Evaluando la sostenibilidad de las ciudades (ODS11) en 2023

En 2015 las Naciones Unidas puso en marcha un ambicioso proyecto de alcance mundial: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Este documento establece compromisos que se concretan en un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que abordan las tres dimensiones del desarrollo: social, económica y medioambiental. Uno de esos objetivos es el ODS11 dedicado a Ciudades y comunidades sostenibles.

En la Agenda 2030 el ODS11 queda definido en los siguientes términos:

«Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles»

La consecución del ODS11 compromete a los países del planeta a adoptar medidas como las siguientes:

  • Asegurar el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles y mejorar los barrios marginales.
  • Proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, accesibles y sostenibles para todos y mejorar la seguridad vial, en particular mediante la ampliación del transporte público.
  • Aumentar la urbanización inclusiva y sostenible.
  • Redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural.
  • Reducir significativamente el número de muertes causadas por los desastres.
  • Reducir el impacto ambiental negativo per cápita de las ciudades, con especial atención a la calidad del aire y la gestión de los residuos.
  • Proporcionar acceso universal a zonas verdes y espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles.

Para conocer los progresos que van alcanzando los países respecto a los 17 ODS, SDSN y Bertelsmann Stiftung han venido elaborando periódicamente Informes de evaluación desde 2015. Su metodología utiliza índices sintéticos, cuyos valores pueden oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación, y 100, cuando, por el contrario, el país se encuentra en la mejor posición respecto al cumplimiento de los ODS.

La última edición del Informe, Sustainable Development Report 2023, nos permite conocer de forma aproximada la situación más actual de las ciudades y asentamientos humanos del planeta, país por país, y en qué grado se va cumpliendo el ODS11 ante el horizonte temporal fijado por la Agenda 2030.

En un análisis por países, los resultados obtenidos correspondientes al ODS11 (Ciudades y comunidades sostenibles) concluyen que de los 166 países evaluados el mejor situado es Brunéi (99,9) que, con una puntuación próxima a 100, presenta el mayor valor del índice, es decir, el máximo cumplimiento del ODS11 de la Agenda 2030.

Le siguen, a continuación, también con altas puntuaciones, Suiza (99,1), Luxemburgo (99,0), Singapur (96,1), República Checa (94,5), Fiyi (94,0), Bahamas (93,8, si bien con datos sólo para dos indicadores), Dinamarca (93,0), Países Bajos (92,9), Uruguay (92,5), Austria (92,5) y España (91,9).

De este grupo de países sólo dos presentan sus cinco indicadores del ODS11 en color «verde», es decir, progresan satisfactoriamente en el cumplimiento de este objetivo. Son Suiza y Luxemburgo.

Por el contrario, la situación relativa más desfavorable respecto al grado de sostenibilidad de las ciudades y comunidades recae sobre Sudán del Sur (13,8), para el que sus cuatro indicadores disponibles del ODS11 permanecen «en rojo», (persisten grandes retos). Les siguen, también con muy bajas puntuaciones, República Centroafricana (21,9), Afganistán (24,5), Nigeria (29,4), Líbano (29,8) y Chad (32,8). Asimismo, con puntuaciones también inferiores a 40 se encuentran Sudán (34,8), República Democrática del Congo (35,7), Sierra Leona (38,0), Benín (39,1), Siria (39,7) y Haití (39,7).

Por su especial importancia económica y/o demográfica, cabe mencionar, en particular, a cuatro países: Estados Unidos, que ocupa la posición 25 en el ranking mundial del índice del ODS11, Federación Rusa (61), China (77) y la India (143). Todos ellos han perdido posiciones respecto al año anterior.

Hay que destacar que las diferencias entre países son particularmente grandes en el ODS11, cifrándose una distancia de 86 puntos entre los países mejor y peor situados. Dicha brecha es muy superior a la que existe si utilizamos el índice general de los 17 ODS, que se cuantifica en 48 puntos. Ello es especialmente llamativo si tenemos en cuenta que ambos índices (ODS11 y ODS general) presentan valores muy similares (cercanos a 67), según el Informe de 2023.

En suma, los bajos avances constatados en el cumplimiento del ODS11 han hecho que SDSN plantee en su Informe la necesidad de incluir entre las seis grandes transformaciones que requieren los ODS, la Transformación 5 relativa a “Ciudades Sostenibles”. En concreto, se aboga por incrementar las inversiones destinadas a frenar la contaminación urbana, aumentar el acceso la vivienda y fortalecer la movilidad y el acceso al transporte público.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.

España y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2023)

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Fuente: SDSN: Sustainable Development Report 2023.

En 2015 Naciones Unidas puso en marcha la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Para conocer su grado de cumplimiento, se ha construido el índice ODS que permite evaluar los progresos en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que van alcanzando los países del planeta.

En su edición de 2023 el Informe Sustainable Development Report 2023 de Sustainable Development Solutions Network (SDSN) nos revela que, de un total de 166 países del mundo para los que se ha contado con datos suficientes, España toma la posición 16 en términos de cumplimiento global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en la Agenda 2030. Para dicho año 2023 el valor del índice ODS de España se cifra en 80,4 sobre un máximo de 100. Respecto al año anterior España se mantiene en la misma posición dentro del ranking mundial y su índice aumenta levemente (cinco décimas).

A partir de un análisis más pormenorizado del valor del índice ODS global que toma España en 2023, se detecta que el grado de cumplimiento de los 17 Objetivos presenta una evolución muy dispar.

En primer lugar, se observa que España se sitúa entre los 25 países del planeta con mayor puntuación en 5 de los 17 ODS. Los mejores resultados relativos, en un contexto mundial, los alcanza España en los siguientes ODS:

  • Igualdad de género (ODS5), para el que España se sitúa en la posición número 10, con un valor de 86,9 sobre 100.
  • Ciudades y comunidades sostenibles (ODS11), en el puesto número 12 (valor 91,9).
  • Salud y bienestar (ODS3), objetivo para el que se encuentra en el puesto número 14 (valor 94,2).
  • Agua limpia y saneamiento (ODS6), para el que toma la posición 15 (valor 87,4).
  • Industria, innovación e infraestructura (ODS9), para el que España se sitúa en la posición 18 (valor 90,2).

