en combustibles fósiles.

2. Convertir la sostenibilidad en eje clave de todas las políticas.

El enfoque de marcos de políticas de largo plazo sistémicas permite la coherencia en el objetivo de la sostenibilidad para el conjunto de la economía. Tal enfoque se ha aplicado en sistemas clave como energía y movilidad, o en herramientas como las estrategias para una economía circular y baja en carbono. Este enfoque habría que extenderlo a otros sistemas como el de alimentación, productos químicos y usos del suelo.

3. Liderar la acción internacional hacia la sostenibilidad.

Los problemas medioambientales y de sostenibilidad globales necesitan respuestas globales, como ha quedado de manifiesto, por ejemplo, con los esfuerzos internacionales que han sido necesarios para alcanzar el Acuerdo de París sobre cambio climático.

Antes los retos medioambientales globales, la Unión Europea, gracias a su influencia económica y diplomática, puede desempeñar un papel de liderazgo a la hora de ponerlos en lo alto de la agenda internacional para hacerlos frente. Así, por ejemplo, la plena aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en la UE y el apoyo activo para su implementación en otras regiones pueden ser esenciales para propulsar transiciones de sostenibilidad a nivel internacional que, al mismo tiempo, se traducirán en resultados positivos para la propia UE.

4. Fomentar la innovación en el conjunto de la sociedad.

La transición hacia la sostenibilidad sigue requiriendo la aplicación de las políticas medioambientales y de acciones que fomenten la innovación, por ejemplo, mediante incentivos que fomenten las inversiones sostenibles. Pero, además, desde un enfoque sistémico la innovación requiere que las contribuciones desde los distintos ámbitos de la política (I+D, industria y otros sectores, educación, bienestar, comercio, empleo) sean coherentes.

Es también fundamental fomentar la innovación en los distintos sectores de la sociedad, para facilitar el surgimiento de nuevas formas de pensar y de vivir, más sostenibles. Se ha de estimular la creación de entornos adecuados para que administraciones públicas, emprendedores, investigadores y empresas propicien formas sostenibles de producir y consumir. Es necesario que la innovación favorezca nuevas prácticas sociales, tecnologías, modelos de negocio y soluciones basadas en la naturaleza que favorezcan la transición hacia la sostenibilidad.

5. Aumentar las inversiones y reorientar la financiación hacia la sostenibilidad.

Para AEMA es urgente priorizar y redigirir las inversiones hacia la sostenibilidad. Ciertamente la transición hacia una economía europea sostenible exige cuantiosas inversiones. Sin embargo, las ganancias para los europeos son también grandes, si tomamos en cuenta la degradación evitada a la naturaleza y la sociedad, así como las oportunidades económicas y sociales que se crean.

Se estima que la modernización y descarbonización de la economía de la UE requiere una inversión adicional en el sistema energético e infraestructura vinculada que alcanza los 175 a 290 billones de euros cada año. Esto, no obstante, conllevaría importantes beneficios para la salud, por ejemplo, reduciendo los problemas de salud relacionados con las partículas finas que se estiman en alrededor de 200.000 millones de euros al año. Asimismo, se calcula que la reducción de las importaciones de combustibles fósiles sea de 2-3 billones de euros en el periodo 2031-2050. El cambio de modelo energético hacia otro basado en fuentes renovables abre también nuevas oportunidades para los países europeos en los mercados mundiales de energía limpia.

Son diversos los instrumentos, y en distintos ámbitos, que pueden emplear las administraciones públicas para reorientar la inversión privada en la senda de la sostenibilidad: vivienda, contratación, sector financiero, infraestructuras verdes, impuestos y subsidios medioambientales, etc.

6. Gestionar los riesgos y garantizar una transición socialmente justa.

Los procesos de transición nunca son ciertos y con frecuencia producen consecuencias imprevistas y no deseadas. Por eso para el éxito de la transición hacia la sostenibilidad es necesario que las sociedades reconozcan la existencia de riegos y oportunidades, y sean capaces de fijar vías para gestionarlos.

Las políticas nacionales y comunitarias han de desempeñar un papel esencial para asegurar “transiciones socialmente justas” que garanticen que empresas, trabajadores y regiones afectadas negativamente por la transición hacia la sostenibilidad encuentren las respuestas adecuadas para que nadie quede atrás, para que los beneficios y los costes sean compartidos de forma justa en toda la sociedad.

7. Crear nuevos conocimientos vinculados con la acción hacia la sostenibilidad.

La transición hacia la sostenibilidad conlleva la toma continúa de decisiones políticas que, para que tengan buenos resultados, ha de basarse en el conocimiento completo de una realidad compleja y en acelerado cambio. Se hace necesario profundizar cada vez más en la comprensión de los sistemas que originan las presiones medioambientales y, al mismo tiempo, generar nuevos conocimientos que faciliten soluciones de sostenibilidad.

