Lucro y medio ambiente: una cita con José Luis Sampedro

La ciencia económica tiene como principal máxima el propósito de gestionar de forma eficiente recursos, como el trabajo y el capital, que son considerados limitados, para producir bienes y servicios que permitan satisfacer las necesidades materiales de las personas.

Sin embargo, tal consideración no ha sido otorgada con la misma atención a los recursos naturales. El desarrollo de la disciplina económica durante las últimas décadas ha terminado por implantar un enfoque hegemónico de la economía que soslaya toda relación con la naturaleza, más allá de percibirla como un campo ilimitado de extracción de recursos materiales y de sumidero de residuos.

Como expresó en las siguientes líneas el economista español José Luis Sampedro (1917-2013), si queremos disponer de un futuro sostenible para nuestro planeta, el criterio ecológico de preservar la naturaleza no puede estar eclipsado por el criterio del lucro inmediato.

«Por otra parte, la economía se ocupa de recursos limitados y, dada nuestra dependencia de la naturaleza, no cabe olvidar la exigencia de respetar el medio ambiente. El criterio ecológico se impone cada día más, ante las destrucciones ya realizadas por haberse actuado pensando solamente en los beneficios monetarios inmediatos, sin advertir las ventajas futuras que quedaban destruidas para siempre con la operación. Las talas en la selva amazónica, que continúan sin interrupción, son un impresionante ejemplo de los daños que nos estamos causando y los graves perjuicios para el futuro, si se dejan en libertad ciertas actividades, a merced únicamente de criterios lucrativos inmediatos”.

Para leer más:

Sampedro, José Luis: El mercado y la globalización. Ediciones Destino, Madrid, 2003.

La superficie de los espacios protegidos marinos en la UE (2022)

La pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas se encuentran entre las mayores amenazas a las que se enfrenta la humanidad ante la próxima década. Así lo afirma la Estrategia sobre Biodiversidad de la UE para 2030.

En el caso de los ecosistemas marinos, en particular, la biodiversidad se encuentra afectada por múltiples prácticas insostenibles (sobrepesca, vertidos, contaminación…), a las que se suman los graves impactos del calentamiento del planeta.

La protección de los espacios marinos se convierte, por tanto, en una herramienta política y legal de primer orden para garantizar la biodiversidad y el pleno funcionamiento de los ecosistemas y especies, así como los servicios medioambientales que ofrecen, sin olvidar los beneficios sanitarios, sociales y económicos que proporcionan a la población.

Con la designación de espacios marinos protegidos y su eficaz gestión se persigue preservar la biodiversidad marina, al mismo tiempo que se procura la seguridad alimentaria de la población y los medios de subsistencia a largo plazo de los pescadores y agentes del sector de la pesca y el marisco de un modo sostenible. En el marco de la UE, la citada Estrategia sobre Biodiversidad establece expresamente un compromiso cuantitativo fundamental: Conferir protección jurídica al 30% de la superficie marina de la UE, como mínimo, de aquí a 2030. Este claro compromiso obliga, en primer lugar, a conocer en qué situación de protección se encuentran hoy los ecosistemas marinos de la Unión y, en segundo lugar, a realizar evaluaciones periódicas sobre el grado de cumplimiento de dicho objetivo hasta 2030.

De acuerdo con los últimos datos de 2022 publicados por Eurostat, en el conjunto de la Unión Europea los espacios naturales marinos que están sujetos a protección comprenden una superficie de 628.749 km2. Ello equivale al 12,3% de la superficie marina de la UE.

Desde un enfoque temporal, el porcentaje de superficie marina protegida ha aumentado desde 4,2% en el año 2012 hasta el 12,3% en 2022. Este aumento se ha debido a los avances en la protección de nuevas áreas marinas, ya sea dentro de la Red Natura 2000 o mediante designaciones nacionales complementarias como bajo el paraguas de los Convenios Internacionales de Mares Regionales.