Por el contrario, los Objetivos para los que España toma los peores resultados relativos son los siguientes:

  • Producción y consumo responsables (ODS12) que, con un valor de 67,9 sobre 100, hace que España se sitúe en la posición 126 a nivel mundial respecto a este ODS.
  • Acción por el clima (ODS 13), objetivo que, tomando un valor de 80,2, coloca a España en la posición 116.
  • Vida submarina (ODS14), objetivo para el que, con un valor de 59,5, toma la posición 92.
  • Vida de ecosistemas terrestres (ODS15) para el que, con un valor de 66,4, ocupa la posición 80.
  • Alianzas para lograr los objetivos (ODS17) , con un valor de 63,0, que sitúa a España en la posición 73 a nivel mundial.

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De forma complementaria al índice ODS el Informe de 2023 aporta también un análisis de panel, que valora el mayor o menor grado de cumplimiento de cada Objetivo, así como su tendencia con vistas al horizonte de 2030, mediante una asignación de colores (verde, amarillo, naranja y rojo).

De la evaluación del panel de los ODS de España correspondiente a 2023 destacamos las siguientes conclusiones principales:

  • España sigue sin haber alcanzado aún ninguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ausencia de ODS en color verde).
  • Para ocho Objetivos (en color amarillo), España afronta unos retos que, en general, se encuentran en la senda de lograr los valores deseados para 2030. Son los relativos a los siguientes Objetivos: Fin de la pobreza (ODS1), Salud y bienestar (ODS3), Educación de calidad (ODS4), Igualdad de género (ODS5), Agua limpia y saneamiento (ODS6), Energía asequible y no contaminante (ODS7), Ciudades y comunidades sostenibles (ODS11) y Paz, justicia e instituciones sólidas (ODS16).
  • Para los siguientes tres Objetivos (en color naranja) de los 17 ODS, España afronta retos significativos para llegar a cumplir con la Agenda 2030: Industria, innovación e infraestructura (ODS9); Reducción de las desigualdades (ODS10) y Vida submarina (ODS14).
  • Seis ODS se encuentran en rojo, dos más que en 2022, lo que significa que España soporta aún grandes retos para cumplir con la Agenda 2030. Son los siguientes: Trabajo decente y crecimiento económico (ODS8), Hambre cero -incluyendo seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y agricultura sostenible- (ODS2), Acción por el clima (ODS13), Vida de ecosistemas terrestres (ODS15), a los que se suman en 2023 Producción y consumo responsables (ODS12) y Alianzas para lograr los objetivos (ODS17), que empeoran respecto a la edición de 2022.

España_Panel 2023

Fuente: SDSN: Sustainable Development Report 2023.

Asimismo, en un análisis de tendencia, la ficha de los ODS de España nos revela, en primer lugar, que este país está mostrando, según los últimos datos disponibles, una tendencia favorable en el cumplimiento de sólo uno de los Objetivos de la Agenda 2030, es decir, dos Objetivos menos que en 2022 y cinco menos que en 2021. Se trata del Objetivo de Igualdad de género (ODS5).

En segundo lugar, el panel de 2023 concluye que España no está retrocediendo en ningún objetivo, si bien tiene estancado el cumplimiento de tres ODS: Fin de la pobreza (ODS1), Educación de calidad (ODS4) y Vida de ecosistemas terrestres (ODS15).

Finalmente, para la mayoría de los Objetivos, los trece restantes, España presenta una tendencia de moderado avance para lograr su cumplimiento de aquí a 2030.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.

Evaluando el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible en 2023

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En 2015 la ONU puso en marcha el ambicioso proyecto de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Se trata de una estrategia de alcance mundial, cuyo compromiso se concreta en lograr, durante la presente década, diecisiete objetivos de desarrollo sostenible (17 ODS), que cubren las tres dimensiones del desarrollo: económica, social y medioambiental.

Para evaluar los progresos en la consecución de los 17 ODS, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y la fundación Bertelsmann Stiftung vienen publicando desde hace varios años diferentes informes periódicos que tratan de evaluar cómo están avanzando los países del mundo en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible.

Con carácter genérico, la metodología utilizada permite disponer de un índice ODS que resume en un único valor los resultados mostrados por la amplia batería de indicadores recabados (97 en la edición de 2023) para medir la totalidad de los 17 ODS, a los cuales se les otorga igual importancia.

El índice ODS es, en definitiva, un indicador sintético de desarrollo sostenible, cuyo valor puede oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación respecto al cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030, y 100, cuando el país se sitúa en la mejor posición respecto a su cumplimiento.

Con la edición de 2023 del Informe de Desarrollo Sostenible, se han podido evaluar, a través del índice ODS, los progresos en materia de desarrollo sostenible de un total de 166 países, tres más que en el informe anterior. Entre las conclusiones generales del Informe podemos destacar las siguientes:

  1. Los últimos resultados obtenidos nos indican que los ODS están muy lejos de cumplirse en 2030. Hasta 2019 el mundo avanzó, si bien lentamente, en la senda del desarrollo sostenible. Sin embargo, con la irrupción de la pandemia del COVID-19, intensificada con la crisis climática y de biodiversidad, el progreso se ha estancado.
  2. La mayoría de los países de renta alta ha podido mitigar los efectos socioeconómicos de esta crisis múltiple, si bien han tenido un progreso limitado en los objetivos ambientales y de biodiversidad: OD12 (Producción y consumo responsables), ODS13 (Acción por el clima), ODS14 (Vida submarina) y ODS15 (Vida de ecosistemas terrestres). Por su parte, los países de renta baja y medio-baja han presentado retrocesos en varios objetivos, ya que no han tenido la capacidad suficiente para compensar los impactos provocados por la crisis.
  3. Los ODS relacionados con el hambre, las dietas sostenibles y la salud se encuentran, particularmente, lejos de cumplirse, al igual que los objetivos relacionados con la biodiversidad marina y terrestre, la contaminación urbana, la vivienda, las instituciones fuertes y las sociedades pacíficas.
  4. Aunque en promedio el mundo ha hecho algunos progresos para fortalecer el acceso a las infraestructuras básicas, cubiertas en particular por el ODS6 (Agua limpia y saneamiento), ODS7 (Energía asequible y no contaminante) y el ODS9 (Industria, innovación e infraestructura), existen muchas diferencias entre países. Además, en promedio los avances siguen siendo demasiado lentos para lograr estos ODS a nivel mundial en 2030.
  5. Se estima que, en promedio, sólo alrededor del 18% de las metas de los ODS está en camino de alcanzarse a nivel mundial para 2030. Estos objetivos están especialmente relacionados con la salud y con el acceso a la infraestructura y los servicios básicos.
  6. El informe concluye que, a pesar de este estancamiento en la senda del cumplimiento de la Agenda 2030 y el largo camino que aún queda por recorrer, ninguno de los ODS está fuera de nuestro alcance.
  7. La crítica situación actual obliga a los países a redoblar sus esfuerzos. En esencia, los ODS son una agenda de inversión. Es fundamental que los Estados adopten e implementen el Plan de Estímulo de los ODS de la ONU y apoyen una reforma integral de la arquitectura financiera mundial.