Por eso han de explorarse nuevas vías de conocimiento vinculadas con la acción hacia la sostenibilidad: aprovechar las principales oportunidades que ofrece la digitalización para la producción de conocimiento y la comunicación; potenciar los enfoques anticipadores y transdisciplinares para comprender la realidad; considerar el conocimiento basado en la práctica; desarrollar nuevas capacidades, competencias y estructuras institucionales, y fomentar la innovación social, por ejemplo para involucrar a las partes interesadas.

Para más información:

The European environment -state and outlook 2020

AEMA: El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020 (Resumen ejecutivo).

La situación del medio ambiente en Europa (2020)

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La visión general de la Unión Europea es Vivir bien, respetando los límites ecológicos del planeta, como quedó expresado en el Séptimo Programa de Acción en materia de Medio Ambiente, adoptado en 2013. Cabe preguntarse, por tanto, en materia medioambiental si la situación actual en la UE es coherente con esa visión.

El informe que elabora cada cinco años la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) constituye la evaluación más completa que existe sobre la situación del medio ambiente en Europa. Por eso resultan especialmente importantes las conclusiones reunidas en su último informe El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020. Además de aportarnos una información exhaustiva y actualizada sobre la situación medioambiental de Europa en sus múltiples ámbitos (biodiversidad, agua, suelo, cambio climático, contaminación, residuos, etc.), este informe de evaluación nos permite conocer el grado de cumplimiento que está alcanzando la Unión Europea respecto a sus objetivos medioambientales para 2020 y 2030, con las vistas puestas en una economía sostenible e hipocarbónica para 2050.

En el ámbito medioambiental, como en muchos otros, la situación de Europa no es ajena a la situación que atraviesa el mundo. Nos hallamos, hoy por hoy, en un planeta donde el 75% del medio ambiente terrestre y el 40% del marino se encuentran gravemente alterados, según AEMA. Además, el cambio climático, procedente de las actividades humanas que producen emisiones de gases de efecto invernadero, es una seria amenaza para la vida. Los datos científicos nos alertan de que la sexta extinción masiva de biodiversidad ya está en curso.

Ante esta situación global, Europa no puede abstraerse, porque contribuye a ella más que muchas zonas de otros continentes. Como es conocido, sus sistemas de producción y consumo dependen en buena medida de recursos extraídos o utilizados en otras partes del mundo.

Los retos medioambientales en Europa

El informe de 2020 de AEMA subraya que Europa ha logrado avances significativos durante las dos últimas décadas. Así, destaca, por ejemplo, las reducciones registradas por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los progresos logrados en la lucha contra la contaminación del agua y del aire y la introducción de políticas de reducción del plástico y de fomento de la economía circular.

Sin embargo, a pesar de los logros conseguidos, AEMA nos advierte de que Europa no alcanzará un futuro próspero y sostenible dentro de los límites ecológicos del planeta si continúa con sus mismas tendencias medioambientales y económicas. En realidad, la situación del medio ambiente no ha mejorado desde el anterior informe de 2015 sino que ha empeorado.

A modo de síntesis se presentan a continuación los principales rasgos y retos medioambientales que definen la situación actual del medio ambiente en Europa:

  • La contaminación atmosférica continúa afectando a la biodiversidad y los ecosistemas.
  • Persisten niveles excesivos de nitrógeno que afectan al 62% de la superficie de los ecosistemas de Europa.
  • Siguen muy presentes los efectos del cambio climático en la biodiversidad y los ecosistemas.
  • La agricultura, la pesca, el transporte y la producción de energía siguen causando pérdida de biodiversidad, extracción de recursos y emisiones nocivas.
  • No se está en vías de cumplir con el objetivo global de detener la pérdida de biodiversidad para 2020.
  • Es probable que no se alcance el objetivo de un estado ecológico adecuado para todas las masas de agua para 2020.
  • La mayoría de los objetivos fijados para 2020 no se van a alcanzar, especialmente en materia de biodiversidad, si bien todavía existe una oportunidad de lograr las metas a largo plazo para 2030 y 2050.
  • La fragmentación del paisaje sigue aumentando, perjudicando a los hábitats y a la biodiversidad.
  • El ritmo de los avances se ha frenado en ámbitos como los de emisiones de GEI, emisiones industriales, generación de residuos, eficiencia energética y cuota de energías renovables.
  • Se vuelve difícil el cumplimiento de los objetivos de eficiencia energética fijados para 2020.
  • El ritmo de progreso actual no será suficiente para cumplir los objetivos climáticos y energéticos para 2030 y 2050.
  • Han aumentado las emisiones nocivas procedentes del transporte y la agricultura.
  • La producción y el consumo de productos químicos peligrosos se han mantenido estables.
  • No se ha logrado una integración medioambiental que aborde las presiones medioambientales de los sectores económicos.
  • No se ha avanzado en la protección a los europeos de los riesgos medioambientales para la salud y el bienestar, como la contaminación atmosférica y el ruido.
  • La exposición a partículas finas es responsable de unas 400.000 muertes prematuras al año en Europa.