Sin embargo, con este porcentaje del 12,3% la Unión Europea queda muy lejos de poder alcanzar el objetivo de proteger al menos el 30% de sus mares en el año 2030, establecido en la vigente Estrategia sobre Biodiversidad. En los próximos años se requieren esfuerzos extraordinarios de los países para no incumplir dicho objetivo de conservación natural, a la vez que se hace necesario implementar una gestión eficaz de todas las áreas marinas protegidas.

En un análisis por países, de los 22 Estados miembros de la UE-27 que tienen mar, el que presenta una mayor superficie de espacios naturales marinos protegidos en 2022 es Francia, con 168.577 km2. Le siguen, a continuación, España (132.934), Portugal (78.364) e Italia (56.957), principalmente.

En términos relativos, si tenemos en cuenta la superficie marina total de cada país, Francia y Alemania, ambos con el 45,3% cada uno, presentan el mayor porcentaje de superficie marina protegida nacional en 2022. Seguidamente, los países con los mayores porcentajes son Bélgica (37,8%), Países Bajos (26,8%), Lituania (22,8%), Polonia (21,9%), Rumanía (21,4%) y Grecia (19,8%). Por lo tanto, en 2022, sólo tres países (Francia, Alemania y Bélgica) ya han conseguido proteger el 30% de la superficie de sus espacios marinos.

En el otro extremo, los menores porcentajes de protección de áreas marinas corresponden a Irlanda (2,1%), Portugal (4,5%), Eslovenia (5,0%), Malta (5,5%), Bulgaria (8,0%) y Chipre (8,6%).

Para más información:

Eurostat

European Environment Agency

La superficie de los espacios protegidos terrestres en la UE (2022)

Los ecosistemas y la diversidad de especies que habitan el planeta desempeñan funciones ecológicas que guardan un intrincado equilibrio que hace posible la continuidad de la vida en la Tierra. Son áreas de un gran valor intrínseco que proporcionan importantes beneficios medioambientales, sociales, culturales y económicos, además de contribuir a la salud y bienestar del ser humano.

Sin embargo, los espacios naturales terrestres se encuentran sometidos a intensas presiones como las derivadas del desarrollo urbano, la intensificación agrícola, la extensión de la red de transporte, la contaminación y el cambio climático. Es por ello que su protección se convierte en una herramienta política y legal de primer orden. En el contexto actual de pérdida de biodiversidad y de crisis climática que atraviesa el planeta se vuelve inexcusable la preservación de las áreas naturales que poseen un gran valor, cuya pérdida sería irreversible.

En la Unión Europea los espacios naturales terrestres que están sujetos a protección comprenden una superficie de 1.079.412 km2, de acuerdo con los últimos datos de 2022 publicados por Eurostat. Ello equivale al 26,1% del territorio total de la UE: un 18,6% designado como espacios de la Red Natura 2000 (áreas protegidas por las Directivas de Aves y Hábitats) y un 7,5% como otras designaciones nacionales complementarias.

Desde un enfoque temporal, el porcentaje de superficie protegida ha aumentado desde el año 2011, cuando se cifró en el 24,3%, hasta el último dato del 26,1% en 2022. Sin embargo, como se observa en el siguiente gráfico, durante los últimos años no se han producido avances en la superficie protegida, ya que dicho porcentaje ha permanecido prácticamente estancado. Este hecho está provocando una mayor incertidumbre en el cumplimiento del objetivo de alcanzar el 30% en el año 2030, establecido en la vigente Estrategia sobre Biodiversidad de la UE.

Además, hay que tener en cuenta que para garantizar la biodiversidad no es suficiente con aumentar la cobertura de los espacios naturales protegidos. Es igualmente necesario que, al mismo tiempo, los países apliquen sistemas eficaces de gestión en sus áreas de gran valor natural.