En un análisis más detallado por países, el informe de 2023 nos revela que persisten las grandes diferencias respecto al grado de consecución de los objetivos de la Agenda 2030.

Así, los tres países que presentan un mayor valor del índice ODS son Finlandia (86,8), Suecia (86,0) y Dinamarca (85,7). En años anteriores estos países también han ocupado las tres primeras posiciones. A continuación, les siguen otros Estados que presentan igualmente altos niveles de renta per cápita y pertenecen a Europa: Alemania (83,4), Austria (82,3), Francia (82,0), Noruega (82,0), República Checa (81,9), Polonia (81,8), Estonia (81,7) y Reino Unido (81,7).

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En el otro extremo, los menores índices de desarrollo sostenible los presentan, al igual que en las dos ediciones anteriores, tres países africanos de baja renta: Sudán del Sur (38,7), República Centroafricana (40,4) y Chad (45,3). Les siguen, a continuación, varios países mayormente del continente africano, que anotan índices ODS no superiores a 50: Yemen (46,8), Somalia (48,0), Níger (48,3), Sudán (48,6), República Democrática del Congo (48,6), Afganistán (49,0) y Liberia (49,9).

25 Países con menor_2023

Finalmente, dentro del amplio grupo intermedio de 116 países, cabe destacar, dado su peso económico y/o demográfico, a Estados Unidos, que ocupa la posición 39 en el ranking mundial del índice de desarrollo sostenible. Asimismo, en 2023 la Federación Rusa ocupa la posición 49, China se sitúa en la 63 y la India en la 112.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.

El valor de la tierra: una cita con E. F. Schumacher

El auténtico valor de la tierra es con frecuencia ignorado. El pensamiento económico hegemónico se aproxima a él considerándola un bien más, es decir, una mercancía que está sujeta a las leyes del mercado.

Sin embargo, existen economistas como Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977), que publicó en 1973 su célebre obra Lo pequeño es hermoso, que reivindican el valor intrínseco de la tierra.

En palabras del propio Schumacher: “Entre los recursos materiales el más grande, incuestionablemente, es la tierra”. Este autor nos propone considerar a la tierra no como un mero factor de producción, sino como el recurso vital que es. Porque los seres humanos dependemos de la tierra y, realmente, no podemos ostentar sobre ella nuestro dominio. Todo maltrato que le demos a la tierra (contaminación, erosión, pérdida de nutrientes…) puede devenir a fin de cuentas en una crisis de nuestra civilización.

“No tengo ninguna duda de que la actitud despiadada con la tierra y los animales tiene relación y es un síntoma de una gran cantidad de actitudes, tales como las producidas por un fanatismo por los cambios rápidos y una fascinación por las novedades (técnicas, organizativas, químicas, biológicas, etcétera), que insisten en su aplicación mucho antes de que las consecuencias a largo plazo se hayan conocido ni siquiera remotamente. Nuestra forma de vida está implicada en la simple cuestión de cómo tratamos la tierra, que es, después de la gente, nuestro más preciado recurso”.

Para leer más:

E. F. Schumacher: Lo pequeño es hermoso. Ediciones Akal, Madrid, 2011.

La generación de residuos municipales en la Unión Europea (2000-2021)

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La generación de residuos es uno de los principales problemas medioambientales a los que se enfrenta la sociedad moderna. Son múltiples los impactos que producen sobre los ecosistemas, en especial cuando no son objeto de una adecuada gestión. Además, conlleva, como es el caso, por ejemplo, de los envases y embalajes, la utilización de materiales y recursos naturales, que en muchos casos podrían haberse evitado, y el empleo de significativos recursos económicos para su correcto tratamiento posterior.

Por lo tanto, para avanzar en la senda del desarrollo sostenible, en materia de residuos es prioritario, incluso antes que la reutilización y el reciclaje, procurar su no generación y, en todo caso, su minimización.

Son muy diversos los tipos de residuos que se generan tanto en la producción como el consumo de bienes y servicios por parte de los distintos agentes. Entre ellos se encuentran los denominados residuos municipales, que son los generados por los hogares y otras fuentes de residuos similares (comercio, oficinas e instituciones públicas) cuya recogida compete a las autoridades locales.

El objetivo de hacer sostenible la producción y el consumo (ODS 12 de la Agenda 2030) exige un esfuerzo por parte de todos los agentes económicos para generar la menor cantidad posible de residuos. Si queremos conocer si la sociedad transita por la senda de sostenibilidad, es de especial interés, entre otros aspectos, realizar evaluaciones periódicas de la evolución que sigue la generación de residuos.

En el contexto europeo, para evaluar los progresos de los países de la Unión Europea (UE-27) en materia de generación de residuos municipales se dispone de los datos que publica  Eurostat. De acuerdo con dicho organismo estadístico, en el año 2021 se generó un total de 237 millones de toneladas de residuos municipales en la UE. Esta cantidad supone aproximadamente el 10% del total de residuos en sus diferentes tipos generados en la UE. Teniendo un modesto peso relativo, esta clase de residuos nos puede aportar, no obstante, información sobre si el consumo se encamina o se aleja de la sostenibilidad.