Ante esta preocupante situación, con su informe de 2020, AEMA insta a países, dirigentes y responsables políticos europeos a ampliar y acelerar radicalmente las políticas y acciones con el fin de evitar daños irreversibles.

El mensaje es claro: la trayectoria del medio ambiente y el clima es insostenible, y está vinculada al sistema actual de producción y consumo. Éste debe ser modificado cuanto antes porque se nos está acabando el tiempo para dar respuestas adecuadas que consigan invertir la tendencia.

«Quizá el factor más importante que subyace a los desafíos persistentes de Europa en materia de medio ambiente y sostenibilidad es que están vinculados intrínsecamente a las actividades económicas y los estilos de vida, en particular a los sistemas sociales que proporcionan a los europeos necesidades tales como la alimentación, la energía y la movilidad».

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AEMA: El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020 (Resumen ejecutivo).

Para más información:

The European environment -state and outlook 2020

AEMA: El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020 (Resumen ejecutivo).

El paisaje en Europa: 25 años de transformaciones

Isla de S. Miguel, Azores

La cubierta de la Tierra permite que el ser humano pueda disponer de los bienes que son esenciales para su vida, como alimentos, energía, agua, vivienda,  además de aquellos otros bienes y servicios con los que mejorar su bienestar material e inmaterial.

No hay que olvidar que en la cubierta terrestre se configuran múltiples y variados paisajes que contribuyen tanto a la calidad de vida como a la propia identidad cultural de la población.

Concebimos aquí el paisaje como lo define el Convenio Europeo del Paisaje del Consejo de Europa (Florencia, 2000), esto es, «cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos». Por lo tanto, el paisaje presenta un sustrato natural (geológico y biótico) pero que se encuentra condicionado por la acción del hombre. Asimismo, el paisaje está conformado por una base tangible y también por otra, de carácter intangible o subjetivo, que depende de la propia percepción que el ser humano tiene del territorio.

El paisaje está determinado en gran medida por el uso de la tierra. Por ello, son esenciales los estudios que analicen los cambios de usos de la cubierta terrestre que derivan en transformaciones de los paisajes y, por tanto, también en mejoras o pérdidas de la calidad de vida de las poblaciones.

El informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), Landscapes in transition. An account of 25 years of land cover change in Europe (10/2017), nos revela las transformaciones más importantes que ha experimentado el territorio europeo durante el periodo 1990-2012. Sus principales conclusiones son las siguientes:

1. Se ha producido un incremento continuado de las superficies artificiales. Los factores operadores de ese incremento han cambiado durante el periodo: el componente de expansión residencial ha disminuido desde 1990, mientras que la proporción de áreas industriales e infraestructura urbana ha venido aumentando. Este proceso ha sido más intenso en el periodo 1990-2000, mientras que se ralentizó en los periodos 2000-2006 y 2006-2012. España, Turquía y Francia juntas cuentan con casi la mitad de la ocupación  total de suelo por áreas construidas.

Gráfico por países
Fuente: Agencia Europea de Medio Ambiente

2. Durante el periodo 1990-2012 la cubierta terrestre en Europa ha mostrado una conversión persistente del suelo agrícola a superficies artificiales (áreas urbanas, infraestructuras…).

3. La expansión urbana y de infraestructuras continúa consumiendo suelos productivos y fragmentando la estructura del paisaje existente.

4. El suelo agrícola de Europa, con frecuencia de buena calidad y en lugares favorables, continúa decreciendo a una tasa media de 1.000 km2 por año. Los paisajes rurales tradicionales siguen estando afectados por la ocupación del suelo, la intensificación agrícola y el abandono de tierras de cultivo.

5. Europa es una de las regiones del mundo con mayor riqueza forestal, con más del 42 % de su superficie terrestre cubierta por bosques. Su superficie forestal, que se ha incrementado desde 1960, permanece en la actualidad con una ligera tendencia a atenuar su crecimiento. Asimismo, se ha producido una intensificación del uso de la cubierta forestal, que puede conducir a la disminución de la calidad de los ecosistemas forestales, por lo que necesita reequilibrarse mediante políticas de conservación.

