Los bosques, sumideros naturales de gases de efecto invernadero en la UE

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Son múltiples las funciones que desempeñan los bosques. Constituyen los ecosistemas con mayor biodiversidad en tierra, llegando a acoger a más de la mitad de las especies del planeta. Los ecosistemas forestales atesoran una gran diversidad genética, que es fundamental para los avances de la ciencia y la salud de hombre. Además, los bosques nos proporcionan valiosos y variados recursos (madera, leña, carbón, plantas medicinales, alimentos…) a la vez que ayudan a regular la cantidad y la calidad del agua, facilitando su abastecimiento a buena parte de la población mundial.

También sabemos que los bosques son unos ejemplares sumideros naturales de CO2: absorben el dióxido de carbono presente en la atmósfera y lo incorporan a su biomasa a la vez que liberan oxígeno. Por lo tanto, desempeñan un papel fundamental para la calidad del aire y en la lucha contra el cambio climático. Respecto a esta última función de los bosques -su capacidad para mitigar los impactos que generan las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI)- los datos de Eurostat nos aportan una información relevante.

En la Unión Europea (UE-28) los bosques cubren una superficie de 182 millones de hectáreas, esto es, ocupan más del 40% de su superficie terrestre total. Los países con mayor superficie arbolada son Suecia (30,5 millones de hectáreas), España (27,6), Finlandia (23,0) y Francia (17,6). En términos relativos, las mayores proporciones de masas forestales respecto a su superficie se encuentran en Finlandia, Suecia, Eslovenia y Estonia.

Gracias a esta superficie forestal es posible reducir los gases contaminantes que se emiten cada año a la atmósfera. Así, en el año 2015 las emisiones de GEI ascendieron a 4.452 millones de toneladas de COequivalente. De este total los bosques de la UE absorbieron 417 millones, lo que corresponde a un 9,4% del total de emisiones de GEI. Dicho porcentaje de absorción de emisiones se ha venido incrementando a lo largo de los años, desde el 6,6% en 1990 y el 7,9% en 2000.

En un análisis por países, los Estados miembros de la UE que presentan los mayores porcentajes de absorción de emisiones de GEI por los bosques fueron en 2015 Suecia (83,5%), Finlandia (59,3%), Lituania (43,6%) y Eslovenia (34,9%), con porcentajes muy superiores a la media comunitaria (9,4%).

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Para más información:

Eurostat

 

 

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El reciclaje en la Unión Europea durante el periodo 2007-2016

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Uno de los principales frentes de las políticas medioambientales es el de la gestión de los residuos que genera la actividad humana. Aplicando el principio de las 3R (reducir, reutilizar y reciclar), cuando no es posible evitar la generación de los residuos procedentes de nuestras actividades de producción y consumo, ni tampoco promover su reutilización, la respuesta ha de centrarse en maximizar el reciclaje.

Durante los últimos años el tratamiento de los residuos mediante el reciclaje se ha venido consolidando en Europa, como lo expresan los últimos datos disponibles sobre residuos municipales, es decir, aquellos que son generados por los hogares y por fuentes de residuos similares (comercio, oficinas e instituciones públicas). El reciclaje de este tipo de residuos abarca el reciclaje de materiales, el compostaje y la digestión anaeróbica.

Según Eurostat,  en la UE-28 la tasa de reciclaje de residuos municipales, es decir, el porcentaje de dichos residuos generados que son reciclados, ha mostrado de forma continuada una senda ascendente durante el periodo 2007-2016 .

En 2007 se reciclaban en la UE-28 unas 91,4 millones de toneladas de residuos municipales, es decir, el 35,0% de los residuos municipales generados. Diez años después, en 2016, cuando se reciclaron unas 112 millones de toneladas, la tasa de reciclaje se había incrementado hasta el 45,6%.

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En materia de reciclaje se aprecian, no obstante, marcadas diferencias por países en el seno de la UE-28.