Desde una aproximación dinámica una primera conclusión general a la que se llega tras el análisis de los datos nos revela que durante el periodo 2000-2021 la generación de residuos municipales en la UE ha aumentado un 7,6%, al pasar de 220 a 237 millones de toneladas.

Como se observa en el siguiente gráfico, la generación total de residuos municipales en la UE ha estado afectada por el ciclo económico. En épocas como la de la Gran Recesión (2008-2014) la caída de la producción y el consumo ha comportado una menor generación de residuos domésticos. No obstante, una vez que la economía entra en una fase de recuperación, a partir de 2015 la generación de residuos vuelve a tomar una senda claramente creciente que prosigue hasta hoy. Es de destacar asimismo que incluso en el año 2020, especialmente afectado por los impactos sobre la economía de la crisis de la pandemia del COVID-19, la producción de residuos continuó aumentando.

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Si analizamos la generación de residuos en términos relativos, esto es, en kilogramos de residuos generados por persona, se constata una evolución similar. En promedio un ciudadano comunitario generaba en el año 2000 un total de 513 kilogramos de residuos municipales. Dos décadas después, el valor de dicha ratio se ha incrementado, si bien con altibajos, hasta cifrarse en 530 kg per cápita en 2021. Por lo tanto, los datos apuntan a que los patrones de consumo no se han reorientado hacia la sostenibilidad sino más bien al contrario.

G_residuos UE_per cápita_2000-2021

En un análisis más detallado por países, se encuentran notables diferencias en el seno de la UE-27. En términos absolutos, los países que generan más residuos domésticos son Alemania (con el 23% del total de la UE), Francia (16%), Italia (12%) y España (9%). Estos cuatro países concentran, por tanto, el 60% del total frente al 40% restante que es generado por los otros 23 países que también pertenecen a la UE.

Si consideramos la ratio de kilogramos de residuos generados por persona, las divergencias entre países son muy significativas. En el año 2021 el país con más generación de residuos casi triplicó la cifra del que menos.

Así, con un promedio de 530 kilogramos per cápita de la UE en 2021, los Estados miembros con mayores ratios fueron Austria (834), Luxemburgo (793), Dinamarca (786), Bélgica (759) y Alemania (646). Por el contrario, los Estados con menos residuos per cápita fueron Rumanía (302), Polonia (362), Estonia (395), Bulgaria (408), Hungría (416) y Suecia (418).

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Para más información:

Eurostat

La fiscalidad ambiental en la Unión Europea (1995-2021)

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Son múltiples los impactos negativos que la actividad humana ocasiona al medio ambiente: extracción y consumo de recursos naturales no renovables; cambio climático; contaminación del aire, ríos, lagos, medio marino y suelos; ruido; deforestación; pérdida de biodiversidad… Frente a estos problemas la fiscalidad constituye un instrumento de política ambiental que, junto con otras medidas como las legislativas, puede desalentar las acciones humanas que deterioran el planeta.

Con la fiscalidad ambiental o verde se persigue el cumplimiento del principio de quien contamina, paga, es decir, tratar de incorporar en el coste de aquellas actividades calificadas de insostenibles los costes medioambientales que generan, ya que, de lo contrario, permanecerían “no visibles” y sin contabilizar en el precio final. Por lo tanto, el grado de eficacia de los impuestos ambientales vendría dado por su incentivo para que productores y consumidores modifiquen sus comportamientos para hacerlos más respetuosos con el medio ambiente.

Son diversas las bondades que presenta la implantación de impuestos ambientales, entre las que podemos destacar las siguientes:

a) Favorecen la eficiencia energética y el uso de las energías limpias (al gravar las energías fósiles).

b) Contribuyen a un mayor empleo del transporte sostenible.

c) Fomentan la producción y el consumo de productos más respetuosos con el medio ambiente.

d) Reducen los impactos de la contaminación y los residuos sobre los ecosistemas.

e) Desincentivan el consumo de recursos naturales no renovables.

f) Refuerzan la lucha contra el cambio climático.

En la práctica la fiscalidad ambiental se concreta en la aplicación, en un país o territorio determinado, de un tipo de impuestos cuya base imponible consiste en una unidad física (o similar) de algún material que tiene un impacto negativo, comprobado y específico, sobre el medio ambiente (SEEA 2012, UN et. al., 2012).

Organismos como la OCDE y la Comisión Europea se han manifestado partidarios de la utilización de este instrumento económico y medioambiental. Recordemos, por ejemplo, lo expresado en la Estrategia Europa 2020 de la Comisión Europea, que aboga por una mayor aplicación de la fiscalidad verde:

«Los Estados miembros deberían más bien intentar desplazar la presión fiscal desde el trabajo a los impuestos sobre la energía y medioambientales como parte de un movimiento hacia unos regímenes fiscales verdes«.

Durante los últimos 25 años se han extendido los impuestos ambientales que, en sus diversos tipos, han venido aplicando en el seno de la Unión Europea sus Estados miembros. Se hace necesario, por tanto, realizar de forma continuada evaluaciones periódicas sobre la aplicación real de este tipo de impuestos.

Como primera aproximación analizamos aquí si la fiscalidad verde ha ganado protagonismo en el seno de las políticas tributarias de los países de la UE. Para ello se estudia cómo se ha comportado la recaudación de las diferentes categorías de impuestos ambientales, cuál ha sido la evolución de la participación relativa de los ingresos de los tributos ambientales sobre la recaudación total y cómo ha sido la tendencia de la recaudación verde en relación con la actividad económica.

Según los últimos datos de la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat), en el año 2021 se recaudó en la UE-27 un total de 325.837 millones de euros en concepto de impuestos ambientales.

De este total la mayor parte fueron ingresos por impuestos sobre la energía (el 78,4%). A continuación, les siguen, a distancia, los impuestos sobre el transporte (18,1%) y los impuestos sobre la contaminación y los recursos (3,5%).

G_Imp. amb. tipos_2021

En términos relativos, la recaudación de los impuestos ambientales representa el 5,52% de la recaudación del total de impuestos de la UE-27 en 2021. Asimismo, la presión fiscal ambiental, esto es, la ratio de recaudación por impuestos ambientales sobre el Producto Interior Bruto (PIB), asciende al 2,24%.