En un análisis por países, en 2022 el país de la Unión Europea con mayor superficie de espacios naturales terrestres protegidos es Francia, con 154.571 km2, reflejando el alto grado de biodiversidad que se concentra en este territorio europeo. Le siguen, a continuación, España (142.152), Alemania (137.704) y Polonia (123.491), principalmente.

En términos relativos, si tenemos en cuenta el tamaño de los países, Bulgaria, con el 41,0%, presenta el mayor porcentaje de superficie protegida sobre el total del territorio nacional. Tras Bulgaria los países con mayor porcentaje de superficie de espacios naturales protegidos son Eslovenia (40,5%), Polonia (39,6%), Alemania (38,5%), Croacia (38,2%), Luxemburgo (37,9%), Chipre (37,8%) y Eslovaquia (37,3%).

Por el contrario, los menores porcentajes de protección corresponden a Finlandia (13,4%), Irlanda (13,9%), Bélgica (14,7%), Suecia (15,0%), Dinamarca (15,1%), Lituania (17,8%) y Letonia (18,1%).

Para más información:

Eurostat

European Environment Agency

Sentir la naturaleza: una cita con Andrés Sánchez Robayna

Sentir la naturaleza para sentir la vida.

Los rayos de sol, el follaje de los árboles, el paisaje de un pinar, el vuelo de unos pájaros, la silueta de las montañas, el sonido del agua, el silencio de las rocas… La naturaleza nos invita sabiamente a adentrarnos en ella con todos nuestros sentidos despiertos. Así nos lo sugiere el poeta español Andrés Sánchez Robayna (Islas Canarias, 1952-2025) con sus versos.

Traemos hasta aquí el siguiente fragmento de su obra Tinta, escrita entre 1978 y 1979, con el que Sánchez Robayna nos expresa su encuentro personal con la naturaleza un día cualquiera a las seis de la tarde.

«Gime la masa de los árboles. En el barranco, sacos, un círculo de piedras, el sol de las seis, la perfecta inmovilidad, el pinar en la línea curva de las últimas montañas, los ojos amarillos del gato negro. En los ojos del gato el sol sestea. La masa de los árboles, el agua estancada, ramas secas, el camino de piedras, bolsas de plástico brillante y negro movidas por el viento, arbustos displicentes, obedientes, milanos errabundos, los pájaros negros en el círculo henchido de las ramas de una palmera, eco de aguas que fluyen. En mis oídos suena el agua ronca del aire entre los platanares. El sol en una roca, la roca soleada, los actos del viento, las sombras de las piedras. Desde la ventana, todo respira y se responde: el vuelo circular de una golondrina, la tunera reseca, el cardón erecto, la sombra fugitiva de la golondrina, el arco de la pata del gato en la roca soleada -el salto sigiloso, misterioso-, las ramas secas, el murmullo cada vez más denso, las palabras que acalla el soplo ardiente, el golpear del viento de las seis de la tarde al fondo del barranco.»

Para leer más:

Andrés Sánchez Robayna: En el cuerpo del mundo. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023.

El volcán del Teide, en el verso de Tomás Morales

Existe un volcán en las Islas Canarias que, con sus más de 3.700 metros, se erige en el pico más alto de España. Desde la antigüedad ha sido objeto de atención de navegantes y escritores. Los guanches, antiguos canarios que habitaron Tenerife, la isla en la que se impone esta majestuosa montaña, la temieron, pues fueron testigos directos de las formidables corrientes de fuego que emanaron de su cráter.