De los 28 Estados de la UE, diez superaron en 2016 la tasa media comunitaria (45,6%). Las mayores tasas de reciclaje se registraron, en primer lugar, en Alemania (66,1%), seguida de Austria (57,6%), Finlandia (54,9%), Eslovenia (54,1%), Bélgica (53,5%) y Países Bajos (53,1%).

Por el contrario, los países europeos que presentan en 2016 las menores tasas fueron Malta (7,1%), Rumanía (13,3%), Grecia (17,0%) y Chipre (17,2%).

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Hay que destacar, asimismo, los significativos avances que han realizado algunos países europeos durante los últimos años. En el transcurso del periodo 2007-2016 los mayores incrementos en la tasa de reciclaje de residuos municipales se han dado en Lituania (desde una tasa del 7,5% a otra del 48,0%) y Polonia (del 7,7% al 44,0%).  Por el contrario, Bélgica, Grecia, Austria y España han reducido su tasa de reciclaje durante el periodo 2007-2016, si bien en no más de 3,5 puntos porcentuales, .

Para más información:

Eurostat

 

La generación de residuos municipales en la Unión Europea (2004-2016)

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Los residuos es uno de los principales problemas medioambientales a los que se enfrenta la sociedad moderna. Evitar o minimizar su generación es un objetivo básico si se pretende avanzar en la senda del desarrollo sostenible.

Los datos de Eurostat nos permiten evaluar los progresos de los países de la Unión Europea en materia de generación de residuos, en particular los residuos municipales. Por estos se entienden aquellos residuos producidos por los hogares y por fuentes de residuos similares tales como comercio, oficinas e instituciones públicas.

La generación de residuos municipales en la Unión Europea (UE-28) ha seguido durante el periodo 2004-2016 una evolución dispar. En el año 2004 se había generado un total de 253 millones de toneladas de estos residuos. Dicha cifra continuó creciendo hasta el 2008 cuando se situó en 261 millones de toneladas, periodo que coincide con la etapa de bonanza económica. Sin embargo, a partir de entonces con la irrupción de la Gran Recesión los hogares generaron menos residuos, tendencia descendente que se mantuvo hasta el año 2013 cuando se anotó su mínimo (242 millones de toneladas). A partir de entonces la generación de residuos retornó a su crecimiento, si bien a un menor ritmo, hasta cifrarse en 246 millones en 2016.

Para el conjunto del periodo 2004-2016, se ha anotado, por tanto, un descenso acumulado del 6,3% en la generación de residuos municipales en la UE-28.

Si analizamos la generación de residuos, no ya en términos absolutos sino relativos, en términos de kilogramos por persona, se constata una evolución similar, aunque no tan marcada. En promedio un ciudadano comunitario generaba en el año 2004 un total de 512 kilogramos de residuos municipales. Esta cifra alcanzó su máximo en 2007 (con 524 kilogramos).  A partir de este año dicha ratio siguió una tendencia decreciente hasta presentar su mínimo en el año 2013 (con 478 kilogramos). Finalmente, se registró un total de 480 kilogramos de residuos por persona en el año 2016.

Por consiguiente,  la ratio de kilogramos de residuos municipales per cápita  se ha reducido un 2,9% en el periodo 2004-2016 en la UE-28.

 

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Los datos parecen indicar que los mayores o menores niveles de generación de residuos vienen determinados por el consumo de los hogares, que en gran medida está condicionado por el ciclo económico.

En un análisis más detallado por países, se encuentran notables diferencias en el seno de la UE-28. En el periodo 2004-2016, 17 Estados miembros han visto aumentar la producción de residuos municipales frente a los 11 Estados restantes que han generado menos residuos.

