El reciclaje en la Unión Europea (2000-2021)

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Uno de los principales frentes de las políticas medioambientales es la gestión de los residuos producidos por la actividad humana.

Para alcanzar una buena gestión de residuos se ha de tener presente la aplicación del conocido principio de las 3R que prioriza la reducción a la reutilización y el reciclaje.

No siempre es posible evitar la generación de los residuos procedentes de nuestras actividades de producción y consumo, ni tampoco promover su reutilización. La respuesta de gestión ha de centrarse, pues, en estos casos, en maximizar el reciclaje.

En el marco de la UE el tratamiento de los residuos se ha venido consolidando, a la luz de la evolución que han seguido indicadores como la tasa de reciclaje de residuos municipales.

Dicho indicador queda definido, según Eurostat, como el porcentaje de residuos municipales generados por los hogares y por fuentes de residuos similares (comercio, oficinas e instituciones públicas) sobre el total de residuos generados. El reciclaje de este tipo de residuos comprende el reciclaje de materiales, el compostaje y la digestión anaeróbica.

En un análisis temporal amplio de los datos publicados por Eurostat, se observa que la tasa de reciclaje de residuos municipales de la UE-27 ha mostrado de forma continuada una senda en general ascendente durante el periodo 2000-2021.

En el año 2000 se reciclaba el 27,3% de los residuos municipales generados en el conjunto de la UE-27. Más dos décadas después, en el año 2021 dicha tasa de reciclaje asciende a 48,7%, como se observa en el siguiente gráfico.

G_UE27_Reciclaje_2000-2021

Nótese, no obstante, que en el último año 2021 la tasa de reciclaje ha retrocedido ligeramente (-0,2 puntos porcentuales), mostrando un comportamiento bien diferente al del año 2020, cuando aumentó 1,7 puntos. Siendo en ambos casos años marcados por los impactos de la pandemia del COVID-19, está por confirmar si se trata de un hecho puntual o si en los próximos años la tasa de reciclaje retomará su senda ascendente.

En un análisis por países se detectan diferencias muy marcadas en el seno de la Unión.

De los 27 Estados de la UE, nueve superaron en 2021 la tasa media comunitaria (48,7%). La tasa de reciclaje más elevada la sigue alcanzando Alemania (67,8%). A continuación se encuentran Austria (62,5%), Eslovenia (60,8%), Países Bajos (57,8%), Dinamarca (57,6%), Bélgica (55,5%), Luxemburgo (55,3%), Italia (51,9%) y Eslovaquia (48,9%).

Por el contrario, los países europeos que presentan en 2021 las tasas de reciclaje más bajas son Rumanía (11,3%), Malta (13,6%), Chipre (15,3%) y Grecia (21,0%).

G_Países_Reciclaje_2021

Hay que significar, asimismo, los notables progresos que han logrado algunos países europeos durante los últimos años. En el transcurso del periodo 2000-2021 cabe destacar los mayores avances relativos alcanzados por Eslovenia, cuya tasa de reciclaje de residuos municipales ha aumentado desde el 6,0% en 2000 hasta el 60,8% en 2021 (la tercera más alta de la UE-27); por Lituania (desde el 0,0% al 44,3%, a pesar de haberse reducido en los últimos años), y por Letonia (de 0% a 44,1%). En el otro extremo, Austria, que ostenta la segunda posición, ha visto retroceder en 0,9 puntos su tasa de reciclaje respecto al año 2000.

Para más información:

Eurostat

E. F. Schumacher y «Lo pequeño es hermoso»: algunas enseñanzas 50 años después

Se cumplen 50 años desde que el economista y estadístico alemán Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977) publicara en 1973 su célebre obra “Lo pequeño es hermoso”. Se trata de una colección de ensayos con los que el autor nos aporta un punto de vista bien diferente del pensamiento económico convencional.

Frente al crecimiento ilimitado y el materialismo a ultranza, la visión amplia y profunda del desarrollo económico que nos plantea Schumacher se centra en la verdadera felicidad de la gente y en la conservación de la naturaleza.

A continuación extraemos algunas de las enseñanzas contenidas en esta obra clásica de Schumacher que hoy siguen siendo útiles, si no más necesarias que nunca, para todo propósito de progreso basado en la sostenibilidad:

1. El problema de la producción.

Schumacher comienza su obra lanzándonos la siguiente pregunta: ¿“el problema de la producción” está resuelto? La respuesta que nos da es contundente.

En realidad, creer que el “problema de la producción” está solucionado es uno de los más funestos errores de nuestra época. La razón descansa en el hecho evidente de que el hombre no se siente parte de la naturaleza. El hombre moderno occidental se autodefine como un potencial agente dominador de la naturaleza, pues se considera dotado de poderes científicos y tecnológicos ilimitados que le crean la falsa ilusión de que la Tierra es inagotable. En la práctica, no le interesa la conservación del medio natural, pues lo trata como si fuera un flujo interminable de recursos.

Por tanto, el problema de la producción no está resuelto, porque se está consumiendo el “capital natural”, a un ritmo desmesurado en lugar de minimizar su uso. Un ejemplo de ello es progresivo agotamiento de los combustibles fósiles disponibles. En otras palabras, el sistema industrial moderno está consumiendo las bases mismas sobre las que se sustenta: la naturaleza de la que todos dependemos.

2. El crecimiento económico.

El crecimiento económico, nos expone el autor, no se ha transformado, en realidad, en un objetivo de permanente interés, sino más bien en “la obsesión de toda sociedad moderna”.

Estamos imbuidos de una cultura económica que considera que el camino para la paz y el bienestar es la autopista del crecimiento de la riqueza y del Producto Nacional Bruto. Contamos para ello con el apoyo de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, hemos entrado en un callejón sin salida aparente, por no preguntamos si tenemos suficiente para todos y qué debemos entender por suficiente, teniendo en cuenta que vivimos en un planeta que es estrictamente finito.