El poder evocador de este volcán de las conocidas como Islas Afortunadas ha sido recogido por escritores como el poeta español Tomás Morales (1884-1921), al que, desde Gran Canaria, la isla hermana donde nació, dedicó un poema de gran belleza modernista que intituló Himno al volcán. De él extraemos aquí las dos estrofas siguientes:

“Así te sueño, ¡oh Teide!, mientras tu cono gentil descuellas,
hoy te ven mis ojos -el mar por medio- de la isla hermana
desflorar el espacio y hender la linde de las estrellas,
dejando atrás las nubes, con tu orgullosa cabeza cana…

Así te ven mis ojos, mas yo te quiero fosco y bravío,
porque tú emblematizas con tu perenne desasosiego:
¡Pico de Tenerife, de continente sereno y frío!
¡La victoria más alta, la gran Victoria del hombre: EL FUEGO!...”

Para leer más:

Morales, Tomás: Las Rosas de Hércules. Ediciones Cátedra, Madrid, 2011.

La tortuga gigante y el fotógrafo Sebastião Salgado

Existen muchas formas de propiciar la conservación de la Naturaleza. Una de ellas es respetar a las especies animales, como es el caso, por ejemplo, de la tortuga gigante de las Islas Galápagos.

Traemos hasta aquí la experiencia de un reconocido fotógrafo, el brasileño Sebastião Salgado, que con su buen hacer profesional nos inspira para que nuestras acciones sean sostenibles y respetuosas con el hábitat de los animales que viven en libertad. Las siguientes líneas dan comienzo al libro De mi tierra a la Tierra, las memorias de este fotógrafo comprometido con el ser humano y la preservación de la Naturaleza:

“Al que no le guste esperar no podrá ser fotógrafo. Llegué un día a la isla Isabela en las Galápagos, junto con un hermoso volcán llamado Alcedo. Fue en 2004. Había una tortuga gigante. Un ser enorme de al menos 200 kilos, de las que han dado el nombre al archipiélago. Cada vez que me acercaba a ella, la tortuga se alejaba. No avanzaba rápido, pero aun así no podía fotografiarla. Entonces empecé a pensar. Y me dije: cuando fotografío a seres humanos nunca me planto en mitad de un grupo de incógnito, siempre pido a alguien que me introduzca en él. Después, me presento a la gente, me explico, conversamos y, poco a poco, nos conocemos. Entendí que, del mismo modo, la única manera de lograr fotografiar a esta tortuga era conocerla, ponerme a su altura. Así que me convertí en tortuga: me agaché y empecé a andar a su misma altura, con las palmas de las manos y las rodillas sobre el suelo. En ese momento, la tortuga dejó de huir. Y cuando dejó de caminar, yo hice un movimiento, la tortuga dejó de huir. Y cuando dejó de caminar, yo hice un movimiento hacia atrás. Ella avanzó hacia mí; yo retrocedí. Esperé unos instantes, después me acerqué, un poco, lentamente. La tortuga dio otro paso hacia a mí y me dejó observarla tranquilamente. Pude empezar a fotografiarla. Tardé un día entero en acercarme a esta tortuga. Todo un día para que entendiera que respetaba su territorio.”

Para leer más:

Sebastião Salgado: “De mi tierra a la Tierra”. La Fábrica, Madrid, 2014.

La evolución de las aves en la UE (1990-2023)

Como expresa la Estrategia de la UE para la biodiversidad de aquí a 2030 “la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas se encuentran entre las mayores amenazas a las que se enfrenta la humanidad ante la próxima década”.

Un magnífico indicador que nos alerta de cómo está evolucionando la calidad y cantidad de los ecosistemas naturales son las aves. Gracias a la comunidad científica sabemos que la presencia de aves es un buen semáforo de la salud de los ecosistemas, de su diversidad e integridad.

La mayor o menor población de aves, así como su mayor o menor diversidad de especies, en un ecosistema determinado, nos permite conocer más sobre la calidad del propio ecosistema donde se alimentan, viven y respiran. En definitiva, las aves nos adelantan información valiosa sobre la calidad del medio ambiente y la sostenibilidad real de las actuaciones que llevamos a cabo los humanos a la hora de producir, consumir y movernos.