Así, los países en los que el volumen total de residuos municipales generados ha crecido más son Eslovaquia (35,0%), Croacia (28,1%), República Checa (26,0%), Polonia (19,4%). y Dinamarca (18,4%). Por el contrario, las mayores reducciones en la generación de residuos municipales durante el periodo analizado se ha producido en Bulgaria (-37,6%), Rumanía (-31,4%), España (-20,0%), Hungría (-19,0%) y Estonia (-18,5%).

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Si consideramos la ratio de kilogramos de residuos generados por persona, las divergencias entre países son muy significativas. En el año 2016 el país que más generó residuos triplicó la cifra del que menos.

Así, frente a un promedio de 480 kilogramos per cápita de la UE-28, en 2016 los Estados con mayores ratios fueron Dinamarca (777), Malta (647), Chipre (640), Alemania (626) y Luxemburgo (614). Por el contrario, los Estados con menos residuos per cápita fueron  Rumanía (261), Polonia (307), República Checa (339), Eslovaquia (348) y Estonia (376).

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Para más información:

Eurostat: Database

Los bosques y su propiedad en los países de la Unión Europea

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Laponia, Finlandia

En territorio de la Unión Europea existen aproximadamente 182 millones de hectáreas de bosques y otras superficies arboladas, es decir, el 42,8% de su superficie terrestre sin contar con las aguas interiores.

Por países 7 de los 28 Estados miembros de la UE-28 presentan una superficie forestal que excede la mitad de su territorio. En primer lugar, destacan dos países nórdicos: Finlandia, con el 75,7% de su superficie terrestre, y Suecia, con el 74,3%. A continuación, les siguen Eslovenia (63,1%), Estonia (56,5%), Letonia (55,8%), España (55,1%) y Portugal (54,1%).

En términos de extensión absoluta, los países de la UE-28 con mayor superficie arbolada en 2015 son Suecia (30,5 millones de hectáreas), España (27,6), Finlandia (23,0) y Francia (17,6).

Por el contrario, las menores proporciones de bosques y otras superficies arboladas respecto a su territorio corresponden a Malta (1,1%), Países Bajos (11,1%), Irlanda (11,7%), Reino Unido (13,0%) y Dinamarca (15,5%).

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Los datos disponibles sobre el régimen de propiedad de los bosques (año 2010) permiten concluir que existen grandes diferencias entre países. De media en la Unión Europea el 60,3% de los bosques son de propiedad privada. Superan dicha media diez países, entre los que sobresale Portugal (con el 97,0% de sus bosques bajo propiedad privada), seguido de Dinamarca (76,3%), Suecia (75,7%), Francia (75,3%), Eslovenia (74,7%) y Austria (74,2%), entre otros.

Por el contrario, entre los países donde los bosques son mayoritariamente de propiedad pública resaltan Bulgaria y Polonia. En Bulgaria sólo el 12,1% de sus bosques son privados y en Polonia, el 18,1%. Les siguen, con menores porcentajes de bosques en régimen de propiedad privada, Grecia (22,5%), República Checa (23,4%), Croacia (28,3%), Chipre (31,2%) y Rumanía (33,0%), entre otros.

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Para más información: Eurostat

El consumo de energías renovables en la Unión Europea

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El conjunto de Estados miembros de la Unión Europea ha efectuado un consumo final de energía en 2015 que ascendió a unos 1.120.000 ktoe (miles de toneladas equivalentes de petróleo). De esa cantidad el 16,7% provino de fuentes de energía renovables (eólica, solar, hidráulica, maremotriz, geotérmica, biomasa…).

Desde una perspectiva temporal se constata que dicha participación de las energías renovables ha aumentado durante la última década y se encuentra en la senda de alcanzar el objetivo establecido en la Estrategia Europa 2020, que establece un porcentaje del 20% de energía de fuentes renovables sobre el consumo final de energía para el año 2020. Con posterioridad, se ha acordado en el seno de la UE-28 la ampliación de dicho objetivo hasta al menos el 27% para el año 2030.

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Si realizamos un análisis por países, se observan diferentes resultados, según los últimos datos disponibles de Eurostat.