Desde un enfoque temporal, de acuerdo con los datos disponibles de Eurostat, correspondientes al periodo 1995-2021, se concluye que los impuestos ambientales como instrumento de política ambiental, en lugar de aumentar, han perdido importancia en la UE.

En términos de su participación en la estructura tributaria total, el porcentaje de recaudación correspondiente a la fiscalidad verde sobre la recaudación total de impuestos de la UE-27 ha descendido desde el 6,74% en 1995 al 5,52% en 2021.

En términos comparativos con la actividad económica, el porcentaje de la recaudación de los impuestos ambientales sobre el PIB se ha reducido desde el 2,63% de 1995 hasta el 2,24% en el último año de 2021. Ello significa, por tanto, que en dicho periodo la recaudación por impuestos ambientales en el conjunto de los Estados de la UE-27 ha evolucionado a un menor ritmo que lo ha hecho la actividad económica.

Asimismo, es relevante apuntar que, como se observa en el siguiente gráfico, con la irrupción de la crisis sanitaria del COVID-19 el papel desempeñado por la fiscalidad verde ha intensificado su caída. La recaudación de los impuestos ambientales ha retrocedido en mayor medida que la actividad económica: la presión fiscal ambiental en el conjunto de la UE se redujo desde el 2,35% de 2019 en 0,11 puntos porcentuales.

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Por tipos de impuestos, durante el periodo 1995-2021 la mayor reducción se ha dado en los impuestos sobre la energía, los de mayor peso, cuya presión fiscal pasa de 2,03% en 1995 a 1,76% en 2021. Por su parte, la ratio correspondiente a los impuestos sobre el transporte desciende desde el 0,52% al 0,41%. Por su parte, los impuestos sobre la contaminación y los recursos mantienen su presión fiscal del 0,08% en el periodo analizado.

En un análisis por países es destacable la diferente importancia de la fiscalidad verde dentro de la UE. Así, en el año 2021 Grecia es el país que obtiene mayor recaudación por impuestos ambientales en comparación con el tamaño de su economía: su presión fiscal ambiental es del 3,93%. Le siguen, en orden descendente, Croacia (3,12%), Países Bajos (3,09%), Italia (3,00%), Polonia (2,89%) y Dinamarca (2,88%), principalmente.

Por el contrario, el país con menor presión fiscal ambiental es Irlanda (1,16%), seguido de Luxemburgo (1,45%), España (1,76%), Alemania (1,80%) y República Checa (1,84%).

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En resumen, durante el periodo 1995-2021 la presión fiscal ambiental ha descendido en la mayoría de los Estados miembros (16 de 27), permaneciendo igual en tres y aumentando en ocho. Asimismo, hay que destacar el mayor avance que se ha registrado en Estonia (+2,3 p.p. entre 1995 y 2021), que contrasta con el mayor retroceso observado en Irlanda (-1,6 p.p.).

Para más información: 

Eurostat

El hombre ante la naturaleza, una cita con E. F. Schumacher

El economista alemán Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977) publicó en 1973, hace ya medio siglo, su célebre obra Lo pequeño es hermoso, una colección de ensayos que aportan una visión más amplia (humanista y ecológica) del pensamiento económico hegemónico.

Ya desde sus primeras páginas Schumacher nos recuerda una verdad largamente olvidada: el progreso material del hombre no ha sido ajeno a la naturaleza de la que formamos parte. Como expresa en su obra, la realidad nos demuestra que la actitud del hombre hacia la naturaleza en los últimos tres o cuatro siglos ha sido de conquista y dominación:

“Tal vez debería decir: la actitud del hombre occidental hacia la naturaleza. Pero dado que todo el mundo está sufriendo un proceso de occidentalización, la afirmación general parece justificada. El hombre no se siente parte de la naturaleza, sino más bien como una fuerza externa destinada a dominarla y conquistarla. Aún habla de una batalla contra la naturaleza olvidándose que, en el caso de ganar, se encontraría él mismo en el bando perdedor. Hasta hace poco la batalla parecía ir lo bastante bien como para darle la ilusión de poderes ilimitados, pero no tan bien como para permitirle vislumbrar la posibilidad de la victoria total. Ésta es ahora evidente y mucha gente, aunque sólo será una minoría, está comenzando a comprender lo que ello significa para la continuación de la existencia de la humanidad”.

Para leer más:

E. F. Schumacher: Lo pequeño es hermoso. Ediciones Akal, Madrid, 2011.

Una introducción a la Economía rosquilla

Como expresa la economista británica Kate Raworth en su obra Economía rosquilla, en el último siglo las sociedades han logrado extraordinarios progresos (aumento de la esperanza de vida, reducción de personas en extrema pobreza…). Sin embargo, las desigualdades han aumentado, la pobreza persiste y la degradación del medioambiente se acrecienta. Además, el futuro no se presenta halagüeño si se cumplen las proyecciones que hoy conocemos. Se prevé, por ejemplo, que el tamaño de la economía mundial se duplicará para 2037 y casi triplique para 2050, año en que se espera que en nuestro planeta habiten cerca de 10.000 millones de personas. 

Ante estos retos, a los que no ha sido capaz de dar respuesta la teoría económica convencional, que se basa en “supuestos erróneos” y “puntos ciegos”, es necesario repensar la economía. Tenemos que desaprender y reaprender los fundamentos de la economía.

A este cambio de paradigma quiere contribuir la Economía rosquilla, que se centra en siete principios esenciales que deben guiar el nuevo pensamiento económico del siglo XXI. Son los siguientes:

1. Cambiar de objetivo

Durante más de setenta años el objetivo de la economía se ha identificado con el crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto). Este no es más que la suma del valor de mercado que tienen todos los bienes y servicios producidos en un territorio durante un periodo de tiempo de un año. Como sugiere Kate Raworth, este objetivo se nos ha sido impuesto subrepticiamente a lo largo del siglo XX, haciéndonos olvidar la advertencia de su propio creador el economista Simon Kuznets en los años treinta: “casi nunca puede inferirse el bienestar de una nación a partir de una medida de la renta nacional”. Porque, realmente, ¿nos preguntamos acaso que tipo de crecimiento queremos?, ¿qué, por qué y para quién producir?, ¿conocemos los costes medioambientales y sociales… del crecimiento económico?