La idea de crecimiento económico ilimitado ha de ser cuestionada seriamente porque se topa con una doble limitación: la disponibilidad de recursos básicos y la capacidad del medio natural para absorber los impactos contaminantes de la actividad económica.

3. La mercancía.

Para la economía moderna su principal objeto de estudio es “la mercancía”. Ya sean mercancías renovables o no renovables, manufacturas o servicios, todas estas categorías de mercancías, cuyas diferencias cualitativas no se plantean, están sujetas a unos precios que buscan compradores.

Sin embargo, nos recuerda Schumacher, lo realmente importante es reconocer la existencia de otro tipo de “mercancías” que jamás aparecen en el mercado porque no han sido objeto de propiedad privada. Sin embargo, “son nada menos que un requisito esencial de la actividad humana, tales como el aire, el agua, la tierra, y de hecho, la estructura de la naturaleza viva”.

El pensamiento económico dominante, defensor del gigantismo y de la automatización, se muestra incapaz de resolver ninguno de los problemas de hoy: pobreza, frustración, alienación, tensión… Por eso, se hace necesario “un sistema totalmente nuevo de pensamiento, un sistema basado en la atención a la gente y no a las mercancías (¡las mercancías se cuidarán de sí mismas!)”

4. La educación.

La historia y la experiencia nos han demostrado que el factor clave del desarrollo económico proviene de la mente del hombre. Por eso, puede afirmarse que la educación es el más vital de los recursos.

El papel de la educación ha de ser, en primer lugar, la transmisión de valores. La educación en humanidades debe cobrar una posición prioritaria, puesto que lo que necesitamos es la comprensión de por qué las cosas son como son y qué es lo que debemos hacer con nuestras vidas. Se vuelve necesaria una educación en valores, ética, que permita clarificar nuestras convicciones centrales, porque se encuentran en desorden.

Sólo después, ya en un segundo plano, la educación comprendería, siendo también necesaria, la transmisión de conocimiento científico, el “saber cómo”.

5. La tierra.

La tierra, y con ella la naturaleza, se ha venido considerando un factor de producción que, como el trabajo y el capital, contribuye al crecimiento económico. Sin embargo, es mucho más que eso.

La agricultura, que depende de la fertilidad del suelo contenedor organismos vivos, no es equiparable a otras actividades económicas como la industria. La agricultura presenta un principio fundamental diferenciador: trata con la vida, con sustancias vivas.

A los animales se les asigna un valor económico por su utilidad (en la ganadería y agricultura…), pero no pueden ser equiparables a objetos o máquinas usándolos hasta acabar con ellos. En tanto que criaturas vivas tienen un valor metaeconómico.

La vida humana puede continuar sin la industria, pero no podría hacerlo sin agricultura. Por eso la tierra es, después de la gente, nuestro más preciado recurso.

6. La tecnología.

Desde hace ya varias décadas el mundo moderno ha sido modelado por la tecnología. Embarcados en una huida hacia adelante, en la que la tecnología se erige como la llave al anhelado progreso, hemos alcanzado un nivel tecnológico de tanta complejidad y sofisticación que nos ha alejado de lo esencial.

La tecnología moderna, cuyo objetivo debe ser aliviar al hombre de la carga del trabajo, ha tenido más éxito en privarlo de la clase de trabajo que él disfruta más, es decir, el trabajo creativo y útil que hacía con sus propias manos y cerebro, sin prisas y a su propio ritmo. El desarrollo tecnológico continúa siendo dirigido a lograr tamaños cada vez más grandes y velocidades cada vez más altas, desafiando las leyes de la armonía natural.

Necesitamos, por tanto, una tecnología diferente, una tecnología con rostro humano, lo que Schumacher denominó “tecnología intermedia”. Se trata de una tecnología que siendo muy superior a la tecnología primitiva es al mismo tiempo más simple, más barata y democrática que la supertecnología moderna de los ricos y poderosos.

Frente a la tecnología de la producción masiva hoy imperante, Schumacher propone, con la tecnología intermedia, una tecnología de la producción por las masas, que es respetuosa con la naturaleza y se adapta para servir a las personas en lugar de hacerlas sirvientes de las máquinas.

7. La energía.

Schumacher dedica también su atención a otro recurso fundamental para el desarrollo económico: la energía. Nos recuerda que su importancia es estratégica porque “si la energía falla, todo falla”.

En este ámbito expone que queda demostrado que los combustibles fósiles, generadores de contaminación del aire, se enfrentan a problemas de disponibilidad en unas pocas décadas. Asimismo, Schumacher subraya su gran preocupación por los peligros que entraña el desarrollo de la energía nuclear, ya que nos dirige hacia riesgos completamente nuevos e incalculables. La contaminación radioactiva del aire, el agua y el suelo que podría ocasionar la energía nuclear nos envuelve en un escenario en el que peligra la propia vida y la supervivencia humana. El problema no resuelto del almacenamiento de los residuos radioactivos invalida cualquier justificación del progreso por la vía de la extensión de más reactores nucleares.

Ante esta situación, se hace necesario que nuestras sociedades favorezcan un consumo no desmedido de la energía.

8. La economía de la permanencia.

Schumacher nos propone sentar las bases de una nueva economía: “la economía de la permanencia”. El crecimiento económico seguiría siendo posible siempre que vaya dirigido hacia un objetivo limitado; nunca ha de potenciarse el crecimiento ilimitado y generalizado. En palabras de autor “la permanencia es incompatible con una actitud depredadora” de los recursos de la Tierra.

En lugar de procurar el fomento y la expansión de las necesidades, debemos tratar de minimizarlas. Hay que evitar toda tentación de permitir que nuestros lujos terminen convirtiéndose en necesidades. En una economía de la permanencia se requiere un análisis sistemático de nuestras necesidades para encontrar la forma de simplificarlas y reducirlas.