En el contexto europeo, la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) viene publicando desde hace años el Índice de Aves Comunes, que nos informa de forma cuantitativa sobre cómo ha evolucionado la presencia de aves en Europa. Dicho índice recoge las observaciones obtenidas en los 27 Estados miembros de la UE para un total de 168 especies de aves que viven en tierras de cultivo (39), en ecosistemas forestales (34) y en otros hábitats como parques y jardines (95).

Se cuenta con un amplio horizonte temporal (1990-2023) para evaluar la tendencia de dicho Índice de Aves Comunes de la UE. Los resultados obtenidos hasta hoy apuntan que durante las tres últimas décadas hemos asistido a una continuada disminución de las poblaciones de aves en la Unión Europea y, por tanto, también al progresivo deterioro de nuestros espacios naturales. Como se observa en el siguiente gráfico, dicho índice de aves, que toma como año base 1990, ha descendido desde un valor de 100,0 en el año 1990 a 85,0 en 2023, lo que supone una caída del 15,0%.

De forma complementaria al Índice de todas las Aves Comunes, Eurostat elabora otros dos índices compuestos. El primero, el índice de aves comunes de bosques, circunscrito a 34 especies, nos revela que se ha producido un descenso del 4,5% durante el periodo 1990-2023, al pasar de 100,0 a 95,5. Con este indicador se aprecia que sólo durante el último decenio se ha logrado una tendencia de recuperación, si bien no completa, tras los continuados descensos registrados en los veinte primeros años del periodo.

Por su parte, el segundo índice, el índice de aves comunes de tierras de cultivo, que comprende 39 especies, presenta una tendencia significativamente descendente entre 1990 (100,0) y 2023 (57,9), habiéndose registrado, por tanto, una reducción del 42,1% en el periodo analizado. Como afirma la propia Estrategia para la biodiversidad 2030 las aves de hábitats agrícolas son indicadores clave de la salud de los agroecosistemas y vitales para la producción agrícola y la seguridad alimentaria, concluyendo que “su alarmante disminución tiene que invertirse”.

En el ámbito de las aves, cabe recordar asimismo lo que ya expresaba la Directiva comunitaria relativa a la conservación de las aves silvestres en el año 2009:

«En el territorio europeo de los Estados miembros, una gran cantidad de especies de aves que viven normalmente en estado salvaje padecen de una regresión en su población, muy rápida en algunos casos, y dicha regresión constituye un grave peligro para la conservación del medio natural, en particular debido a la amenaza que supone para el equilibrio biológico».

Para más información:

Eurostat

Directiva 2009/147/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 30 de noviembre de 2009, relativa a la conservación de las aves silvestres

Estrategia de la UE para la biodiversidad de aquí a 2030

El respeto a los animales: una cita con Sebastião Salgado

Galápagos. Isla de S. Cristóbal

La sostenibilidad ambiental comprende, entre los diversos aspectos que la definen, la preservación de la vida animal. Las medidas gubernamentales para la conservación de las especies animales, en especial las que están en peligro de extinción, continúan siendo indispensables para mantener el equilibrio ecológico del planeta.

Nuestra actitud ante los animales, respetándolos con nuestras acciones diarias, también son importantes. Así nos lo expresa, por ejemplo, desde el ámbito de las artes, el reconocido fotógrafo brasileño Sebastião Salgado en sus Memorias, que llevan por título De mi tierra a la Tierra:

“Hasta Génesis solo había fotografiado una especie: la humana. Para este proyecto que he consagrado a la naturaleza intacta, a lo largo de los ocho años durante los que estuve viajando por todo el mundo, tuve que aprender a trabajar con otras especies. Desde el primer día del reportaje, gracias a la tortuga gigante, comprendí que para fotografiar un animal hay que amarlo, disfrutar mirando su belleza, su perfil. Hay que respetarlo, preservar su espacio, su bienestar al acercarme a él, en mi forma de mirarlo y de fotografiarlo. A partir de ahí, trabajé con los demás animales del mismo modo en que lo hago con nosotros, los humanos”.