En 2015 Suecia, con el 53,9%, es el país con el mayor porcentaje de energía de fuentes renovables en su consumo final bruto de energía. Le siguen, a distancia, Finlandia (39,3%), Letonia (37,6%), Austria (33,0%) y Dinamarca (30,8%). También han alcanzado el objetivo global del 20% los Estados miembros de Croacia, Estonia, Portugal, Lituania, Rumanía y Eslovenia, si bien hay que anotar que se han establecido objetivos individualizados para cada país. Así, por ejemplo, para Suecia su objetivo a alcanzar en el año 2020 es el 49% frente al 10% establecido para Malta.

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En el otro extremo, los menores pesos de energías renovables sobre el consumo energético se presentan en Luxemburgo y Malta (ambos, el 5%), Países Bajos (5,8%), Bélgica (7,9%), Reino Unido (8,2%), Irlanda (9,2%) y Chipre (9,4%).

Entre 2004 y 2015 la participación de la energía de fuentes renovables en el consumo final de energía creció en todos los países. Los mayores avances se han dado en Dinamarca (15,9 puntos porcentuales más), Suecia (15,2 p.p.) e Italia (11,2 p.p).

Para más información:

Eurostat

La dependencia de los combustibles fósiles de la Unión Europea

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La actividad económica desarrollada en el conjunto de Estados miembros de la Unión Europea ha requerido un consumo interior bruto de energía que en 2015 ascendió a 1.626 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep). Desde una perspectiva temporal se ha observado un ligero descenso del 2,5% respecto al consumo de energía registrado en 1990 (1.668 Mtep), habiéndose  marcado su máximo en el año 2006 (con 1.840 Mtep).

El origen del consumo de energía procede de fuentes renovables (solar, eólica, hidráulica…), y de fuentes no renovables. Estas últimas, bajo el término genérico de combustibles fósiles, comprenden el carbón, el petróleo, el gas natural y los residuos no renovables, cuya combustión es el origen aproximadamente del 80% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero y CO2 de origen humano que causan el calentamiento global. Es de especial interés, por tanto, conocer cuál el grado dependencia energética de los combustibles fósiles y cómo ha evolucionado durante los últimos años.

Según los últimos datos disponibles de Eurostat, en 2015 el 73% del consumo energético proviene de combustibles fósiles. Es una cifra notoriamente elevada que, no obstante, alcanzaba el 83% en el año 1990.

Si realizamos un análisis por países de la UE-28, se constata que en 1990 sólo un Estado miembro conseguía que menos del 50% de su consumo energético provenga de combustibles fósiles: Suecia, con el 39%. En el otro extremo, países como Estonia, Chipre y Malta dependían en su totalidad de dichos combustibles.

Década y media más tarde, en el año 2015, la gran mayoría de países de la UE seguía siendo dependiente de los combustibles fósiles. Sólo tres Estados muestran una dependencia de los combustibles fósiles menor del 50%: Suecia (30%), Finlandia (46%) y Francia (49%). Por su parte, la mayor participación de consumo de combustibles fósiles se presenta en Chipre (94%), Países Bajos (93%), Irlanda (92%) y Polonia (91%).

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Otro aspecto de interés es conocer el grado de soberanía energética con que cuentan los países. Así, se confirma que el grado de dependencia de las importaciones de combustibles fósiles sigue siendo elevado en el seno de la UE. De hecho, a pesar de que se ha reducido, como vimos, el consumo de estos combustibles, el grado de dependencia del exterior se ha incrementado: desde el 53% en 1990 hasta el 73% en 2015.

Entre 1990 y 2015 la mayoría de los Estados miembros de la UE ha visto reducir su soberanía energética respecto a los combustibles fósiles. Destacan en 2015 como países con menor dependencia energética exterior Dinamarca, Estonia, Rumanía y Polonia.