Al mismo tiempo, si el hombre moderno consiguiera no sucumbir a la codicia, se acercaría al camino de la inteligencia, la felicidad, la serenidad y la tranquilidad.

Es apremiante desarrollar un nuevo estilo de vida pensado para la permanencia, con métodos de producción nuevos y pautas de consumo diferentes que respondan a las necesidades reales de la gente y respeten el equilibrio ecológico. Para ello contamos con buenos ejemplos: la bioagricultura, la tecnología con rostro humano, nuevas formas de propiedad común…

Para leer más:

E. F. Schumacher: Lo pequeño es hermoso. Ediciones Akal, Madrid, 2011.

Las emisiones de gases de efecto invernadero de la economía española (2008-2022)

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La economía española sigue siendo muy dependiente de los combustibles fósiles, de modo que no es neutral ante la crisis climática que atraviesa nuestro planeta. Según los últimos registros publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), España emitió a la atmósfera gases de efecto invernadero (GEI) por un total de 304,4 millones de toneladas de CO2 equivalente (tCO2e) en 2022. 

Por tipos de gases, el 81,4% de todas las emisiones generadas en 2022 en España corresponden a dióxido de carbono, al que siguen metano (13,3%), óxido nitroso (3,3%) y otros GEI (2,0%).

Por origen económico de las emisiones, la actividad que ha emitido más GEI a la atmósfera ha sido la industria manufacturera que, con 74,4 millones de tCO2e emitidas en 2022, concentra el 24,4% del total de GEI. Asimismo, el 80% del total de emisiones de gases de efecto invernadero generadas dentro de este sector económico durante 2022 procedió de cuatro ramas de actividad principales: 1) Fabricación de otros productos minerales no metálicos, 2) Coquerías y refino de petróleo, 3) Industria química y 4) Metalurgia, fabricación de productos de hierro, acero y ferroaleaciones.

Tras la industria manufacturera le siguen como fuentes de emisión más importantes el consumo final de los hogares, con el 22,7% del total de GEI; el suministro de energía eléctrica, gas, vapor, aire acondicionado y agua (18,1%); la agricultura, ganadería, selvicultura y pesca (14,6%); transporte y almacenamiento (14,1%); otros servicios (4,9%); industrias extractivas (0,6%) y construcción (0,5%).

GEI 2022_por origen_España

Desde una perspectiva temporal, desde 2008, primer año disponible de la serie en España las emisiones totales de GEI han presentado una tendencia descendente, si bien con altibajos. Para el conjunto del periodo analizado (2008-2022) las emisiones se han reducido un 26,9%, al pasar de 416,6 millones de toneladas en 2008 a 304,4 millones en 2022.

GEI 2008-2022_España

Por ramas de actividad, las reducciones de emisiones de GEI más destacadas se han producido en términos porcentuales en las industrias extractivas (con escaso peso), que anotaron un descenso del 65,0% durante el periodo 2008-2022. Por el contrario, el sector primario ha incrementado sus emisiones de GEI en un 0,4% durante los años 2008-2022, esto es, 178 mil tCO2e más.

En términos absolutos, las mayores reducciones de emisiones se han anotado en la rama de suministro de energía eléctrica, gas, vapor, aire acondicionado y agua (54,0 millones de tCO2e menos) y en la industria manufacturera (-32,7 millones).

Como se observa en el siguiente gráfico, el periodo 2008-2022 se salda con una reducción de emisiones de GEI (-26,9%) frente a un crecimiento de la actividad de la economía española, medida en términos de PIB real, del 6,6%. Por lo tanto, puede argüirse que, para dicho periodo, existe divergencia entre ambas variables. Sin embargo, ello no nos permite concluir que existe un proceso de desacoplamiento entre producción y emisiones de GEI, ya que éstas siguen estando muy condicionadas por la naturaleza expansiva o contractiva del ciclo económico.

GEI y PIB_España_2008-2022

Así, en el año 2020, que estuvo marcado por la pandemia del COVID-19, la menor actividad económica que supuso la crisis sanitaria ha traído consigo una reducción de los GEI emitidos a la atmósfera. La fuerte contracción del PIB real de España del 11,2% en 2020 conllevó, al mismo tiempo, un descenso inédito de las emisiones de GEI del 13,9%.  Posteriormente, durante los siguientes años, cuando se produce la reactivación de la economía española las emisiones de GEI inflexionaron al alza. En cifras, se registraron crecimientos del PIB del 6,4% en 2021 y 5,8% en 2022, en tanto que las emisiones aumentaron un 6,6% y 3,1%, respectivamente.

Por tanto, estos datos nos muestran al menos dos hechos importantes. En primer lugar, la ratio de emisiones de GEI por unidad de producto ha mejorado durante el periodo 2008-2022. Y, en segundo lugar, se constata que se han registrado años (como 2011, 2012 y 2017) en los que dicha ratio ha empeorado y también otros (2020-2022) en los que se ha estabilizado, de modo que no se han contabilizado avances en la descarbonización de la economía española.

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En suma, sigue existiendo una clara correlación entre la producción de bienes y servicios y las emisiones de GEI, que provocan el calentamiento global, lo que refuerza la necesidad de impulsar medidas más ambiciosas para contener los modos de producción y consumo actuales, que se mantienen aún en niveles insostenibles, para convertirlos en modos no dependientes de los combustibles fósiles.

Para más información:

INE: Cuenta de emisiones a la atmósfera

El uso circular de los materiales en la UE (2004-2022)

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La Comisión Europea adoptó en 2015 una Comunicación que daba pasos importantes en el camino hacia una economía más circular: «Cerrar el circulo: un plan de acción de la UE para la economía circular».