Para leer más:

Sebastião Salgado: “De mi tierra a la Tierra”. La Fábrica, Madrid, 2014.

El otoño, en el verso de Tomás Morales

Desde sus propios orígenes la vinculación del ser humano con la naturaleza ha convertido en necesidad su observación permanente para atisbar los cambios de las estaciones y de las condiciones meteorológicas.

Más allá de esta necesidad para la supervivencia, las distintas culturas y civilizaciones han visto en las distintas estaciones del año una fuente de inspiración para expandir la creatividad humana con la que poder expresar diferentes emociones propias de nuestra especie.

Desde el campo de la literatura, el otoño, por sus propias características, ha sido siempre una estación muy evocada por los poetas. Traemos hasta aquí, en esta ocasión, el siguiente poema que el escritor español Tomás Morales (1884-1921), originario de las Islas Canarias, dedicó a esta estación de ensueños grises y hojas amarillentas:

“Tarde de oro en Otoño, cuando aún las nieblas densas
no han vertido en el viento su vaho taciturno,
y en el sol escarlata, de púrpura el poniente,
donde el viejo Verano quema sus fuegos últimos.

Una campana tañe sobre la paz del llano,
y a nuestro lado pasan en tropel confuso,
aunados al geórgico llorar de las esquilas,
los eternos rebaños de los ángeles puros.

Otoño, ensueños grises, hojas amarillentas,
árboles que nos muestran sus ramajes desnudos…
Solo los viejos álamos elevan pensativos
sus cúpulas de plata sobre el azul profundo…

Yo quisiera que mi alma fuera como esta tarde,
y mi pensar se hiciera tan impalpable y mudo
como el humo azulado de algún hogar lejano,
que se cierne en la calma solemne del crepúsculo…”

Para leer más:

Morales, Tomás: Las Rosas de Hércules. Ediciones Cátedra, Madrid, 2011.

La casa, en el verso de Tomás Morales

La casa no es únicamente un bien que se compra, usa y vende para cubrir las necesidades diarias de cobijo de las personas. Una aproximación más amplia que la estrictamente económica nos revela otras dimensiones de este recurso indispensable para el desarrollo humano.

Así, desde el campo de las artes, en concreto desde la literatura, poetas como Tomás Morales (1884-1921), originario de las Islas Canarias (España), nos legó con su pluma de estilo modernista unos versos que exaltan las emociones que puede llegar a transmitirnos una casa tradicional, como la de tu tierra natal, que por sus valores cultural, identitario y artístico nos invita a preservar.

“¡Oh, la casa canaria, manantial de emociones!
Irregularidad de las anchas ventanas,
con dinteles que arañan devotas inscripciones
y, pintadas de verde, las moriscas persianas…

Llena está su fachada de un superior reposo,
y bajo la cornisa que festona la hiedra,
el corredor volado del balcón anchuroso
con retorcidos fustes y gárgolas de piedras…

-Se alboroza el espíritu ante un zaguán desierto:
de las plantas del patio viene un vaho fragante;
un descuido ha dejado el portón entreabierto,
como una insinuación a pasar adelante.-

Dentro será más bella: habrá tiestos floridos
y, soto las arcadas, colgantes jardineras;
habrá fuertes pilares de tea, renegridos,
sostén de las crujías y amor de enredadera.

Y en sombroso fondo del oscuro pasillo,
una clásica pila con su loza chinesca,
con la destiladera llena de culantrillo
y el bernegal de barro rebosando agua fresca…

¡Ah, la mansión pacífica de los antecesores!
Tienes luz de familia, tienes paz de santuario,
claramente embebida de cosas interiores:
¡para soñar o amar, albergue extraordinario!”

Para leer más:

Morales, Tomás: Las Rosas de Hércules. Ediciones Cátedra, Madrid, 2011.