Para más información:

Eurostat

La fiscalidad ambiental en la UE

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La fiscalidad ambiental constituye un instrumento de política pública cuya utilidad viene justificada por sus implicaciones positivas tanto sobre la calidad del medio ambiente como sobre la eficiencia de la economía.

Dicho instrumento fiscal conlleva la recaudación derivada de la aplicación de un conjunto de impuestos ambientales en un territorio determinado, país o región. A los impuestos ambientales se los suele definir como aquellos impuestos cuya base imponible consiste en una unidad física (o similar) de algún material que tiene un impacto negativo, comprobado y específico, sobre el medio ambiente (SEEA 2012, UN et.al., 2012).

La fiscalidad verde viene, por tanto, a gravar principalmente las siguientes categorías ambientales: emisiones al aire, sustancias que reducen la capa de ozono, efluentes al agua, fuentes difusas de polución al agua, gestión de residuos, ruido, productos energéticos (gasolinas, carbón, gas, fuels, electricidad…), transporte y recursos  naturales (agua, bosques…).

Son diversas las ventajas que puede ofrecer una adecuada aplicación de la fiscalidad verde. Entre otras, podemos señalar las siguientes: a) favorece la eficiencia energética y el uso de las energías limpias (al gravar las energías fósiles), b) contribuye a un mayor empleo del transporte sostenible, c) fomenta la producción y el consumo de productos más respetuosos con el medio ambiente, d) reduce los impactos de la contaminación y los residuos sobre los ecosistemas, e) desincentiva el consumo de recursos naturales no renovables y f) refuerza la lucha contra el cambio climático.

Estos impuestos permiten que se aplique el principio de «quien contamina, paga», al internalizarse las externalidades negativas, es decir, al incorporarse al precio de los bienes los costes medioambientales que supone su producción/consumo. Se conforman, por tanto, como un incentivo para que productores y consumidores modifiquen su comportamiento, de modo que sea más respetuoso con el medio ambiente.

Organismos como la OCDE y la Comisión Europea se han manifestado partidarios de este instrumento económico y medioambiental recomendando su implantación. Así, en el marco de la Unión Europea, el Sexto Programa comunitario de acción en materia de Medio Ambiente (2002) recomendaba el empleo de impuestos sobre los recursos y sobre productos y procesos intensivos en residuos, con el fin de mitigar el cambio climático y fomentar una producción y consumo sostenibles.

Igualmente, la Estrategia Europa 2020 de la Comisión Europea aboga por una mayor aplicación de la fiscalidad verde:

«Los Estados miembros deberían más bien intentar desplazar la presión fiscal desde el trabajo a los impuestos sobre la energía y medioambientales como parte de un movimiento hacia unos regímenes fiscales verdes«.

En las dos últimas décadas se ha producido una tendencia general de aumento en el número y tipos de impuestos que gravan diferentes categorías del medio ambiente y la energía. Pero ¿cómo se ha comportado su recaudación? ¿Cómo ha evolucionado en el conjunto de la UE y por países la participación de los ingresos de los tributos ambientales respecto a la evolución que han seguido la recaudación total y la actividad económica?

Según Eurostat, en la UE-28 se recaudó en 2014 un total de 343.726 millones de euros en concepto de impuestos ambientales. De este total la mayor parte (el 76%) fueron ingresos por impuestos sobre la energía. Les siguen, a distancia, los impuestos sobre el transporte (20%) y sobre la contaminación y los recursos (4%).

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En términos relativos, los impuestos ambientales suponen el 6,35% de la recaudación total de la UE-28 en 2014. Asimismo, la presión fiscal ambiental, esto es, la ratio de recaudación por impuestos ambientales sobre el Producto Interior Bruto (PIB), asciende al 2,46%.