Con las medidas establecidas en dicho plan de acción se opta por una economía en la que se persiguen dos objetivos principales:

  1. Mantener durante el mayor tiempo posible el valor que poseen los productos, los materiales y los recursos, de modo que se ahorran materias primas al dejar de ser extraídas de la corteza terrestre.
  2. Reducir al mínimo posible la generación de todo tipo de residuos.

El cumplimiento de ambos objetivos facilitaría el desarrollo de una economía más eficiente en el uso de los recursos.

Para evaluar los avances alcanzados en la UE en su senda de fomento de la economía circular, se dispone, como indicador principal, de la tasa de uso de materiales circulares (tasa de circularidad), que elabora la Oficina Estadística de la UE (Eurostat)

Dicha tasa, expresada en porcentaje, mide la proporción de materiales recuperados y reintroducidos en la economía sobre el total de materiales con uso general. La tasa de circularidad define, por tanto, la relación que existe entre el uso circular de materiales y el uso general de materiales(*).

Un valor de tasa de circularidad más alto indica que hay más materiales secundarios que sustituyen materias primas extraíbles, evitando así los impactos ambientales que supone la extracción de dichos materiales finitos de la naturaleza para fabricar productos o generar energía.

De acuerdo con Eurostat, que recientemente (noviembre de 2023) ha revisado los datos de los últimos años, la tasa de circularidad en la UE-27 fue del 11,5% en 2022. Ello significa que del total de los recursos materiales que se utilizaron en la UE en dicho año el 11,5% provino de productos reciclados y materiales que han sido recuperados.

Es destacable, además, que el valor que toma la tasa de circularidad difiere de forma significativa según el tipo de materiales considerados. Así, en 2022 los metales son los materiales que toman la mayor tasa de circularidad (23,9%), seguidos por los minerales no metálicos (13,7%). Por el contrario, las menores tasas de circularidad corresponden a los combustibles fósiles (3,2%) y la biomasa (10,0%).

Desde una perspectiva temporal, durante el periodo 2004-2022 la tasa de circularidad se ha incrementado en el conjunto de la UE-27 desde el 8,2% hasta el 11,5%. Ello supone, por tanto, un avance de 3,3 puntos porcentuales (p.p.) en dicho periodo de tiempo, es decir, menos de 2 décimas porcentuales por año desde 2004. Además, como se observa en el siguiente gráfico, la tasa de circularidad ha experimentado un estancamiento durante los últimos años que contrasta con los avances registrados a comienzos de la serie.

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Por países se constata que la tasa de circularidad presenta diferencias muy significativas en el seno de la UE. Así, en el último año 2022 los mayores porcentajes se registraron en Países Bajos (27,5%), Bélgica (22,2%), Francia (19,3%), Italia (18,7%) y Estonia (16,0%).

Por el contrario, las menores tasas de circularidad correspondieron a Finlandia (0,6%), Rumanía (1,4%), Irlanda (1,8%), Portugal (2,6%) y Grecia (3,1%).

Estas importantes divergencias entre los países de la UE-27 se deben, según Eurostat, a la cantidad de residuos que se recicla en cada país y a factores estructurales de las propias economías nacionales. Así, las economías que tienen mayores importaciones de materiales (incluyendo los combustibles fósiles) y mayores extracciones interiores de materiales (relacionadas con minería, construcción, etc.) son las que presentan menores tasas de circularidad.

G_Tasa circularidad_Países UE_2022

Además, la evolución de la tasa de circularidad dentro de la UE ha sido muy dispar, en particular durante 2010-2022, periodo para el que Eurostat ha publicado datos actualizados por países. Por un lado, destacan los mayores avances de Malta, cuya tasa de circularidad ha aumentado en 9,8 p.p., Bélgica (+8,6 p.p.), Italia (+7,2 p.p.), Austria (+7,0 p.p.) y Estonia (+6,9 p.p.). Por el contrario, siete países de la UE han retrocedido en su tasa de circularidad durante dicho periodo, presentando los mayores descensos Luxemburgo (-18,2 p.p.), Finlandia (-10,1 p.p.) y España (-3,3 p.p.).

(*) El uso general de materiales se mide sumando el consumo agregado de materiales domésticos y el uso circular de materiales. El primero queda definido en las cuentas de flujos de materiales para toda la economía. Por su parte, el uso circular de materiales se aproxima por la cantidad de residuos reciclados en las plantas de recuperación doméstica, menos los residuos importados destinados a la recuperación, más los residuos exportados destinados a la recuperación en el extranjero.

Para más información:

Eurostat

La Declaración Universal de Derechos Humanos: 75 años hacia el progreso social

Se cumplen 75 años desde que el 10 de octubre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas en París proclamara la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Se trata de un documento histórico que establece por vez primera los derechos humanos fundamentales que deben garantizarse en todos los pueblos y países del mundo.

De entre los Considerandos recogidos en el Preámbulo de la Declaración destacamos dos ideas fundamentales:

1. Todas las personas formamos parte de la gran familia humana que se mueve por los valores supremos de la libertad, la justicia y la paz. Todas ellas, por igual, gozamos del reconocimiento de una dignidad intrínseca y de unos derechos inalienables.

2. El propósito de todos países firmantes de promover el progreso social y elevar el nivel de vida de sus habitantes.

Tras el Preámbulo la Declaración Universal de Derechos Humanos establece en sus 30 artículos cuáles son esos derechos fundamentales que los seres humanos tienen reconocidos independientemente de su condición. Son derechos inalienables que posee toda persona sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, posición económica, nacimiento, etc.

Así, en este documento de Naciones Unidas quedan reconocidos derechos y libertades como los siguientes: el derecho a la vida y a la seguridad, la prohibición de la esclavitud y la tortura, el derecho a un juicio justo, la presunción de inocencia, el derecho a circular libremente, el derecho a buscar asilo, la libertad de opinión y de expresión, la libertad de reunión y de asociación pacíficas, el derecho a participar en el gobierno, el derecho a la propiedad individual y colectiva, el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, etc.