Con un indicador “tan voluble, parcial y superficial” como el PIB los economistas han quedado desconectados del propósito al que deberían servir: garantizar la prosperidad de todas las personas dentro de los medios de nuestro planeta. Kate Raworth nos invita a que, en lugar de enfocarnos en el crecimiento del PIB, “empecemos de nuevo planteando una cuestión fundamental: ¿qué permite prosperar a los seres humanos? Un mundo en el que cada persona pueda vivir una existencia caracterizada por tres elementos: dignidad, oportunidad y comunidad; y donde todos podamos hacerlo conforme a los medios de nuestro planeta engendrador de vida”.

Este cambio de perspectiva nos lo aporta la Economía rosquilla, que queda representada por un diagrama con dos anillos concéntricos. En primer lugar, tenemos un anillo interior que constituye el fundamento social de bienestar que no debería faltarle a ninguna persona y a ninguna sociedad: alimentación, salud, educación, renta y trabajo, agua y saneamiento, energía, redes, vivienda, igualdad de género, equidad social, participación política y paz y justicia.

Por debajo de este anillo interior (fundamento social), se encuentran, por tanto, las privaciones humanas críticas (hambre, analfabetismo…). Raworth nos recuerda que muchos millones de personas viven aún por debajo de las dimensiones que constituyen el fundamento social: una de cada nueve personas no tiene suficiente para comer, una de cada cuatro vive con menos de tres dólares diarios, uno de cada ocho jóvenes no encuentra trabajo…

El segundo anillo, el anillo exterior es el techo ecológico de presión planetaria que no deberíamos superar. Por encima de él se sitúan los elementos críticos de degradación medioambiental. Desgraciadamente el ser humano ha transgredido ya al menos cuatro límites planetarios: cambio climático, conversión de tierras, carga de nitrógeno y fósforo en los suelos y pérdida de biodiversidad.

El gran reto que tiene la humanidad en este siglo XXI es situarse entre estos dos anillos (fundamento social y techo ecológico), donde se encuentra un espacio seguro y justo en el que podemos satisfacer nuestras necesidades vitales básicas sin sobrepasar los límites biofísicos del planeta.

Kate Raworth (2018): Economía rosquilla.

En consecuencia estamos obligados a cambiar de objetivo: pasar del crecimiento infinito del PIB de la teoría económica tradicional a la prosperidad en equilibrio de la Economía rosquilla. Para ello existen cinco factores clave que van a determinar si podemos situarnos en el espacio seguro y justo: 1) la estabilización de la población, 2) una distribución más equitativa de los recursos, 3) aspiraciones de estilos de vida no consumistas, 4) tecnologías sostenibles y 5) formas de gobernanzas más eficaces.

2. Ver el panorama general

El pensamiento macroeconómico predominante se enfoca en describir el flujo circular de la renta entre los agentes que intervienen en la producción y el consumo, partiendo de unos cuestionables supuestos, tales como la eficiencia del mercado, la hegemonía de la empresa, la incompetencia del Estado, el correcto funcionamiento de los mercados financieros, la no regulación del comercio internacional… Al mismo tiempo, se ignora, por ejemplo, el valor social de los recursos naturales comunales, que se prefiere privatizarlos, o se actúa como si los materiales y la energía fueran inagotables.

Frente a esta concepción de la economía sustentada en el mercado independiente y autosuficiente, Raworth defiende una economía incardinada. Esta considera, en primer lugar, la Tierra (el medio natural), dentro de la cual se encuentra la sociedad humana “y, dentro de ella, la actividad económica, donde la familia, el mercado, los comunes y el Estado constituyen todos ellos importantes ámbitos de satisfacción de las carencias y necesidades humanas, y cuyo funcionamiento se ve posibilitado por los flujos financieros”.

3. Cultivar la naturaleza humana

Otra de las ideas que sustentan la teoría económica convencional es la representación egocéntrica de la humanidad, que nos concibe como “hombres económicos racionales”. Bajo este paradigma los seres humanos siempre han de comportarse como seres individuales, competitivos, insaciables y calculadores. Por el contrario, en la Economía rosquilla el ser humano presenta mayor complejidad y riqueza de matices. Somos seres sociales propensos a la reciprocidad, antes que seres estrictamente egoístas; con valores fluidos en lugar de preferencias fijas; interdependientes en vez de seres aislados; que hacemos aproximaciones más que cálculos, y que estamos profundamente incardinados en la red de la vida, lejos de dominar la naturaleza.

4. Aprender a dominar los sistemas

El lenguaje habitual de la teoría económica ortodoxa es el matemático, con el que trata de describir la economía mediante un conjunto de axiomas y ecuaciones. Desde finales del siglo XIX se ha pretendido, imitando la mecánica newtoniana, que la economía llegue a ser algún día una ciencia tan acreditada como la física. Sin embargo, el propio devenir de los hechos, las sucesivas crisis económicas como la de 2008, nos confirman cada vez con mayor rotundidad que la economía no es una máquina, sino un sistema complejo en continua evolución, y que las extendidas teorías del equilibrio general, basadas en supuestos tan simplificadores, no están dando las respuestas que de ellas se esperan. Ante esta realidad Raworth nos propone abandonar el pensamiento económico basado en el equilibrio para pasar a pensar en términos de sistemas, que nos permiten entender mejor los bucles de retroalimentación que existen, por ejemplo, entre el crecimiento económico y las emisiones de dióxido de carbono o el aumento de las desigualdades.

5. Diseñar para distribuir

El pensamiento económico convencional defiende a ultranza el crecimiento de la economía. Por eso se justifica la aplicación de medidas de austeridad en aras del objetivo del crecimiento del PIB porque, se arguye, el consecuente aumento de las desigualdades sociales dará paso a la larga a una sociedad más rica y equitativa.

Por el contrario, para el modelo de la Economía rosquilla dicha tesis neoliberal (crecimiento igual a sacrificio) no es más que una falsa creencia, una opción política más que una fase necesaria del progreso. La experiencia de países como Japón, Corea del Sur, Indonesia y Malasia corroboran que el crecimiento económico puede coexistir con una baja desigualdad y unas decrecientes tasas de pobreza. Además, son cada vez más evidentes los efectos perjudiciales (sociales, políticos, ecológicos y económicos) que trae consigo la desigualdad. En definitiva, la economía del siglo XXI será más eficaz si somos capaces de poner en primera fila la redistribución de la renta, y también de la riqueza, que radica especialmente en el control de la tierra, el poder de crear dinero, la empresa, la tecnología y el conocimiento.