Desde una aproximación temporal, se comprueba cómo, a pesar de haber aumentado el número de impuestos ambientales, la presión fiscal ambiental se ha reducido durante el periodo 2004-2014, disminuyendo desde el 2,56% hasta el 2,46% en el último año. Ello significa, por tanto, que en dicho periodo la recaudación por impuestos ambientales ha evolucionado a un menor ritmo que lo ha hecho la actividad económica. No obstante, hay que diferenciar dos etapas: una primera (2004-2008), previa a la crisis económica, en la que dicha ratio ha descendido desde el 2,56% al 2,29%, y una segunda en la que se ha incrementado gradualmente año a año, si bien hasta un 2,46% que sigue siendo inferior al valor registrado en 2004.

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Finalmente, en un análisis por países son destacables las diferencias que se detectan dentro de la UE-28. Dinamarca es el país con el mayor porcentaje de recaudación por impuestos ambientales sobre el PIB (4,08% en 2014). Le siguen en importancia Eslovenia (3,89%), Croacia (3,86%), Grecia (3,68%), Italia (3,59%) y Países Bajos (3,36%).

Por el contrario, el país con menor presión fiscal ambiental es Lituania (1,70%), seguido de Eslovaquia (1,79%), España (1,85%), Luxemburgo (1,99%) y Alemania (2,oo%).

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Durante el periodo 2004-2014 la presión fiscal ambiental ha disminuido en la mayoría de los Estados miembros (18 de 28), permaneciendo igual en cuatro y aumentando en seis. El mayor avance se ha registrado en Grecia (+1,6  p.p.) y el mayor retroceso en Lituania y Luxemburgo (-1,0 p.p., ambos).

Para más información: 

Eurostat

El grado de satisfacción con la calidad del aire de los ciudadanos europeos

La calidad de vida en las ciudades depende de diversos factores, tales como las dotaciones de infraestructuras y equipamientos, las oportunidades de empleo, la situación de la vivienda, la seguridad y el estado del medio ambiente. Por lo que se refiere a este último la calidad del aire es, sin duda, un aspecto básico del bienestar en una ciudad.

Pero, ¿están los habitantes de las ciudades europeas satisfechos con el aire que respiran? ¿Se constatan progresos en este ámbito?

Centrándonos en las 28 ciudades capitales de la UE, los últimos Eurobarómetros permiten obtener conclusiones relevantes.

Así, en 2015 las urbes con mayor calidad del aire según sus ciudadanos son Helsinki, Viena y Dublín. En las tres el 88% de la población declara que está muy satisfecha o bastante satisfecha con la calidad del aire donde residen.

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Helsinki, Finlandia

Les siguen, a continuación, las ciudades de Luxemburgo (83%), Estocolmo (77%), Liubliana (76%) y Tallin (75%).

Por el contrario, las ciudades donde los ciudadanos están más descontentos con la calidad del aire que respiran son Bucarest (28%), Sofía (22%), París (30%), Madrid (31%) y Roma (32%). En todas ellas solamente menos de un tercio de sus habitantes está muy satisfecho o bastante satisfecho  con el aire  de sus ciudades o, lo que es lo mismo, más de dos tercios está bastante insatisfecho o no del todo satisfecho.

Analizando el periodo 2012-2015, de las 28 ciudades capitales de la UE, 19 han mejorado en calidad del aire, 6 han empeorado y 3 se han mantenido, según las respuestas aportadas por sus ciudadanos.

Respecto a las ciudades donde sus habitantes perciben que ha aumentado más la calidad del aire entre 2012 y 2015 se sitúan en las primeras posiciones Praga, Liubliana y Tallin.

En el otro extremo durante los últimos años ha disminuido con mayor intensidad la satisfacción con la calidad del aire de los ciudadanos de las grandes urbes de París y Londres.

Finalmente, se mantiene entre 2012 y 2015 la misma percepción de la calidad del aire en las ciudades de La Valeta, Bruselas y Riga.

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Para más información:

Eurostat: Eurobarómetros, 2012 y 2015.