Junto a estos derechos de carácter civil, para la promoción del progreso social de los pueblos la Declaración reconoce que los seres humanos poseen también derechos fundamentales de naturaleza socioeconómica. Son derechos que aún hoy conservan su plena validez y siguen demandando una incondicional defensa 75 años después de su reconocimiento. Entre ellos merecen especial atención los recogidos en los siguientes seis artículos por ser esenciales para todo propósito de bienestar social y desarrollo sostenible:

Artículo 22:

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener (…) la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23:

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.

3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.

4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24:

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25. 1:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidad, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientemente de su voluntad.

Artículo 26.1:

Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental (…)

Artículo 27.1:

Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

En suma, son todos ellos derechos socioeconómicos fundamentales que, habiendo sido reconocidos en 1948, su defensa permanece como una necesidad ineludible para procurar el progreso social. El bienestar social no es posible si los seres humanos no tienen garantizados sus derechos al trabajo y el descanso, a la alimentación y la vivienda, a la asistencia médica y los servicios sociales, a la educación y la cultura…

Siendo el estado actual del planeta bien diferente al de hace 75 años, no cabe duda que otro derecho fundamental universal llama a la puerta: el derecho de todo ser humano a un medio ambiente sano y sostenible.

Esta ausencia en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 fue abordada, inicialmente, en la Declaración de Estocolmo (1972) de Naciones Unidas que en su Principio 1 afirma que el ser humano tiene el derecho a disfrutar de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad. Pero no ha sido hasta el 26 julio de 2022 cuando mediante Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas se reconoce expresamente “el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible como un derecho humano”.

Para leer más:

Declaración Universal de Derechos Humanos (1948)

Las emisiones de gases de efecto invernadero de los hogares de la UE (2010-2021)

Las emisiones de gases de efecto invernadero (GIE) causantes, en gran medida, de la crisis climática actual que sufre el planeta proceden, principalmente, del desarrollo de diversas actividades económicas (industria manufacturera, producción de electricidad, agricultura, ganadería, transporte, construcción…). Sin embargo, no hay que olvidar que las actividades desarrolladas por los hogares también son fuente de emisión de GEI.

En el contexto de la Unión Europea (UE-27) las emisiones de GEI de todas las actividades realizadas por los hogares (calefacción refrigeración, transporte…) representan el 20,5% del total de emisiones en 2021 frente al 79,5% generado por las actividades de los diferentes sectores económicos.

Si analizamos en concreto las actividades de calefacción y refrigeración realizadas dentro de los hogares (que suponen el 44% de sus emisiones), los datos apuntan a un descenso de las emisiones de GEI en el horizonte temporal 2010-2021, lo que viene explicado en gran medida por mejoras de eficiencia energética y el menor empleo de los combustibles fósiles

Así, de acuerdo con la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat), en la UE-27 dichas emisiones de GEI de los hogares han descendido desde los 403,1 millones de toneladas de CO2 equivalente del año 2010 hasta los 327,4 millones de 2021. Ello supone, por tanto, una caída acumulada del 18,8%, que supera la registrada por el conjunto de las actividades que emiten GEI en la UE, esto es, un -17,5% en dicho periodo de 2010-2021.

No obstante, como se advierte de la tendencia dibujada en el siguiente gráfico, los últimos dos años rompen con la evolución de mejoría registrada hasta 2019. Como es conocido, los años 2020 y 2021 estuvieron marcados por la pandemia del COVID-19, con múltiples impactos para la vida y movilidad de las personas y el desarrollo de las actividades económicas.

Los resultados del análisis de la evolución de las emisiones generadas por los hogares en sus actividades de calefacción y refrigeración, en términos relativos, es decir, por habitante, nos constatan igualmente una reducción durante la última década.

En año 2021 los hogares de la UE emitieron a la atmósfera 732,7 kg de CO2 equivalente per cápita. Este dato mejora respecto a 2010, cuando dicha ratio se cifró en 913,4 kg/habitante, de modo que se ha producido una reducción del 19,8% en dicho periodo. No obstante, los datos más recientes apuntan, al igual que en términos absolutos, que durante el periodo de la crisis sanitaria (2020-2021) la situación ha empeorado: las emisiones per cápita sobrepasan en un 4,6% las registradas en 2019 (700,4 kg de CO2 equivalente).

Por tanto, el estado de las emisiones de GEI de los hogares sigue presentando un amplio margen de mejora en el actual marco de lucha contra el cambio climático. Además, persisten importantes diferencias entre los países que conforman la Unión Europea persisten.

En 2021 tres países excedían con mucho el promedio de emisiones de 733 kg de CO2 equivalente per cápita de la Unión Europea: Luxemburgo (1.636 kg/hab.), Bélgica (1.400) e Irlanda (1.3476). A continuación, otros países que emitieron más que el valor promedio comunitario son Países Bajos, Alemania, Polonia, Hungría, Italia, República Checa y Austria.

Por el contrario, los hogares de la UE que en 2021 emitieron, con diferencia, menos GEI per cápita son los pertenecientes a Suecia (26 kg de CO2 equivalente/hab.). Le sigue un grupo de once países que también destacan por presentar una ratio de emisiones que es menos de la mitad del promedio de la UE: Portugal, Malta, Finlandia, Estonia, Letonia, Bulgaria, Dinamarca, Rumanía, España, Lituania y Croacia.

Finalmente, es de resaltar, desde un enfoque dinámico, que, durante el periodo analizado (2010-2021), 23 de los 27 países de la UE han conseguido reducir los GEI emitidos a la atmósfera por las actividades de calefacción y refrigeración realizadas en las viviendas, significándose los mayores descensos porcentuales en Suecia (-72,1%), Finlandia (-56,2%) y Dinamarca (-51,3%) frente los mayores incrementos en Rumanía (32,7%), Bulgaria (15,9%) y Lituania (11,8%).