6. Crear para regenerar

La teoría económica ortodoxa se sustenta también en otro principio que se ha demostrado que es otra falsa creencia: el crecimiento económico en una fase inicial comporta degradación medioambiental, pero a largo plazo todo mejorará. En realidad los datos apuntan que el modelo económico hoy predominante es intrínsecamente degenerativo e intensifica la degradación ambiental (extracción de materiales, contaminación, generación de residuos…). La huella ecológica global de los países de renta elevada no ha hecho más que aumentar a medida que crece su PIB. Por el contrario, en la Economía rosquilla, que reconoce los límites planetarios de la Tierra, se parte de la idea del diseño regenerativo, que aspira a que la actividad económica ejerza un impacto neto cero sobre el medioambiente y, por qué no, procurar una mejora de su calidad. Para ello han de estar más presentes, entre otras, las propuestas de la economía circular, a la par que se hace necesario una redefinición de las responsabilidades de la empresa, del sistema financiero y del Estado.

7. Ser agnóstico con respecto al crecimiento

La teoría económica ortodoxa defiende la idea, “la creencia casi religiosa”, de que el crecimiento económico infinito es indispensable, olvidando que nuestro planeta y sus recursos tienen límites. Es evidente que las prioridades de desarrollo no son las mismas entre los países de renta baja y los de renta alta. En los países “pobres” el crecimiento del PIB suele ir paralelo a mejoras sociales como el aumento de la esperanza de vida y una mayor escolarización. Por su parte, los países “ricos”, con el crecimiento de sus economías, presentan unas huellas ecológicas globales que se encuentran en niveles ya inasumibles. Por eso se va extendiendo la idea de lograr el desacoplamiento del crecimiento económico respecto a sus impactos ecológicos. Pero, en este punto, es pertinente analizar qué entendemos exactamente por desacoplamiento. Lo deseable es que de darse el crecimiento económico éste vaya acompañado de una disminución, en términos absolutos, del consumo de los recursos (materiales, energéticos…). Así todo, ello puede no ser suficiente, ya que dicho desacoplamiento absoluto ha de ser tal que sea capaz de situarnos de nuevo dentro de los límites planetarios.

En suma, la Economía rosquilla supone un cambio de perspectiva. Nos plantea el reto de diseñar economías que favorezcan la prosperidad humana, erradicando al mismo tiempo las privaciones sociales y la degradación ecológica, independientemente de si el PIB crece, decrece o se estanca.

Para leer más:

Kate Raworth: Economía rosquilla. Siete maneras de pensar como un economista del siglo XXI. Paidós, Barcelona, 2018.

España y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2022

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Fuente: SDSN: Sustainable Development Report 2022.

En 2015 Naciones Unidas puso en marcha la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Con el fin de conocer su grado de cumplimiento, se ha construido el índice ODS que permite evaluar los progresos en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que van alcanzando los países del planeta.

En su edición de 2022 el Informe de SDN y Bertelsmann Stiftung (Sustainable Development Report 2022nos revela que, de un total de 163 países del mundo para los que se ha contado con datos suficientes, España toma la posición 16 en términos de cumplimiento global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en la Agenda 2030. Para dicho año 2022 el valor del índice ODS de España se cifra en 79,9 sobre un máximo de 100. De este modo respecto a 2021 España avanza cuatro puestos en el ranking mundial y su índice aumenta cuatro décimas.

En un análisis más pormenorizado del valor del índice ODS global que toma España en 2022, se detecta unos avances dispares entre los 17 Objetivos.

Así, los resultados obtenidos muestran, en primer lugar, que para 6 de los 17 ODS España se sitúa entre los 25 países del planeta con mayor puntuación. De este modo los mejores resultados relativos, en un contexto mundial, los alcanza España en los siguientes ODS:

  • Igualdad de género (ODS5), para el que España se sitúa en la posición número 7, con un valor de 86,7 sobre 100.
  • Salud y bienestar (ODS3), objetivo para el que se encuentra en el puesto número 10 (valor 95,0).
  • Ciudades y comunidades sostenibles (ODS11), en el puesto número 10 (valor 93,1).
  • Industria, innovación e infraestructura (ODS9), para el que toma la posición 19 (valor 87,8).
  • Paz, justicia e instituciones sólidas (ODS16), para el que toma la posición 24 (valor 83,1).

Por el contrario, los Objetivos para los que España toma los peores resultados relativos son los siguientes:

  • Producción y consumo responsables (ODS12) que, con un valor de 72,5 sobre 100, hace que España se sitúe en la posición 127 a nivel mundial respecto a este ODS.
  • Acción por el clima (ODS 13), objetivo que, tomando un valor de 76,3, coloca a España en la posición número 116.
  • Vida submarina (ODS14), objetivo para el que, con un valor de 57,6, toma la posición 91.
  • Vida de ecosistemas terrestres (ODS15) para el que, con un valor de 66,6, ocupa la posición 74.
  • Alianzas para lograr los objetivos, con un valor de 62,1, que sitúa a España en la posición 68 a nivel mundial.

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De forma complementaria al índice ODS el Informe de 2022 aporta también un análisis de panel, que valora el mayor o menor grado de cumplimiento de cada Objetivo, así como su tendencia con vistas al horizonte de 2030, mediante una asignación de colores (verde, amarillo, naranja y rojo).