Tabla 2.5. Tendencias de la cubierta terrestre_1990-2012

Gráfico_categorías de suelo_evolución
Fuente: Agencia Europea de Medio Ambiente

Ante esta situación, el informe de la AEMA manifiesta que las políticas proactivas e integradas sobre planificación del territorio, agricultura, ocio, turismo, energía y otros sectores pueden limitar los efectos negativos de la ocupación del suelo. Asimismo, para las ciudades se requieren soluciones de desarrollo urbano sostenibles e inteligentes, por ejemplo, reciclando suelos industriales antiguos y creando más espacios verdes.

Se necesitan respuestas políticas que ayuden a resolver las demandas conflictivas de uso de la tierra y orientar la intensidad del uso de la tierra de modo que se fomente la ordenación sostenible del territorio. De esta forma estaremos también contribuyendo al logro de los objetivos de la UE en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y en particular al Objetivo 15: «proteger, restaurar y utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, forestales, combatir la desertificación y detener y degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad».

Para más información:

European Environment Agency (EEA): Landscapes in transition. An account of 25 years of land cover change in Europe, 2017

Las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE (1990-2015)

2. Bucarest a Suceava. Rumanía

Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del cambio climático, ascendieron en el conjunto de la Unión Europea (UE-28) a 4.310 millones de toneladas de CO2 equivalentes en el año 2015. Estas emisiones representan el 7,7% del total de emisiones de GEI del planeta, porcentaje inferior al registrado por EE.UU. (11,4%) y China (23,7%).

Si realizamos un análisis temporal de los últimos 25 años se constata en la UE-28 un descenso de las emisiones de dichos GEI de un 23,7%, desde 1990 cuando se emitieron 5.647 millones de toneladas.

Estos datos inventariados, recogidos en un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), permiten concluir que durante los últimos 25 años se ha producido un progresivo desacoplamiento del Producto Interior Bruto (PIB), que se ha reducido un 50%, y dichas emisiones de GEI, que han caído un 23,7%. No obstante, no puede hablarse de un desacoplamiento total en tanto que la economía continúa dependiendo en gran parte de los combustibles fósiles.

Las principales causas de estas menores emisiones de GEI  en la UE han sido diversas: el aumento de la participación del uso de las energías renovables, el menor uso del combustibles fósiles, mejoras en la eficiencia energética, cambios económicos estructurales y la recesión económica.

Gráfico UE

En un análisis por sectores, la reducción de emisiones de GEI ha sido casi generalizada. Los mayores descensos se han observado en la industria manufacturera, la construcción, la producción de electricidad y calor y la combustión residencial. La gestión de residuos fue el sector que anotó el mayor descenso relativo. Por el contrario, se han producido notables incrementos en el transporte por carretera, en la refrigeración y aire acondicionado y en la aviación y navegación internacional durante el periodo.

Los gases de efecto invernadero son en su mayoría gases de dióxido de carbono (CO2), que representan el 81% del total de GEI de la UE-28 en 2015. Las emisiones de estos gases CO2 se han reducido entre 1990 y 2015 en un 22%%. También han disminuido las emisiones de otros GEI como el metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbono (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Por el contrario, se han incrementado las emisiones de hidrofluorocarbono (HFC) y de trifluoruro de nitrógeno (NF3).

En un análisis por países, en el año 2015 casi un tercio del total de emisiones de GEI de la UE-28 procedían de Alemania (21%) y Reino Unido (12%).

Durante el periodo 1990-2015 casi todos los países de la UE-28 han contribuido a la reducción de GEI. Alemania y Reino Unido han permitido el 48% de los 1.337 millones de toneladas de CO2 equivalentes que la UE ha dejado de emitir a la atmósfera durante los últimos 25 años.

Son sólo cuatro países de la Unión Europea los que han aumentado sus emisiones de CO2 durante el periodo 1990-2015: Chipre (50%), España (16,6%), Portugal (15,7%), Irlanda (6,7%) y Austria (0,1%).

Por el contrario, las mayores disminuciones relativas se han producido en Lituania (-58,2%), Letonia (-56,8%), Estonia (-55,3%) y Rumanía (-52,7%).

Gráfico países UE

De cara al futuro, los distintos objetivos estratégicos y compromisos internacionales asumidos por la Unión Europea están dirigidos a continuar con la senda de reducción iniciada en 1990, de modo que se logre disminuir  las emisiones de GEI respecto a ese año base en un 40% en 2030, un 60% en 2040 y un 80% en 2050.

Para más información:

EEA: Annual European Union greenhouse gas inventory 1990–2015 and inventory report 2017

Eurostat