Para más información:

Eurostat

Los economistas ante la crisis ecológica: una cita con Georgescu-Roegen

Se cumple medio siglo desde que el economista y matemático Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994) escribiera, con la colaboración de otros reconocidos economistas, un texto que formó parte de un manifiesto más amplio, impulsado con motivo de la primera Conferencia Mundial de Naciones Unidades sobre Medio Ambiente (la Cumbre de Estocolmo de 1972). En dicho texto Georgescu-Roegen nos advertía de que “la evolución de nuestra morada en la Tierra se aproxima a una crisis de cuya resolución puede depender la supervivencia de la humanidad”.

La producción de bienes y servicios se ha venido considerando fuente prioritaria de beneficios para la sociedad. Sin embargo, también ha conllevado costes que no dejan de ser cada vez más evidentes. El persistente crecimiento económico agota irrevocablemente nuestro stock finito de materias primas y energía. Al mismo tiempo se constata que se está sobrepasando la capacidad, igualmente finita, que tiene nuestro ecosistema para absorber los residuos y la contaminación generados en los procesos económicos.

Según Georgescu-Roegen la situación ecológica es de tal gravedad que la tarea del economista, como la de científicos y planificadores de otras áreas del conocimiento, no debe quedar al margen. El economista de hoy ha de tener una visión más amplia, debe dejar de aislar su dominio de otras ramas de la sabiduría.

Los costes ecológicos de los procesos económicos actuales sobre las generaciones futuras encierra un importante problema ético que el economista como gestor y planificador de recursos no puede eludir. Asimismo, la imposibilidad material de procurar el crecimiento económico perpetuo en un planeta que es finito nos aboca a pensar más en la satisfacción de las necesidades humanas reales que en perseguir la maximización de la producción y el consumo.

En suma, la nueva economía que defiende Georgescu-Roegen sostiene como metas la supervivencia y la justica, a las que quedan supeditados la producción y el consumo:

“Es necesaria una nueva economía cuya finalidad sea la administración de los recursos y lograr un control racional sobre el desarrollo y las aplicaciones tecnológicas de modo que sirvan a las necesidades humanas reales, más que a la expansión de los beneficios, la guerra o el prestigio nacional. Es necesaria una economía de la supervivencia, o más aún, de la esperanza -una teoría y una visión de una economía global basada en la justicia, que haga posible la distribución equitativa de la riqueza de la Tierra entre la población, tanto actual como futura-. Está claro que no podemos seguir considerando útil la separación de la economía nacional de sus relaciones con el sistema global más amplio. Pero los economistas pueden hacer algo más que medir y describir las complejas relaciones entre entidades económicas; podemos trabajar activamente por un nuevo orden de prioridades que trascienda los estrechos intereses de la soberanía nacional y que en vez de a ellos sirva a los intereses de la comunidad mundial. Debemos reemplazar el ideal del crecimiento, que ha servido como sustitutivo de la distribución equitativa de la riqueza, por una visión más humana en la que la producción y el consumo estén subordinados a las metas de la supervivencia y la justicia”.

Para leer más:

Nicholas Georgescu-Roegen: Ensayos bioeconómicos. (Edición de Óscar Carpintero). Catarata, Madrid, 2021.

Evaluando la sostenibilidad de la producción y el consumo (ODS12) en 2023

 

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La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, puesta en marcha por Naciones Unidas en 2015, establece compromisos concretos para un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abarcan la triple dimensión social, económica y medioambiental. Uno de esos objetivos, el ODS12, se refiere a la producción y el consumo, quedando definido en la Agenda 2030 en estos términos:

«Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles»

La consecución del ODS12 compromete a los países del planeta a adoptar medidas como las siguientes recogidas en la Agenda 2030:

  • Lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales, de aquí a 2030.
  • De aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.
  • De aquí a 2020, lograr la gestión ecológicamente racional de los productos químicos y de todos los desechos a lo largo de su ciclo de vida, y reducir significativamente su liberación a la atmósfera, el agua y el suelo a fin de minimizar sus efectos en la salud humana y el medio ambiente.
  • Reducir considerablemente la generación de residuos mediante actividades de prevención, reducción, reciclado y reutilización, de aquí a 2030.
  • Alentar a las empresas a que adopten prácticas sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de informes.
  • Promover prácticas de adquisición pública que sean sostenibles.
  • De aquí a 2030, asegurar que las personas de todo el mundo tengan la información y los conocimientos pertinentes para el desarrollo sostenible y los estilos de vida en armonía con la naturaleza.
  • Ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad científica y tecnológica para avanzar hacia un consumo y producción sostenibles.
  • Elaborar y aplicar instrumentos para lograr un turismo sostenible que cree empleo y promueva la cultura y los productos locales.
  • Racionalizar los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles.

Para conocer los progresos que van alcanzando los países respecto a los 17 ODS, SDSN y Bertelsmann Stiftung han venido elaborando periódicamente Informes de evaluación desde 2015. Los resultados obtenidos en su edición de 2023, Sustainable Development Report 2023, nos aproximan a conocer cuál es el estado de la producción y el consumo en términos de sostenibilidad, país por país, y en qué grado se van alcanzando las metas establecidas en la Agenda 2030.

La metodología utilizada para dicha evaluación se apoya en la construcción de índices sintéticos, cuyos valores pueden oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación, y 100, cuando, por el contrario, el país se encuentra en la mejor posición respecto al cumplimiento de los ODS.

En esta edición de 2023 para el cálculo del índice sintético del ODS12 se ha contado con los siguientes indicadores:

  • Emisiones de SO2 basadas en la producción (kg/pers.).
  • Emisiones de SO2 incorporadas en las importaciones (kg/pers.).
  • Emisiones de nitrógeno basadas en la producción (kg/pers.).
  • Emisiones de nitrógeno incorporadas en las importaciones (kg/pers.).
  • Exportaciones de residuos plásticos (kg/pers.).
  • Residuos sólidos municipales no reciclados (kg/pers./día).