De la evaluación del panel de los ODS de España destacamos las siguientes conclusiones principales:

  • España no ha alcanzado aún ninguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ausencia de ODS en color verde).
  • Para ocho Objetivos (en color amarillo), España afronta unos retos que, en general, se encuentran en la senda de lograr los valores deseados para 2030. Son los relativos a los siguientes Objetivos: Fin de la pobreza (ODS1), Salud y bienestar (ODS3), Educación de calidad (ODS4), Igualdad de género (ODS5), Agua limpia y saneamiento (ODS6), Energía asequible y no contaminante (ODS7), Ciudades y comunidades sostenibles (ODS11) y Paz, justicia e instituciones sólidas (ODS16).
  • De los 17 ODS, cinco (con color naranja) España se enfrenta retos significativos para llegar a cumplir con la Agenda 2030. Son los siguientes: Industria, innovación e infraestructura (ODS9); Reducción de las desigualdades (ODS10); Producción y consumo responsables (ODS12); Vida submarina (ODS14), y Alianzas para lograr los objetivos (ODS17).
  • Para cuatro ODS (en rojo), uno más que en 2021, España afronta grandes retos para cumplir con la Agenda 2030: Trabajo decente y crecimiento económico (ODS8), que empeora respecto a 2021; Hambre cero -incluyendo seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y agricultura sostenible- (ODS2); Acción por el clima (ODS13) y Vida de ecosistemas terrestres (ODS15).

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Fuente: SDSN: Sustainable Development Report 2022.

Asimismo, en un análisis de tendencia, la ficha de los ODS de España nos revela, en primer lugar, que este país está mostrando, según los últimos datos disponibles, una tendencia favorable en el cumplimiento de sólo tres Objetivos de la Agenda 2030, es decir, tres Objetivos menos que en el Informe de 2021. Son los siguientes: Igualdad de género (ODS5), Agua limpia y saneamiento (ODS6) y Trabajo decente y crecimiento económico (ODS8).

En segundo lugar, el panel de 2022 concluye que España no está retrocediendo en ningún objetivo, si bien tiene estancado el cumplimiento de dos ODS: Producción y consumo responsables (ODS12) y Vida de ecosistemas terrestres (ODS15).

Finalmente, para la mayoría de los Objetivos, los doce restantes, España presenta una tendencia de moderado avance para lograr su cumplimiento de aquí a 2030.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2022.

Evaluando el estado de los ecosistemas terrestres (ODS15) en 2022

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La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, puesta en marcha por Naciones Unidas en 2015, establece compromisos concretos para un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abarcan la triple dimensión social, económica y medioambiental. Uno de esos objetivos es el ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres), que queda definido en los siguientes términos:

«Proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de diversidad biológica».

Este objetivo compromete a los países del planeta a adoptar medidas para:

  • Velar por la conservación de los bosques, humedales y ecosistemas montañosos.
  • Promover la gestión sostenible de todos los tipos de bosques y poner fin a la deforestación.
  • Luchar contra la desertificación y rehabilitar las tierras y los suelos degradados.
  • Proteger las especies amenazadas y evitar su extinción.
  • Poner fin a la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas de flora y fauna.
  • Prevenir la introducción de especies exóticas invasoras.
  • Integrar los valores de los ecosistemas y la diversidad biológica en la planificación nacional y local, los procesos de desarrollo, las estrategias de reducción de la pobreza y la contabilidad.

Los indicadores empleados en el informe elaborado por SDSN y Bertelsmann Stiftung, Sustainable Development Report 2022, permiten evaluar los progresos que van alcanzando los países respecto a los 17 OD. Los resultados obtenidos en su edición de 2022 nos aproximan a conocer cuál es la situación de los ecosistemas terrestres, país por país, y en qué grado se van alcanzando las metas establecidas en la Agenda 2030.

Para dicha evaluación se utiliza una metodología de índices sintéticos, cuyos valores pueden oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación, y 100, cuando, por el contrario, el país se encuentra en la mejor posición respecto al cumplimiento de los ODS.

Respecto al ODS15 para el cálculo de su índice sintético se ha contado con los siguientes indicadores:

  • Área media protegida en sitios terrestres importantes para la biodiversidad (%).
  • Área media protegida en sitios de agua dulce importantes para la biodiversidad (%).
  • Índice de Lista Roja de supervivencia de especies (0-1, peor-mejor).
  • Deforestación permanente (% de área forestal, media de 3 años).
  • Amenazas a la biodiversidad terrestre y agua dulce incorporadas en las importaciones (por millón de especies).

Esta selección de indicadores ha dejado sin evaluar, por carecer de  estadísticas, como indica el propio Informe de 2022, otros aspectos importantes del ODS15: la salud de los ecosistemas, el comercio de especies en peligro de extinción y las áreas protegidas por nivel de protección.

Con las puntuaciones obtenidas para el índice del ODS15 (Vida de ecosistemas terrestres) se obtienen resultados que nos permiten conocer cuál es la posición relativa de cada uno de los 163 países para los que se dispone de datos, dos países menos que en 2021. A diferencia del año anterior, en esta edición 2022 del Informe no se ha contado con información estadística de Cabo Verde y Vanuatu.

Así, como se recoge en el siguiente cuadro, los países mejor situados en el cumplimiento del objetivo de preservar la vida de los ecosistemas terrestres, establecido en la Agenda 2030, son los países bálticos de Letonia (97,9), Estonia (96,0) y Lituania (95,1). Les siguen, a continuación, con puntuaciones también superiores a 90, otros países europeos: Bulgaria (93,7), Dinamarca (92,8), República Checa (92,4) y Polonia (92,3).

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El análisis realizado de los datos recogidos en el Informe de 2022 nos lleva a concluir que en la actualidad de un total de 163 países sólo los tres países bálticos están en condiciones de cumplir completamente con el ODS15 de aquí a 2030. Hace un año eran siete los países que se encontraban en dicha situación favorable.

 

Por el contrario, la situación relativa más desfavorable respecto al estado de los ecosistemas terrestres la presenta Mauricio (26,4), seguido de Singapur (31,6), Yibuti (38,1), Malasia (39,8), Iraq (40,4), Camboya (43,8) y Fiji (44,1).

C_25 países menos_ODS15_2022

 

Si nos centramos en cuatro países que tienen un peso económico y/o demográfico importante, es destacable que ocupan posiciones relativas rezagadas en cuanto al cumplimiento del ODS15: Federación Rusa presenta la posición 79 en el ranking mundial del cumplimiento del ODS15, seguido por Estados Unidos (122), India (141) y China (148). De estos cuatro países sobresale, principalmente, la pérdida de posiciones que experimenta Estados Unidos respecto al año anterior (22 puestos menos que en 2021).

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2022.