Con las puntuaciones obtenidas del ODS12 (Producción y consumo sostenibles) por los 166 países para los que se dispone de información estadística, se obtienen resultados que nos constatan una evidencia clara: la prosperidad económica no está en sintonía con la sostenibilidad de los modos de producir y consumir. 

Analizando los datos aportados en el Informe, una primera conclusión que merece ser destacada es que existe una correlación inversa entre el nivel de renta per cápita y el grado de cumplimiento del ODS12. En otras palabras, son los países de renta alta (y también con mayor IDS general) los que menos están cumpliendo con el objetivo de Producción y consumo sostenibles. Por el contrario, los países “menos desarrollados” son los que están cumpliendo mejor dicho objetivo de la Agenda 2030.

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En un análisis más detallado los resultados obtenidos para el ODS12 muestran que, como puede observarse en el siguiente cuadro, los países mejor situados en el cumplimiento del objetivo de Producción y consumo sostenibles son países de bajo PIB per cápita localizados principalmente en África, tales como Etiopía (98,8), Lesoto (98,6), Malaui (97,9), Mozambique (97,9), Sierra Leona (97,8), República Democrática del Congo (97,7), Sudán (97,3), Benín (96,9) y Madagascar (96,7).

C_Países25más_ODS12_2023

Por el contrario, la situación relativa más desfavorable respecto a la sostenibilidad de la producción y el consumo la presentan países que mayoritariamente disfrutan de un alto PIB per cápita: Islandia (37,3), Luxemburgo (39,5), Noruega (39,8), Dinamarca (44,6), Bélgica (44,9), Irlanda (45,9), Lituania (46,9), Países Bajos (47,7), Brunéi (48,5), Nueva Zelanda (49,0) y Austria (49,6).

C_Países25menos_ODS12_2023

Si nos centramos en cuatro países que destacan por su peso económico y/o demográfico, observamos que la India ocupa la posición 33 en el ranking mundial del cumplimiento del ODS12, seguido por China (72), Federación Rusa (101) y, a mayor distancia, Estados Unidos (140).

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.

Evaluando el estado de los ecosistemas terrestres (ODS15) en 2023

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La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, puesta en marcha por Naciones Unidas en 2015, establece compromisos concretos para un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abarcan la triple dimensión social, económica y medioambiental. Uno de esos objetivos es el ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres), que queda definido en los siguientes términos:

«Proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de diversidad biológica».

Este objetivo compromete a los países del planeta a adoptar medidas para:

  • Velar por la conservación de los bosques, humedales y ecosistemas montañosos.
  • Promover la gestión sostenible de todos los tipos de bosques y poner fin a la deforestación.
  • Luchar contra la desertificación y rehabilitar las tierras y los suelos degradados.
  • Proteger las especies amenazadas y evitar su extinción.
  • Poner fin a la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas de flora y fauna.
  • Prevenir la introducción de especies exóticas invasoras.
  • Integrar los valores de los ecosistemas y la diversidad biológica en la planificación nacional y local, los procesos de desarrollo, las estrategias de reducción de la pobreza y la contabilidad.

Para conocer los progresos que van alcanzando los países respecto a los 17 ODS, SDSN y Bertelsmann Stiftung han venido elaborando periódicamente Informes de evaluación desde 2015. Para el ODS15 los resultados obtenidos en su edición de 2023, Sustainable Development Report 2023, nos aproximan a conocer cuál es la situación de los ecosistemas terrestres, país por país, y en qué grado se van alcanzando las metas establecidas en la Agenda 2030.

La metodología utilizada para dicha evaluación se apoya en la construcción de índices sintéticos, cuyos valores pueden oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación, y 100, cuando, por el contrario, el país se encuentra en la mejor posición respecto al cumplimiento de los ODS.

Respecto al ODS15 para el cálculo de su índice sintético se ha contado con los siguientes indicadores:

  • Área media protegida en sitios terrestres importantes para la biodiversidad (%).
  • Área media protegida en sitios de agua dulce importantes para la biodiversidad (%).
  • Índice de Lista Roja de supervivencia de especies (0-1, peor-mejor).
  • Deforestación permanente (% de área forestal, media de 3 años).
  • Amenazas a la biodiversidad terrestre y agua dulce incorporadas en las importaciones (por millón de especies).

Esta selección de indicadores ha dejado sin evaluar, por carecer de estadísticas, como indicó el Informe de 2022, otros aspectos importantes del ODS15: la salud de los ecosistemas, el comercio de especies en peligro de extinción y las áreas protegidas por nivel de protección.

Con las puntuaciones obtenidas para el índice del ODS15 (Vida de ecosistemas terrestres) se obtienen resultados que nos permiten conocer cuál es la posición relativa de cada uno de los 166 países para los que se dispone de datos, tres países más que en 2022.

Así, como se recoge en el siguiente cuadro, los países mejor situados en el cumplimiento del objetivo de preservar la vida de los ecosistemas terrestres, establecido en la Agenda 2030, son los países bálticos de Letonia (97,8), Estonia (96,1) y Lituania (95,3). Les siguen, a continuación, con puntuaciones también superiores a 90, otros países europeos: Bielorrusia (94,3), Bulgaria (94,1), Polonia (92,9), Dinamarca (92,8) y República Checa (92,5).

C_25 países más_ODS15_2023

El análisis realizado de los datos recogidos en el Informe de 2023 nos lleva a concluir que, de un total de 166 países, en la actualidad, sólo cinco presentan sus cinco indicadores del ODS15 en color verde, es decir, progresan satisfactoriamente para cumplir completamente con este objetivo de aquí a 2030: los tres países bálticos, Bielorrusia y Polonia.

Por el contrario, la situación relativa más desfavorable respecto al estado de los ecosistemas terrestres la presentan, al igual que las dos ediciones anteriores del Informe, los países de Singapur (26,5) y Mauricio (27,4). A continuación, se encuentran también con las valoraciones más bajas en 2023 Yibuti (37,6), Malasia (38,4), Irak (40,4), Bahamas (44,5), Vietnam (44,6), Baréin (45,3), la India (45,6) y Fiyi (45,8).

C_25 países menos_ODS15_2023

Si nos centramos en cuatro países que tienen un peso económico y/o demográfico importante, es destacable que ocupan posiciones relativas rezagadas en cuanto al cumplimiento del ODS15: Federación Rusa presenta la posición 85 en el ranking mundial, seguida por Estados Unidos (112), China (150) y la India (158).

Finalmente, es significativo que las diferencias entre países son particularmente grandes en el ODS15, cifrándose una distancia de 71 puntos entre los países mejor y peor situados (Letonia y Singapur, respectivamente). Dicha brecha es superior a la que existe si utilizamos el índice general de los 17 ODS, que se cuantifica en 48 puntos.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.

 

 

Evaluando el objetivo de Acción por el clima (ODS13) en 2023

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, puesta en marcha por Naciones Unidas en 2015, establece compromisos concretos para un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abarcan la triple dimensión del desarrollo: social, económica y medioambiental. Uno de esos objetivos es el ODS13 (Acción por el clima), que queda definido en los siguientes términos:

«Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, reconociendo que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es el principal foro intergubernamental internacional para negociar la respuesta mundial al cambio climático»

Este objetivo compromete a los países del planeta a adoptar medidas como las siguientes que están recogidas en la Agenda 2030:

  • Fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales.
  • Incorporar medidas relativas al cambio climático en las políticas, estrategias y planes nacionales.
  • Mejorar la educación, la sensibilización y la capacidad humana e institucional respecto a la mitigación del cambio climático, la adaptación a él, la reducción de sus efectos y la alerta temprana.

Para conocer los progresos que van alcanzando los países respecto a los 17 ODS, SDSN y Bertelsmann Stiftung han venido elaborando periódicamente Informes de evaluación desde hace ya varios años. Su metodología utiliza índices sintéticos, cuyos valores pueden oscilar entre 0, cuando el país se encuentra en la peor situación, y 100, cuando, por el contrario, el país se encuentra en la mejor posición respecto al cumplimiento de los ODS.

La última edición del Informe, Sustainable Development Report 2023, nos permite conocer de forma aproximada la situación más actual del cumplimiento del objetivo de Acción por el clima, país por país, y en qué grado se va alcanzando el ODS13 ante el horizonte temporal fijado para 2030.

En el caso del ODS13 se ha construido un índice sintético a partir de los tres indicadores siguientes que están disponibles para un total de 166 países:

  • Emisiones de CO2 de la combustión de combustibles fósiles y producción de cemento (t CO2/cápita).
  • Emisiones de CO2 incorporadas en las importaciones de bienes y servicios (t CO2/cápita).
  • Emisiones de CO2 incorporadas en las exportaciones de combustibles fósiles (kg/capita).

Analizando los datos aportados en el Informe, una primera conclusión que merece ser destacada es que existe una correlación inversa entre el nivel de desarrollo (medido tanto en renta per cápita como con el índice de los 17 ODS) y el grado de cumplimiento del ODS13. En otras palabras, son los países de renta alta (y también con mayor IDS general) los que menos están cumpliendo con el objetivo de Acción por el clima. Por el contrario, los países “menos desarrollados” son los que están cumpliendo mejor el objetivo de Acción por el clima (ODS13) de la Agenda 2030.

No hay que olvidar, además, que la mayoría de los países “más desarrollados” generan impactos medioambientales negativos fuera de sus fronteras como consecuencia de sus altos niveles de producción y consumo, y a través del comercio internacional, que terminan afectando a otros países y al planeta en su conjunto.

En un análisis más detallado por países los resultados obtenidos para el ODS13 (Acción por el clima) muestran que, de los 166 países para los que se dispone de datos, los mejor situados en el cumplimiento de dicho objetivo son Somalia (99,9) y Burundi (99,8). Les siguen, a continuación, Malaui (99,6), República Democrática del Congo (99,6), Níger (99,5), República Centroafricana (99,5), Sudán del Sur (99,4), Uganda (99,4) y Madagascar (99,4), todos ellos países africanos.

Como también puede observarse en el Cuadro siguiente, los países con mayor valor del índice ODS13 destacan por tener bajos niveles de renta.

Por el contrario, la situación relativa más desfavorable respecto al cumplimiento del objetivo de Acción por el clima corresponde a Catar (0,0), para el que el Informe de 2023 apunta valores nulos en los tres indicadores que componen el índice. Le siguen Brunéi (1,3), Emiratos Árabes (9,8), Baréin (14,6), Australia (16,9), Noruega (20,7), Kuwait (32,4), Omán (33,7) Arabia Saudí (33,8) y Canadá (39,6). Son países que disfrutan de altos niveles de renta.

Centrándonos en cuatro países que sobresalen por su peso económico y/o demográfico, el Informe de 2023 nos revela que Estados Unidos ocupa la posición 151 en el ranking mundial del índice del ODS13, que es superada por Federación Rusa (131), China (121) y la India (58).

Finalmente, es significativo señalar que las diferencias entre países son particularmente grandes en el ODS13, cifrándose una distancia de 99,9 puntos entre el país mejor situado (Somalia) y el peor (Catar). Dicha brecha es muy superior a la que existe con el índice general de los 17 ODS, que se cuantifica en 48,1 puntos, resultante de los valores máximo y mínimo que corresponden a Finlandia y Sudán del Sur, respectivamente.

Para más información:

SDSN: Sustainable Development Report 2023.